El tema del empleo en el escenario político

Enero cerró con 28.837 desocupados más que el mes anterior y a pesar de los buenos augurios oficiales por la matriz productiva o las exitosas cifras presentadas por el Ejecutivo en base al turismo en sus diversos sectores, hubo una aguja que no se movió. Y es que la generación de empleo no se muestra dinámica, sino por el contrario. De hecho, si las cifras no son peores es debido a las características poblacionales que mantienen sus guarismos estables. Lo cierto es que el 54% de los trabajos está en riesgo porque la tecnología ya se impuso en sus diversas facetas y el país no despierta.
El avance tecnológico entró en una vorágine a nivel global de tal magnitud que le gana por goleada a la eterna siesta uruguaya y al discurso efímero de sus gobernantes.
Una iniciativa del diputado de la Lista 711 del Frente Amplio, Felipe Carballo, pretende efectuar un mapeo de los empleos que se extinguirán y los que se crearán. En su exposición de motivos, Carballo se refiere al telemarketing, fabricación industrial, transporte, logística, administración y contabilidad. El legislador plantea que el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) elabore y actualice una matriz de riesgos y oportunidades de puestos de trabajo. Esta tarea implicaría un mapeo de los diversos sectores públicos y privados de la industria, el comercio, agropecuarios y de servicios, a fin de identificar los puestos que se crearán y destruirán en los próximos cinco años. Allí también se definirían las competencias necesarias de los trabajadores para lograr una mejor adaptación e identificar las modificaciones legales que deben hacerse ante la nueva realidad.
Con una formación adecuada, se evitaría el impulso de la desocupación en determinados segmentos ante una automatización que llegó hace rato. Y las nuevas tecnologías no atraviesan únicamente los servicios informáticos, que a esta altura ya resultan básicos, sino estaciones de servicio, cajas de supermercados y camiones con manejo autónomo, al igual que los drones para el control de las haciendas.
Y nada de esto se ha tomado con la seriedad que amerita porque continuamos con la mirada puesta en un Uruguay y –sobre todo– un Paysandú fabril que ya no existen en ese mapa de puestos de trabajo que seguramente nos traiga mucha nostalgia, pero nos remita a otras décadas.
No es una novedad que esta tecnología mueve el mundo de los negocios, porque con la inmediatez que nos brindan esos dispositivos, nos enteramos al instante de la forma de trabajo en otras regiones. El problema permanece en los bajos niveles educativos de la población que encuentra trabajo en los sectores primarios, pero hasta que la discusión no se saque la camiseta enchastrada de ideología y se enfoque con la seriedad que amerita, seguiremos hablando de “pérdidas”.
Es inexorable el camino a la destrucción de puestos de trabajo, pero también debería ser inevitable el sendero de recuperación de empleos con calidad y no recurrir siempre a los manotazos para salir del paso, con la instrumentación de diversas figuras sociales a las que parece una obligación defender con contratos más o menos precarios.
El Inefop se fijó la meta en 2017 de finalizar el año con un total 100.000 capacitaciones a trabajadores y empresarios a nivel nacional. Sin embargo, sus autoridades han demostrado con orgullo que el período cerró con más de 130.000. El gran asunto en cuestión es que nos resta conocer la capacidad de inserción laboral que tuvieron esos trabajadores y si los saberes adquiridos van en línea con la exigencias del mercado de trabajo actual. A juzgar por el panorama de empleo precario y desempleo existente en Paysandú que se encuentra por encima de la media a nivel nacional –un tema que abordó con preocupación el plenario departamental del Pit Cnt– solo queda por saber si los certificados entregados realmente sirvieron para una correcta reinserción. De lo contrario es una entidad más que va por cumplir “metas prestacionales” en sus informes, cuando no alcanzan sus objetivos en la realidad. Y también se deberá conocer los niveles de preparación académica de las entidades capacitadoras contratadas para tal fin, porque sobre eso no se conoce nada.
Tampoco es una novedad que la industria es el sector que ha perdido mayores puestos de trabajo y particularmente en Paysandú eso no es noticia. Entre 2014 y 2017 se destruyeron miles de puestos en el sector manufacturero, con una contracción de 9,4%. En números significó que hubo 18.267 trabajadores menos, en números fríos. Pero en la realidad de los territorios, casi siempre hablamos de personas que toda su vida hicieron la misma tarea y a determinada etapa, se encontraron sin empleo. Por eso, el escenario se vuelve más panorámico. Según el Instituto Nacional de Estadísticas, en comparación con 2014 que registró el máximo histórico de ocupados, en 2017 se registraron 37.175 menos.
Tomando el mismo período, hay 10.903 trabajadores menos en la forestación, pesca y sector agropecuario, que se transforma en una contracción de 6,93%. La construcción tuvo una caída de 7,83%, con 10.626 ocupados menos, seguido por el comercio que perdió 9.123 puestos.
Y si hablamos de febrero, la caída se profundizó con 19,3% de pérdida de puestos de trabajo. Es notorio que el tema del empleo no está en la agenda legislativa y en un año preelectoral, donde se deberá votar la última Rendición de Cuentas, aparece alejado en el horizonte de las prioridades.
También es notorio que hay otros temas que “rinden” mucho más al vasto escenario de actuación parlamentaria. Pero no debemos olvidar que este gobierno tiene las mayorías necesarias para sacar los temas del olvido, resolver sobre lo que verdaderamente importa y acelerar el paso antes que sea demasiado tarde. Porque los discursos sobran cuando las cifras hacen su tarea.