Contracumbres, voluntarismos y la realidad

Cada reunión del G-20 conlleva una gran movilización previa, durante y posterior al encuentro, donde se amalgaman consideraciones de carácter político, ideológico, económico y de intereses contrapropuestos; el hecho de que el grupo se reúna dentro de pocos días en Buenos Aires, potencia sin dudas las repercusiones por estas latitudes, generalmente ajenas a la convulsión acotada a que dan lugar estos encuentros periódicos.
Precisamente, la Cumbre del G-20 de Buenos Aires será la 13ª reunión del grupo, y se realizará entre el 30 de noviembre y el 1º de diciembre de 2018 en Buenos Aires, por primera vez en Sudamérica.
A esta altura ya ha habido repercusiones para todos los gustos, pero objetivamente corresponde señalar que durante el desarrollo de la Cumbre entre los líderes mundiales Argentina albergará más de 45 reuniones en varios niveles gubernamentales y áreas en 11 ciudades diferentes del país.
A grandes rasgos, las prioridades en la agenda del grupo para este 2018 comprenden el futuro del trabajo, con las miras puestas en que el sistema educativo necesita capacitar a las personas para la vida y el trabajo en el siglo XXI, infraestructura para el desarrollo (los países necesitan caminos, puentes, transporte público y obras sanitarias para crecer) y encaminarse a un futuro alimentario sostenible, desde que el mundo necesita un sistema de provisión de alimentos más inclusivo y eficiente.
Difícilmente pueda alguien estar en contra de estos enunciados, aunque sectores radicales de izquierda y otros grupos anárquicos, incluyendo grupos ambientalistas, se las ingenian para hacerse presente ante cada cumbre, con gran apoyo logístico para protestar –a menudo por métodos violentos– y hacer escuchar ante la reunión de “los patrones” de la economía mundial –los “opresores” y “hambreadores”, y los “ricos explotadores”– es decir la acostumbrada sarta de eslóganes para “enganche” fácil de quienes hacen de carne de cañón en los disturbios.
Poco y nada de ideales y mucho menos de acciones y efectos prácticos en pos de los objetivos de quienes protestan, pero sí es una forma de mantener prendida una especie de “vela al socialismo” y regímenes afines, como hacía el expresidente José Mujica cuando disponía el “préstamo” de decenas de millones de dólares de los uruguayos a emprendimientos voluntaristas de colectivos de trabajadores, sin ningún futuro y condenados de antemano al fracaso, como quedó demostrado.
Precisamente el propio Mujica había sido invitado a la “contracumbre” en Buenos Aires, prevista como una especie de respuesta testimonial de expresidentes y exjerarcas de gobiernos “progresistas” de la región ante la ultraderecha enquistada en el G-20, pero la cosa no les ha salido muy bien, porque hasta el propio exguerrillero tupamaro les ha dado la espalda a último momento a sus excolegas, y para justificarlo dio a conocer una carta.
Es así que divulgó nota en la que expresó que no quiere colaborar con la imagen de la “contracumbre” que se da respecto al foro que lunes y martes se realiza en Buenos Aires.
La denominada “contracumbre” reúne a cerca de 70 referentes políticos de distintos países latinoamericanos y europeos en Buenos Aires, justo una semana antes de que los líderes políticos del mundo acudan a la capital argentina para celebrar la cumbre del G-20.
Las expresidentas Dilma Rousseff, de Brasil, y Cristina Fernández, de Argentina, encabezaron el foro y llamaron a construir amplios frentes populares para enfrentar a las derechas en América Latina, pero Mujica, quien iba a asistir, en una carta pública, dijo que más allá de que hacía “mucho tiempo” que ya se había comprometido a participar en el evento, “en estos días, los medios de prensa cultivan la imagen de una contracumbre y eso está instalado en el imaginario de nuestras sociedades”.
Aclara que entiende que esa “no sea la intención” del organizador Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), “pero no debo contribuir a crear obstáculos subjetivos como los que abundaron en la historia del Río de la Plata”.
“Estoy obligado a ser muy prudente en esta tan especial coyuntura y colaborar con el interés de mi gobierno y mi pueblo”, señala, y agrega que “por estas razones lamento no poder cumplir el compromiso acordado”.
Una redacción que deja mucho en una nebulosa, pero naturalmente ha asumido que se le había colocado en una posición incómoda por los eslóganes de siempre y que ha debido hacer malabarismos para quedar bien con Dios y con el diablo, o no demasiado mal con ninguno de los dos. Es que el “como te digo una cosa te digo la otra” no ha perdido vigencia, y más cuando se está en la disyuntiva de seguir en la ola voluntarista o asumir responsabilidades.
Pero en cambio sus excolegas Cristina Fernández y Dilma Rousseff no han perdido la oportunidad de recuperar protagonismo y están en su salsa, en la contracumbre del voluntarismo y la demagogia, aunque los organizadores del foro, que tendrá debates y ponencias en distintas sedes toda la semana, rechazaron la etiqueta de contracumbre. La idea es crear “espacios de multilateralidad y no una contracumbre del G-20”, dijo el secretario ejecutivo de Clacso, Pablo Gentile, aunque nadie se lo cree.
Igualmente, ya Fernández y Rousseff alertaron el martes del auge de la ultraderecha y el neoliberalismo en los países latinoamericanos, y la exmandataria kirchnerista culminó la mañana de la primera jornada del foro con duras críticas al gobierno de Mauricio Macri, a quien acusó de haber endeudado el país con políticas neoliberalistas.
“Hoy Argentina vuelve a tener el cepo estructural que tuvo durante décadas a partir de 1976 y una deuda externa sin precedentes. Endeudaron el país”, declaró la exmandataria.
Su par brasileña Dilma Rousseff participó del encuentro con el panel “Democracia, ciudadanía y Estado de excepción”, y expuso la “trágica” situación que, en su opinión, vive su país tras la ascensión de Jair Bolsonaro. “Era inimaginable en Brasil que la extrema derecha ganara un proceso electoral”, consideró.
Las coincidencias entre ambas expresidentas salta a la vista: ni una autocrítica, ni una referencia a la enorme corrupción durante sus gobiernos, con miles de millones de dólares que fueron desviados de las “causas populares” hacia los bolsillos de los gobernantes, dirigentes sindicales y poderosos, en tanto el argumento de que sacaron en ambos países a millones de personas de la pobreza se cae por su propio peso: solo hubo asistencia social en dinero y consecuentes ingresos para sacar de la franja de pobreza… en las estadísticas.
Pero no se crearon fuentes de empleo ni condiciones para hacerlo sustentable, solo para justificar las montañas de dinero que enjugaban los sobrecostos y disimulaban las coimas. Y cuando se terminó el dinero de los otros… vuelta a lo mismo, solo que con más frustración y muchos recursos tirados a la basura. Y encima culpan a los otros por el desastre que les dejaron.