Con mirada retardataria y sesentista

La interna de la fuerza política del gobierno arde y lo peor de todo es que los sectores opositores no han sido los que instalaron debates sobre los cuales deberán discernir ideología de sentido práctico. Ahora la pelota embarrada salió desde adentro y así como se unen para blindar al gobierno contra una oposición que todavía no sabe canalizar el enojo ciudadano, se encuentran en la difícil tarea de recomponer una interna discutida e histérica.
Cuando aún no finalizó el tercer gobierno y ya quieren ir por el cuarto mandato, la gritería sale con una asiduidad agotadora. Mientras el plenario no contaba con el consenso para votar en el Parlamento un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Chile, algunos sectores “festejaban como goles” los votos negativos. Y, al tiempo que se reafirmaba la partidocracia, otros referentes –asustados– pedían cambios en la estructura interna porque, recién ahora, cuestionan su representatividad.
Si antes hacían gárgaras por la unidad y el “consenso seregnista”, hoy alcanza con leer sus declaraciones para saber dónde se dirimen las diferencias. Porque no basta con el argumento que remite a los orígenes de la coalición de izquierda que unió, bajo un paraguas común, a fuerzas tan diferentes. Hoy son gobierno y los cruces de opiniones entre integrantes de una misma fuerza, se asemejan al arco opositor que mira desde fuera.
Por el momento transcurre un cuarto intermedio sobre el cual trabaja el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, a fin de evitar lo que algunos pronostican: una votación dividida en un tema crucial. El dirigente trata de “bajar la pelota” y por eso suspendió el Secretariado Ejecutivo, según se indicó desde la interna de la fuerza política. Es que en los últimos encuentros –además del TLC con Chile– quedaron de manifiesto las diferencias existentes en torno al proyecto de ley que otorgaba una solución a los denominados “cincuentones”, o el impuesto a los retirados militares.
Sin embargo, parece que la mano de yeso se impone a toda costa antes que la libertad de acción y la preocupación sigue instalada en la unidad partidaria, en vez de respetar la Constitución o en preocuparse por quitarle la rigidez impuesta a un asunto que rompe los ojos, como la inseguridad ciudadana y el incremento de los homicidios.
Importa ser más papistas que el papa, aunque la realidad no tenga una lectura lineal y requiera de mayores elementos que, en ocasiones, no están contenidos en un programa de gobierno. Con un presidente de la República debilitado y con un presidente de la fuerza política desautorizado, no es difícil de suponer el agotamiento y las discusiones que se observan en el Parlamento.
Allí las agresiones conforman el Orden del Día y son un asunto más para resolver en las bancadas. A tal punto, que resolvieron comenzar gestiones para evitar el cambio de clima que se tornó agresivo, intolerante y por fuera del relato de republicanismo al que nos tienen acostumbrados. Por esa razón es que los debates trascienden los límites políticos y se plantan en acusaciones personales que ponen fin al buen relacionamiento democrático que debería ser constante.
Y eso se refleja en la interna que gobierna, donde una estructura anquilosada sostiene una brecha con lo que elige el electorado. O como relata el sector Banderas de Líber, que ciertamente es minoritario, pero su opinión analiza de manera descarnada lo que ocurre: “La tensión entre la ficción y la realidad hizo explosión en el último Plenario llevando la situación a lo inaceptable cuando tres grupos que concentran el 20 por ciento del voto frenteamplista, gracias a maniobras burocráticas, impusieron una decisión contra el 80 por ciento de los votos obtenidos en las urnas”.
Ahora, Asamblea Uruguay saldrá a buscar los votos de las departamentales que se abstuvieron (7 en total) y tratará de convencer a aquellos que no acompañaron la iniciativa. Pero la estructura permanecerá igual: se manejará de forma totalitaria y dirimirá sus diferencias con declaraciones de diversos tonos. Para eso, alcanza con elegir el medio de comunicación y el prime time de un informativo.
Sin embargo, quedará en evidencia la incapacidad de reacción y acción, porque –a menos que ocurra un terremoto político– todo es demasiado previsible. Y el mientras tanto, que también juega su partido, hace que algunos referentes salgan a pedir la renuncia de jerarquías, como Mario Layera, porque sus declaraciones van contra del pensamiento frenteamplista, y otros –como el propio presidente del FA– exhorte a una “reflexión serena” que conlleve a un debate de todos los actores políticos sobre la violencia, por la cual reconoció que “hay dificultades”. Si el problema es el costo político de reconocer errores, entonces ya existe implícito un costo político no asumido. El nudo de la cuestión es hacia dónde se disparan las responsabilidades o si se hace como siempre y logran derivar una vez más la atención del asunto principal.
Los prejuicios ideológicos son tan notorios que se los ve más preocupados por la prisión de Lula o la respuesta bélica en la Franja de Gaza, que a los reclamos diarios que quedan plasmados en cámaras de videovigilancia que confirman un incremento sustantivo en la violencia con la que se ejecutan los actos delictivos.
Resultan decepcionantes y decadentes los cruces entre legisladores del partido de gobierno, porque se nota demasiado que se encuentran ocupados y en otra sintonía.
Cada vez se torna más difícil separar lo accesorio de lo fundamental y el anclaje sesentista juega una mala pasada en un mundo vertiginoso y cada vez más digital. Habrá que mirar hacia adelante y reconocer que el mundo entero funciona de otra manera, porque las regresiones y miradas retardatarias ya vimos –por experiencia propia y ajena– que no nos sirven.