Ec. Fernando Isabella: Uruguay debe capacitarse para un cambio en la calidad del trabajo

“Desde hace un par de décadas el mundo está atravesando una nueva revolución tecnológica, que no es la primera. La revolución tecnológica es un período en el que un conjunto de innovaciones modifica toda la estructura productiva, como fue la primera revolución industrial”, comenzó explicando Fernando Isabella sobre las condiciones del trabajo en Uruguay y la perspectiva para los asalariados y los empleadores, en el marco de una reunión con el director de EL TELEGRAFO, Alberto Baccaro.

Este cambio “está fuertemente impulsado por las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), por la bioeconomía, que son los temas de la producción de recursos renovables, de manera sustentable y su transformación en alimentos y energía, aplicandode la biotecnología. Esto modifica las condiciones de trabajo a nivel global, a todos los países del mundo”.

Mencionó por ejemplo que, en Estados Unidos, “los sectores de trabajadores poco capacitados no tienen aumento del salario real desde la década de 1970. Hoy ganan menos que sus padres hace 40 años. Y eso se asocia a cosas que están afectando el mundo, como la elección de Donald Trump, el resurgimiento de los nacionalismos y otros asuntos”. Agregó que, con la automatización, “hay quienes hablan del fin del empleo”.

La automatización “ya está”

En la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), desarrollaron un trabajo sobre qué puede pasar en Uruguay que tiene “una visión distinta. El empleo por supuesto va a tener cambios muy profundos, ya los tiene, pero no que vaya a una situación de disminución en la cantidad de empleos”. Puso como ejemplo que “si uno mira la historia, después de cada revolución tecnológica hay más empleos que antes, aunque se modifican mucho, y requiere de los trabajadores otro tipo de capacidades que a los que están en actividad les cuesta readaptarse y eso genera situaciones de tensiones sociales, pero no creemos que el mundo vaya al fin del empleo ni mucho menos”.

Detalló que el trabajo realizado muestra “que, en Uruguay, este proceso de automatización ya está, no es algo que va a pasar en 10 años y se observa de distintas maneras. Hay una forma de ver el contenido en tareas de los trabajadores, que se clasifican en tareas manuales o cognitivas, y a su vez en rutinarias y no rutinarias. Algo de lo que está pasando en el mundo es que las tareas manuales y las cognitivas rutinarias –como muchas de las administrativas– tienden a bajar el número de empleos, pero son más intensivas en tareas cognitivas no rutinarias”.

Según el estudio, “en Uruguay pasa algo parecido pero, a diferencia de lo que hay en otros países en desarrollo, el conjunto de tareas cognitivas rutinarias todavía crece. Son tareas que requieren cierto nivel de capacitación, pero más o menos uniformes, que se repiten diariamente, como las tareas administrativas, como llevar la contabilidad de una empresa. Son cosas más estandarizadas, que en el mundo tienden a caer mientras que en Uruguay, como Argentina y otros países en desarrollo, están creciendo; la automatización tiene distintos ritmos en el mundo”, afirmó.

Mejor con educación terciaria

Para este análisis, se considera el nivel de educación, que “a partir de una investigación de la Universidad de Oxford, se vio qué tipo de tareas son sustituibles por máquinas o sistemas informáticos en las próximas dos décadas. Se hizo un ranking que para Uruguay da más o menos lo mismo que en el mundo. Las tareas agropecuarias e industriales son las que sufren más la automatización; en Uruguay ya son de larga data, ya que el empleo en el agro es relativamente pequeño, es un 5% de los trabajadores. Pero lo interesante es que empleos administrativos y en el comercio esas tareas que hasta ahora realizan personas empiezan a ser automatizables”.

No obstante, esto también está vinculado con el nivel de educación, ya que “la relación entre el nivel de educación de los trabajadores y el riesgo de automatización va decreciendo a medida que aumenta el nivel educativo. La menor incidencia se da con educación terciaria, ya con un año el riesgo de automatización cae mucho”, aseguró el técnico, argumentando que “las nuevas tecnologías exigen trabajadores con mayor nivel educativo para interactuar con las nuevas tecnologías”.

En el Uruguay agropecuario, uno de los cambios más importantes se da “en los tambos, que son robotizados y ya hay alguno instalado; eso podría tener un impacto. Pero, según el estudio, el impacto más interesante no se da en el agro ni tanto en la industria, sino en los servicios. Los trabajadores de los comercios o que hacen tareas administrativas en general que las nuevas tecnología van reemplazando, como apoyo contable o hasta atención al público”.

Una tablet como mozo

Puso como ejemplo que “en Estados Unidos ya hay cafeterías donde en las mesas hay una tablet donde está el menú, se elige la comida, se pide de ahí mismo a la cocina y después una persona lo trae o uno lo va a buscar. Ese tipo de tareas que implica mucho empleo, cara a cara con la persona, de a poco es tecnológicamente posible su reemplazo”.

Reconoció, no obstante, que depende de la idiosincrasia de cada sociedad y “si la gente después lo acepta y el tema económico, si al empresario le resulta más económico poner un sistema de ese estilo o tener un trabajador. Pero lo cierto es que hay avances tecnológicos que empiezan a hacer posible sustituir personas en esos sectores. Y en el sector servicios –educación, salud, comercio, atención al público– trabaja el 80% de los uruguayos. Por ello, la posible sustitución de empleos con tecnología nos hace tener una mirada mayor hacia esos temas y una de las respuestas a esto tiene que ver con la educación, logrando mejores niveles educativos en la población, que es la respuesta a largo plazo para estos procesos”. Especificó que “son tendencias que estamos viendo para Uruguay, que hay que tener en cuenta”.

Isabella es licenciado y magíster en Economía, egresado de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República en 2004.

En la actividad pública, fue director de la División Inversión Pública de la Dirección de Descentralización e Inversión Pública de la OPP. Entre 2010 y 2011, se desempeñó como subdirector de Planeamiento Estratégico de ASSE. Integró el equipo de Economía de la Salud, dependiente de la Dirección General del Ministerio de Salud Pública en el período 2005-2009, teniendo una participación muy activa en el diseño e implementación de la reforma de la salud.

Es investigador del Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República, donde también ejerce la docencia desde 2011.