Solicitada

Sr. Director.
Como es mi costumbre le pido pueda publicar esta nota dirigida a la colectividad sanducera en general.
La Intendencia Departamental es una institución que tiene el deber de hacer o realizar obras en beneficio de todos, y para ello tiene que usar equipos y elementos para señalizar obras, recoger la basura, cambiar las lámparas descompuestas, levantar ramas y otras cosas que desaprensivos dejan tiradas al lado de las volquetas. La gran cantidad de balizas señalizadoras para prevención que hay y que son necesarias para evitar accidentes, en un gran porcentaje son corridas de su lugar con malicia, en perjuicio al prójimo al punto tal que no se podría cuantificar el daño; otros las rompen y las tiran lejos de donde deberían estar. ¿Qué logran con esa maldad? Esperan que alguien se lastime, siendo, tal vez, hasta un familiar de quien actúa con tanta falta de consideración. El costo que tienen esos elementos, ¿quién los paga? Seguramente el destructor no, pero sí, usted, yo, los vecinos.
Usted tiene una volqueta a su servicio para que la basura sea retirada todos los días, pero también hay gente desconsiderada que tira adentro, piedras, escombros, hierros, maderas, y afuera dejan heladeras, cocinas, calefones, tachos, etcétera, etcétera. Lógicamente que no están colocadas para eso, sino para darles un buen uso, en una sociedad supuestamente civilizada y moderna.
A veces al recorrer la ciudad se ven verdaderos basurales alrededor de las volquetas y en lugares céntricos. A muchas les rompen la tapa y así quedan hasta que terminan de romperse, acortándose así su vida útil. Tienen un costo alto. Les roban las ruedas, las queman, las dan vueltas, etc.
Por otro lado, usted terminó de pintar la casa, el muro, quedó muy lindo el barrio, pero cuando se descuida, lo dibujaron, lo rayaron, le escribieron cosas fuera de lugar, ensuciando y tirando por el suelo, el sacrificio que se hizo por mejorar.
Si se plantan árboles, que hoy son muy necesarios con las temperaturas que hay que soportar, y que siempre es buena la sombra de los árboles que nos protejen del sol y que oxigenan el ambiente y bajan las temperaturas en una ciudad calurosa y con tan poco árboles, éstos son arrancados, destruidos o quebrados. ¿Quién paga el costo de esto y quién sufre la falta de los mismos? Quienes los necesitan y no los tienen.
Se cambian luces rotas y las vuelven a romper, como haciendo un desaire a la gente que los necesita, más aun suponiendo que cuanto más luces hay también hay más seguridad.
Roban los cables del tendido eléctrico dejando sin electricidad a los usuarios; los desaprensivos y sucios que en su auto van a tirar la basura a lugares totalmente visibles y donde se ven (caso la cortada Fortunato) las vías o tiran donde está limpio o en lugares donde se acumulan las cosas pareciendo un vertedero.
Se toman un refresco y la botella la dejan donde está, aún sabiendo que ensucia; fuman y la colilla va a donde se les antoja dejarla; escupen a cualquier lado y aunque haya gente circulando usan el vehículo para correr y no para andar correctamente; la gran mayoría no va a escuelas, liceos o lugares públicos a dar una mano para mantenerlos y, sin quizá, donde concurren familiares a aprender o a asistirse; ya muy pocos saludan al empezar el día, o al terminar, se hace provecho delante de todos; se anda con una botella tomando por cualquier lugar y más feo aún, donde andan niños.
Se anda caminando, en auto, moto, bicicleta y el celular parece ser el primer componente del vehículo, desatendiendo el tráfico donde va distraído, hablando o escribiendo y a la vez poniendo en riesgo la integridad de los demás.
Gran cantidad de papás van a ver a su hijo, sobrino, vecino o familiar al baby fútbol y en lugar de disfrutar ese juego donde el niño se sumerge, empiezan a gritar cualquier cosa a quien sea olvidándose que es un juego donde el niño aprende un montón de cosas, pero lo más feo es que le quedan los gritos y los epítetos que allí escucha para siempre. Y eso pasa en casi todos los deportes donde se compite.
Doy estos ejemplos que pueden ser muchos más para analizar el decaimiento y la falta de valores que estamos trasmitiendo a los chicos y chicas y que está desgarrando la sociedad a pasos agigantados. Ya no existe el buen comportamiento en casi ningún estamento y a cualquiera le da lo mismo cualquier cosa abandonando la práctica de las buenas costumbres que han sido pilares en sociedades anteriores.
Ese comportamiento errático, desgarbado y sin interés de mejora social, aún está cobijado por leyes de liberación no sé de qué y su aplicación en los juzgados que deja mucho que desear.
Esto provoca que todo se deteriore de tal manera y perjudicando a la gente correcta –que está quedando cada vez más encerrada en un sistema prefabricado para que esto ocurra– y haga que exista una desfachatez sin fronteras. El bandido roba, va con prisión domiciliaria por unos meses y queda pronto para otra bandideada y si no con 3, 6 u 8 meses, limpia su foja y qué le importa salir y delinquir de nuevo pues si robó no devuelve nada y ello provoca que luego haya mucho miedo. Y gobernar con miedo es fructífero.
Pero también provoca que las intendencias u oficinas públicas estén atadas de pies y manos para hacer denuncias y si las hacen, la mayoría no tienen eficacia.
Así con el deterioro de la sociedad, las ciudades comienzan a flaquear y como aquí en Paysandú, golpeado por la falta de trabajo y oportunidades, los jóvenes empiezan a emigrar y los mayores se sostienen como pueden haciendo que todo esté cayendo paulatinamente.
Si esto no se corta, en 10 años será indominable y van a pasarnos por arriba las malas prácticas de nuevas generaciones. Basadas en impunidad, desprolijidad y descreimiento general.
Queda la impresión que esto está digitado así para la destrucción cultural que teníamos en base al sacrificio de nuestros abuelos y padres, y crear otra sociedad de distinto pensar y accionar para dominar los estratos sociales deshechos de una forma irremediable.
Es un trabajo hecho silencioso pero dirigido constantemente a formar un nuevo sistema liderado por las malas prácticas y la distensión de la sociedad.
¿Por qué hago este razonamiento? Porque nos estamos hundiendo aquí en Paysandú a pasos agigantados, nos hemos quedado rápidamente sin la mayoría de fuentes de trabajo, todas aquellas que tenían miles de obreros juntos, como yo conocí y se fueron por varios factores, dejando fuera del círculo de trabajo a miles y produciendo un vacío casi imposible de llenar.
El Paysandú progresista que existía se ha ido demoliendo y se va quedando casa vez más gris a no ser que reaccionemos y volvamos a tener el valor de crear un ambiente fuertemente basado en el trabajo y el progreso.
Progresismo no es una palabra solamente, sino que para ser progresista la persona debe transformar su apatía en acción y colaborar activamente en acciones tendientes a hacer crecer la ciudad y la sociedad sin pedir nada más que su adelanto y apertura, y no contentarse con esperar soluciones de las autoridades desbordadas en todo.
Paysandú lo necesita imperiosamente, no debemos dejarlo caer sin recuperar el espíritu sanducero; lo necesitan las nuevas generaciones para poder desarrollar su vida y sus ilusiones como pasaba antes. No justifiquemos la inacción y enfrentemos los desafíos de ganar a lo malo.
Víctor Santos