Tormenta en círculo vicioso

En el fárrago de información que circula sobre la pandemia, evidentemente noticias y datos que en época normal merecerían suma atención y serían motivo de análisis y debate, han quedado postergadas o diluido en un contexto de justificada preocupación y comentario excluyente en medios de prensa y la población, lo que no obsta para tener en cuenta que la epidemia de coronavirus pasará –esperemos que lo antes posible– pero sus consecuencias en la economía perdurarán tal vez muchos años y en este aspecto el Uruguay lamentablemente ha recibido este presente griego en medio de factores condicionantes debido al escenario negativo en la economía.
Precisamente los datos oficiales indican que en 2019 la economía de nuestro país tuvo la expansión más baja desde 2002, al crecer un magro 0,2% respecto a 2018; pero ahora la tendencia de este parate indica que en los últimos meses la economía incluso ha caído, no ya enlentecido el crecimiento.
Los números indican que en este crecimiento tan magro del 0,2 por ciento del año pasado, cuatro de los siete sectores que conforman el PBI del lado de la oferta mostraron caídas en su actividad en 2019, y los que crecieron son solo significativos en la estadística, pero de escasa incidencia en la economía en general.
Adicionalmente, en el cuarto trimestre del año en forma desestacionalizada, la economía uruguaya cayó 0,6%, según los datos del Informe de Cuentas Nacionales del Banco Central (BCU). Mientras, el crecimiento interanual (octubre-diciembre de 2019 frente al mismo período del año previo) tuvo una expansión de 0,2%.
Esta caída del cuarto trimestre siguió dándose naturalmente en enero y febrero, hasta que en marzo el panorama se ha agravado por la paralización de actividades inherentes a las medidas adoptadas contra el coronavirus, sin que se haya llegado a la cuarentena, con más de 40.000 trabajadores ingresando al Seguro por Desempleo, solo como un ejemplo.
Inequívocamente, estos datos dan cuenta de una economía estancada, lo que no es nada que no haya ocurrido ya en nuestro país, con matices, en todas las épocas, pero en este caso con el factor diferencial de que nuestro país contó desde 2004 hasta 2014 con una década de bonanza insuflada por los elevados precios de nuestras materias primas de exportación, que hicieron que el Uruguay país recibiera cuantiosos recursos –producto del esfuerzo de nuestros productores y otros sectores del economía– que sin embargo dieron lugar a una fiesta de gasto estatal, por los tres gobiernos del Frente Amplio.
Tras estos quince años de aumento del gasto, se llegó al gobierno de la coalición multicolor por la voluntad popular, que asumió hace menos de un mes, y se ha encontrado por esta causa con casi un 5 por ciento de déficit fiscal que deberá absorberse por los sectores reales de la economía con precios internacionales deprimidos, alto desempleo y caída en el consumo, pero con un componente de gastos del Estado para lo que cada uno de nosotros deberá aportar compulsivamente, cualquiera sea su situación, con o sin coronavirus como convidado de piedra y distorsionante de toda actividad, más allá de sus consecuencias sobre la salud de los uruguayos, sobre todo los de mayor edad y más vulnerables.
Los análisis de los economistas sobre los datos de de 2019 dan cuenta precisamente de este escenario: el economista de CPA Ferrere, Santiago Rego, dijo al respecto a El País que “el dato (del PBI acumulado de 2019) fue bastante malo y peor a lo que prevemos”. Los números muestran “una economía estancada en 2019 y con una contracción en el cuarto trimestre”.
Por su parte, Gabriela Mordecki, del Instituto de Economía, hizo notar que la revisión de datos de trimestres anteriores –el tercero y el segundo– se corrigieron al alza mientras que el primero a la baja varió “la trayectoria proyectada” del PBI para el cierre del año. Incluso “si uno mira por sectores, los únicos que crecen son dos, que son poco intensivos en mano de obra y que tienen un efecto sobre la estadística pero en realidad no representan una mayor actividad”, explicó.
A este magro desempeño y tendencia a la baja, la expansión del coronavirus a nivel mundial con cuarentenas voluntarias y obligatorias en varios países ha llevado al cierre temporal y definitivo de fábricas y comercios, caída en la producción y menor demanda en general.
En nuestro país, de los cuatro sectores que cayeron en 2019 el que lo hizo más fue Actividades primarias que bajó 3,8% (con las Actividades agropecuarios con una caída del 3,9%) por “la disminución en la faena en frigoríficos y de las exportaciones de ganado en pie”. A su vez retrocedió Comercio, reparaciones, restaurantes y hoteles (-2,1%), donde “se destaca principalmente la caída en la comercialización de bienes nacionales, y en menor medida de bienes importados, así como la caída de los servicios de restaurantes y hoteles por la menor demanda de turistas”, señaló.
También hubo menor actividad en la Construcción (-2%) y en Industrias manufactureras (-1,1%) durante 2019.
Es decir un panorama que es ilustrativo del escenario panorama con que se ingresó en 2020, no solo con un déficit fiscal de gran magnitud, desempleo y caída en la actividad, sino que además el gobierno saliente ha dejado costos fijos que podían atenderse solo con la bonanza existente hasta 2014, pero que a partir de entonces ha hecho sistemáticamente aumentar el déficit fiscal, porque la actividad nunca dio para poder nivelar las cuentas y tampoco se hizo ningún esfuerzo por contener el gasto público, como aconsejaba el sentido común para un país, al igual que para una economía familiar, en estas circunstancias.
Encima, jugadas de política barata, como no aumentar las tarifas a fin de año, como hacía el gobierno año a año, ha incrementado el desnivel en las cuentas.
Bueno, tenemos ahora la época de las vacas flacas, por no haberse hecho todos estos años lo que había que hacer en tiempo y forma, y nuestra extrema vulnerabilidad hace que la economía se resienta aún más, con un país totalmente paralizado, ante la eventualidad de la cuarentena que podría aconsejarse como la mejor medida para que no se extienda más rápidamente el virus, pero que sería nefasta para la maltrecha economía.
De aquel “espacio fiscal” que se tenía, como solía decir el exministro de Economía y Finanzas Danilo Astori, que fue “rifado” entonces, hasta esta realidad de los últimos años y sobre todo hoy, cuando el dinero no alcanza cuando aparece una crisis, surge nítidamente que la izquierda en el poder optó por la actitud de vivir el presente, por irresponsabilidad o por la ingenuidad de asumir que nunca a parecerían los nubarrones en el horizonte, que se transformarían en la borrasca que nos azota.