Entre ausentismo y los altos costos

Más allá de la problemática inherente a los altos costos de insumos, relación de precios, mercados, rentabilidad, entre otras variables que aquejan indudablemente a la industria uruguaya, los ejecutivos del sector consideran que existe una marcada incidencia de falencias en recursos humanos que les ocasiona un adicional de problemas, más allá de la coyuntura económica.
Es así que en el marco de la conferencia “La industria responde”, organizada por la Asociación Rural del Uruguay, diario El País y Radio Carve, los industriales Alberto González, director del Frigorífico Las Piedras, Daniel de Mattos, director de Breeders & Packers Uruguay, y Marcelo Secco, CEO para el Cono Sur del grupo Marfrig, subrayaron que el ausentismo laboral es hoy la segunda preocupación de la industria frigorífica, luego del precio del ganado en pie que faenan y sumado a los costos internos que tiene Uruguay.
En esta problemática Daniel de Mattos sostuvo que “el ausentismo laboral tiene que ver con la eficiencia, con la baja rentabilidad que nos genera, no con el aumento de costo real de la faena, que pasó de 2.000 pesos hace cinco años a más de 4.000 por animal”.
Dijo que tiene que ver con la eficiencia, “no porque los que van a trabajar sean menos eficientes, sino por los que no van a trabajar, en un sistema de cobertura social que hoy se está abusando y usando mal”.
Consideró que naturalmente “los que laburan y van a trabajar son la mayoría, pero el tema es que cuando se saca una de cada cinco personas en una línea de trabajo, la eficiencia cae”, y eso “hace que los costos aumenten más de lo que han aumentado”, en tanto puntualizó que lo importante es poder controlar lo abusivo que está siendo el tema del ausentismo en el Uruguay de hoy”.
En la misma línea, para Marcelo Secco “en un país donde en la agenda política se maneja un capítulo de paz laboral, es preocupante para un inversor extranjero. Es tema de todos los días el manejo de los recursos humanos, pero independientemente de eso, hay que cuidar el país”, dijo, en tanto Alberto González evaluó que el ausentismo laboral “es un tema recurrente, se está viviendo y lamentablemente en un año en que políticamente será activo, puede llegar a tener mayor gravitación”.
Este escenario no se da solo en la industria frigorífica, por supuesto, sino que salvo alguna excepción es una constante en empresas de todos los rubros, y por supuesto se potencia en las empresas y dependencias del Estado, donde a las exigencias y condiciones benignas –por decir lo menos– para cumplir con tareas y horarios de trabajo, se agrega el hecho de que los controles brillan por su ausencia y como bien decían los mencionados ejecutivos, se hace un abuso de las normas que se han dispuesto para atender una problemática laboral con el objetivo de una cobertura que permita que los trastornos de salud no perjudiquen los ingresos del trabajador.
El punto es que estos abusos, exacerbados en el ámbito estatal, también perjudican al sector privado y en el caso de la industria afectan las cadenas de incorporación de valor y distorsionando la producción, sin que a la vez se cuente con mecanismos de control eficaces y la asunción de responsabilidades para que haya equilibrio en la ecuación y al final no terminen pagando justos por pecadores.
Porque cada vez que por “viveza criolla” e indolencia se abusa del ausentismo, a menudo con justificativos médicos truchos o en extremo tolerantes, se está afectando a los demás trabajadores con tareas recargadas por ausencias pero a la vez condicionando a que se mire de reojo al siguiente empleado que apela a este derecho justificadamente, y se meta en una misma bolsa a quienes hacen un uso legítimo de esta cobertura y a quienes buscan la “ventajita” del momento.
Lamentablemente, esta distorsión por incumplimiento de obligaciones inherentes a todo contrato laboral, se enmarca en un decaecimiento de valores en prácticamente todas las áreas, porque se ha potenciado la agenda de derechos pero no de la contraparte de cumplir con las obligaciones, por cada uno de nosotros y por los demás, y este escenario es por ejemplo flagrante en el ámbito de la educación, sobre todo a partir de la rama Secundaria, donde hay marcado ausentismo y deserción, así como desmotivación.
En el sector laboral, además, existe una gran movilidad en la plantilla de personal, consecuencia entre otros aspectos de tendencia a la frustración y escasa disposición para contraer obligaciones, y en muchos casos de no asumir que hay contrapartida de responsabilidades a cumplir, en el contexto de ganarse la vida por el esfuerzo de cada uno.
Estamos ante una problemática prioritaria y de interés general, desde que refiere nada menos que al trabajo, la cultura y la educación y su indisoluble interrelación en aras del progreso del país, su crecimiento con desarrollo y la sustentabilidad de las políticas que se lleven a cabo.
Pero además este déficit manifiesto de responsabilidad en el mundo del trabajo y el de la educación, viene precedido de las falencias de la formación que se da en cada hogar, en la escala de valores. Paralelamente, no se trata solo de capacitar e incrementar capacidades, además de ampliar oportunidades de ingresar al mundo del trabajo, sino que es preciso además orientar a que se asuman mayores responsabilidades. Se trata en realidad de generar un compromiso con el trabajo, con el desarrollo, la capacitación, la formación de capacidades, vinculando el trabajo con la educación.
Es en esencia librar la batalla por potenciar la cultura del trabajo y en contra de la cultura de la indolencia y de que todo da lo mismo, inculcando la importancia del esfuerzo y la capacitación, de la inteligencia y la constancia aplicada al trabajo, de la asociación entre el capital y trabajo.
Es que si bien la cultura del trabajo es en buena parte ínsita a la persona, también en gran medida se inculca desde el hogar, desde el círculo social, desde los ámbitos de la educación y también desde las propias empresas, incorporando elementos de estímulo y motivando al crecimiento del funcionario dentro del propio ámbito en que se desempeña.
Pero sobre todo a través de políticas desde el Estado que estimulen el trabajo y no la indolencia, el cumplimiento de la jornada laboral y hacer respetar las normas por todas las partes de la relación laboral, en el entendido de que la cobertura social debe ser un derecho y una protección, en un sensato equilibrio, pero no un vale todo para cobijo de abusadores.