La posverdad y el turismo cannábico

En diciembre del año pasado, la Real Academia Española (RAE) añadió el vocablo “posverdad” en su última actualización y tal fuerza adquirió en su uso, que el diccionario de Oxford la definió como “la palabra del año 2016”. La RAE define a la posverdad como una “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Incluso cita un ejemplo para entenderla con mayor claridad: “Los demagogos son maestros de la posverdad”.
El término refiere a las afirmaciones que no se basan en hechos objetivos, sino que apela a las emociones o deseos y tal como lo señala la RAE tiene tanto potencial como aquella frase: “una mentira repetida mil veces se convertirá en verdad”.
La sorprendente aplicación de la posverdad para la descripción de algunas realidades paralelas a los ojos de los gobernantes o la clase dirigente, nos plantea nuevos tiempos y otras miradas como sociedad porque ninguna lectura será lineal, en tanto los hechos que ocurren no lo son.
Sin embargo, hay situaciones que rompen los ojos y resultan un poco más simples en su interpretación. Desde finales de abril de 2014, Uruguay cuenta con un Decreto Reglamentario de la Ley N.° 19.172 (promulgada en diciembre de 2013) que crea el mercado estrictamente regulado del cannabis para su uso recreativo. A partir de la iniciativa parlamentaria, se dispararon una serie de inconvenientes que aplazaron por años la venta de marihuana hasta que finalmente se encontraron farmacias proclives a su expendio. Sin embargo, hubo que sortear un nuevo escollo porque se desestimó la influencia de la banca internacional, ante una actividad que –desde el punto de vista financiero– es aún ilegal y presentó dificultades a los comercios con la amenaza del cierre de sus cuentas y el peligro consiguiente para su subsistencia.
Entonces se confirmaron nuevos obstáculos que no se despejaron todavía para la habilitación de locales que vendan el producto al público y a pleno día, al tiempo que es un hecho la producción y venta de marihuana medicinal. Bajo estas realidades, la lucha contra el mercado negro es permanente a la luz de las incautaciones realizadas mientras se revelan las dificultades para llevar adelante los principales postulados de la ley, cuando se afirmaba que la misma iba a enfrentar el narcotráfico y posicionaría a Uruguay como un adalid en esta materia. Con el paso del tiempo vemos que no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro, sino que ha servido para presentar posturas “más o menos” correctas que significan un guiño para quienes consumen.
“Nuestro discurso ha sido bien claro. Sí pasa que cada tanto aparecen extranjeros que van a comprar marihuana a las farmacias. El discurso del gobierno ha sido firme: Uruguay no va a tener turismo cannábico nunca”, dijo la ministra de Turismo, Lilian Kechichián, en entrevista con diario El País. Según la secretaria de Estado, “nosotros pretendemos combatir el uso de las drogas, y no que sea un elemento de promoción de ninguna cosa. Para combatirlas empezamos a transitar este camino que vamos a ver qué resultado da. Los otros caminos han dado un fracaso tremendo. Definitivamente, no. Nunca lo veré como una herramienta o elemento para atraer gente al Uruguay”. Pero los hechos indican que en la actual temporada veraniega, las farmacias que aún venden cannabis en la costa Este del país y área metropolitana, liquidan su producto en pocas horas o en un día, cuando antes se hacía en mayor tiempo.
Y aunque las empresas productoras mejoran sus procesos de entrega, la realidad –no la paralela, sino la real– indica que solo hay 12 puntos de ventas en el territorio nacional para unos 20.000 usuarios de un producto que ahora, mal que les pese, se ha convertido en un servicio para brindar a visitantes y extranjeros. Y aunque la ministra diga que en Uruguay no habrá turismo cannábico “nunca”, es necesario informar que tanto en Punta del Este, como en los balnearios de Rocha crecen los denominados hostels weed friendly, o lugares de alojamiento “amigables con la hierba”, ambientados para tal fin con cuadros, utensilios y decoración acorde a la hoja de varias puntas. De hecho, la búsqueda del producto conforma la segunda pregunta en importancia, detrás de la clave de wi-fi, tal como lo definen algunos empresarios turísticos esteños. Además del alojamiento, siempre “se convida” al turista que llega de otro lugar, porque –según la ley– no se permite su venta a extranjeros, mientras que otros “usan” la ley para mencionar las bondades de un “país privilegiado” en la materia. En tal sentido, el organismo encargado de que se cumpla la ley es el Instituto de Regulación y Control de Cannabis (Ircca) que anunció los controles pertinentes, si bien cuenta con un presupuesto disímil y funcionarios en pase a comisión. O sea que el “turismo porro” se transformó en una realidad más temprano que tarde, a pesar de la visión cool que tengan sobre el asunto. Hay alojamientos amigables con la hierba que ya no tienen cupos y se han creado condiciones tales que no resultan peligrosos ni para niños ni mascotas que viajen a los balnearios esteños. No obstante, las farmacias aún tienen el problema en sus manos y fundamentalmente aquellas que figuran en la lista oficial a la que se accede vía web porque deben responder ante la insistencia de los turistas y eso ya ha provocado un hartazgo previsible. Por eso, los empresarios que se dedican al rubro hablan de “mitos y verdades” en las visiones extranjeras sobre el tema, ante una realidad que ocurre, otra que percibe y una más que es la “posverdad” basada en un discurso atravesado por la corrección política que no quiere hablar de lo que sabe, ni mostrar lo que sucede.