El Frente Amplio tiene una habilidad especial para ubicarse de los dos lados del mostrador. Y lo hace a sabiendas que esa actitud contemporizadora no pasará desapercibida, sino que provocará reacciones de propios y ajenos con resultado dispar.
Es el caso del ministro de Economía, Danilo Astori, quien en el relanzamiento del Frente Líber Seregni que lidera, reconoció que desde el gobierno “no hemos sabido manejar la calidad del gasto público”. Claro que no lo dice cualquiera, sino precisamente quien tenía a su cargo un mejor manejo del gasto público.
Porque Astori nunca fue un espectador pasivo en las últimas tres administraciones, sino todo lo contrario. Durante la primera presidencia de Tabaré Vázquez fue su ministro de Economía, en la gestión de José Mujica fue su vicepresidente y retornó a la titularidad de Economía nuevamente con Vázquez. Es decir que por 15 largos años, se sienta a la mesa de las grandes decisiones y ha visto pasar varias rendiciones por su escritorio como para reconocer que no se hizo un buen uso de los recursos.
Era el vicepresidente que vio todas las desprolijidades posibles y calló. El segundo al mando que dejó hacer y dejó pasar las peores formas de gestiones de un ente autónomo. Pero habla ahora. También es el ministro que quiso explicar las razones de una “consolidación fiscal” porque la palabra “ajuste” no le gusta, para dar a entender un aumento de impuestos que finalmente hubo que aplicar para sacar plata de algún lado y tapar el soberano agujero denominado “capitalización de Ancap”. Y que, ciertamente, aún seguimos capitalizando porque el pago de los combustibles más caros de la región no es otra razón que eso.
El ministro dice ahora que “hicimos cosas mal y otras ni siquiera empezamos”. Sin embargo, hay que recordar que cuando Vázquez volvió a ganar las elecciones en 2014 y Astori era prácticamente el primer nombre confirmado para el gabinete, aseguró que “no habrá ajuste fiscal ni aumento de impuestos a partir del 1º de marzo de 2015”. A fines de 2014, decía que el escenario económico estaba asegurado por las medidas adoptadas en los campos “monetario, fiscal y de medidas heterodoxas” como los acuerdos de precios puntuales.
Y estaba tan seguro que sostenía todo con la frase “de ninguna manera” porque el gobierno que iba a asumir en los meses siguientes no tenía necesidad de hacer el tan mentado ajuste.
Incluso iba más allá. Astori estaba convencido de la “holgura financiera que ha logrado el país, que tiene la menor deuda neta y las mayores reservas de su historia”. Lo que pasó en la realidad y no en el escenario que fluía por la cabeza de Astori, es conocido por todos. Hubo un ajuste fiscal y el destino de más de mil millones de dólares para capitalizar un ente monopólico y que fija los precios que se le antoja a sus directores, entre otras medidas que no responden a una “herencia maldita”.
Sin embargo, hace dos días dijo que las propuestas de algunos precandidatos como la de generar 100.000 puestos de trabajo o eliminar el IASS, son irresponsables y carecen de seriedad. Según el ministro, “como uruguayo no me gustaría que eso pasara en esta campaña electoral. Promesas en el aire sin señalar como se van a llevar adelante le hacen mucho daño al país”.
El actual ministro y exvicepresidente reclamó autocrítica en su fuerza política, “porque si lo que dije hasta ahora no fuera suficiente, compañeros y compañeras, la corrupción también llegó a nosotros” y pidió a sus correligionarios que no relativizaran lo ocurrido en Uruguay, en comparación con otros países de la región. “Se me podrá decir, y ustedes estarán pensando que la corrupción uruguaya es menor que la que hubo en América Latina, que fue gigantesca. Pero no hay corrupciones grandes y corrupciones chicas. Compañeros: la corrupción es corrupción y no la podemos permitir”.
Es conocido por todos el cruce de cartas que públicamente se lanzaron Mujica y Astori, echándose culpas mutuamente por las desprolijidades en el manejo de Ancap, cuando se abrió una comisión investigadora en el Parlamento. El líder del MPP, que al final de la ecuación salió totalmente indemne y sin ningún rasguño, le reprochó al ministro que no haya denunciado en las reuniones de gabinete “la mala gestión” de Ancap y las razones por las cuales no se reconocieron los costos de distribución de 800 millones de dólares del ente y por sugerir que no se trasladó a los precios para no presionar a la inflación.
De hecho, el ministerio de Economía –en ese entonces a cargo de Fernando Lorenzo de la línea astorista– estaba al tanto de la totalidad de las inversiones que hacía el ente porque era precisamente el que disponía los recursos. Allí Mujica aplicó su famosa frase: “No me van a llevar con el poncho. Siento que me quieren llevar con el poncho, porque me pegan un garrotazo y después me dicen unidad. No te la llevo”.
Por su lado, Astori recordó que en una tensa sesión del Consejo de Ministros, reclamó por el “gasto fuera de control” en Ancap. Como sea, todos se pasaron la pelota, nadie se hizo responsable y nos enteramos, recién a finales de 2015 y a través del trabajo de una investigadora en el Parlamento, de la entidad que alcanzó el mal manejo en el organismo.
En cualquier caso, quien veía lo que pasaba no pegó el grito con suficiente estruendo como para detener el chorro del malgasto que a la larga pagamos todos. Sin excepción.
Ese es un ejemplo de cómo sostuvieron con irresponsabilidad e incompetencia un discurso, sin tomar acciones que cerraran una sangría evidente. Porque después –y solo por mencionar unos pocos–, podemos hablar de los cheques sin fondo de Pluna, de una planta de cal que sigue dando pérdidas, de Gas Sayago sin terminar y sus vinculaciones con una empresa brasileña investigada en otros países por el caso Lava Jato que ha descabezado cúpulas enteras de gobiernos de otros países latinoamericanos.
Lo cierto es que ahora lo mira desde fuera. ¿Dónde estaba mientras los hechos ocurrían? ¿Qué hizo para evitarlo? ¿Si no era escuchado por qué sostuvo su lugar de vice en un gobierno que amparaba actos de corrupción y los defendía con dialéctica? Y sobre todo: ¿por qué habla ahora? Probablemente sea la reacción de un candidato frustrado. Porque Astori siempre quiso ser presidente y nunca pudo.
La última vez, se lo impidió el propio Mujica. De cualquier forma, si todos fueron parte del problema, entonces no pueden ser parte de la solución.
Cada vez que aparecen estas reacciones, vuelven con fuerza las palabras del expresidente Ronald Reagan: “Se ha dicho que la política es la segunda profesión más antigua. He aprendido que tiene una llamativa semejanza con la primera”.