El “teléfono descompuesto” con Brasil

De acuerdo con el Profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, Juan Luis Manfredi, “La diplomacia consiste en la dirección y la ejecución de las relaciones internacionales por parte de países. Es un instrumento que requiere competencias profesionales, habilidades, destrezas, conocimientos y actitudes para resolver con éxito las tareas asignadas en la ejecución de la política exterior”. En los hechos, la actividad diplomática tiene una importancia fundamental en la defensa de los intereses de los países, más allá de los gobiernos de turno. En materia de las llamadas “políticas de Estado” (invocadas en forma permanente por los mismos políticos que, basados en mezquinos intereses electorales, luego se niegan a celebrar acuerdos que las hagan realidad) la diplomacia constituye una de las principales áreas en las cuales se deben mantener líneas de conducta con miradas de largo plazo. Claramente no ha sido el caso que el actual Canciller Nin Novoa ha mantenido en relación con Brasil, aunque también Argentina ha sido víctima de los múltiples responsable de la diplomacia uruguaya.
En plena campaña electoral en Brasil, y mientras las principales empresas encuestadoras de ese país pronosticaban un triunfo de Bolsonaro, el Canciller Rodolfo Nin Novoa dejó pasar una excelente oportunidad para permanecer callado y expresó: “esperemos que las encuestas se equivoquen”, dejando en claro su rechazo al hoy Presidente de Brasil. Lamentablemente las declaraciones de Nin Novoa contra Bolsonaro no fueron las únicas. La Ministra de Educación y Cultura afirmó que la ciudadanía uruguaya no era “tan retrógrada” como para votar a un militar retirado con las propuestas del hoy presidente. En el mismo error incurrió la vicepresidente de la República, Lucía Topolansky, al afirmar que “Brasil es un país demasiado importante para el continente y por los mismos brasileños lamento este resultado (…) Es preocupante porque va contra la democracia. (…) Mi deseo es que el pueblo brasileño pueda reaccionar para la segunda vuelta y si no lo puede hacer tiene que sentarse a pensar porque lo que va a pasar en un período con Bolsonaro va a ser para el olvido”. Las consecuencias de esta “metida de pata” de Nin Novoa, Muñoz y Topolansky están a la vista: hasta hoy Tabaré Vázquez es el único presidente de la región que no ha sido recibido por Bolsonaro, un gesto que en el ámbito diplomático se interpreta claramente como un retroceso en las relaciones diplomáticas entre ambos países. Resulta llamativo además, que los mismos dirigentes frenteamplistas que sostienen que invocan al tan mentado “principio de no intervención” para evitar cualquier crítica a los gobiernos dictatoriales de Venezuela, Cuba o Nicaragua, se sumen sin dudarlo a los ataques a los gobiernos de Brasil y Argentina, nada más y nada menos que los países con los cuales compartimos nuestra frontera y con quienes nos unen profundos lazos políticos, económicos, culturales y sociales. Queda claro que las autoridades uruguayas han sido omisas en defender los intereses del país ya que tal como lo expresó el primer ministro del Reino Unido, Lord Palmerston (1784-1865) “Las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”.
La incómoda conducta de la diplomacia uruguaya encuentra a Argentina y Brasil ocupados en lograr un acuerdo rápido entre el Mercosur y la Unión Europea, una importante iniciativa en la cual nuestro país vuelve a perder peso político y es ignorado, todo ello como consecuencia de los reiterados ataques que tanto figuras del Gobierno Nacional como legisladores del Frente Amplio han dirigido contra los presidentes de ambos países. De acuerdo con el doctor en Relaciones Internacionales y Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay, Ignacio Bartesaghi “una delegación uruguaya tendría que haberse reunido, al menos con Mauricio Macri para comentarle qué es lo que Uruguay espera del bloque. Sin embargo, estamos en una situación de debilidad cuando dos actores centrales del Mercosur se juntan para ver qué bloque queremos, y mientras tanto estamos Paraguay y Uruguay mirando por la TV el encuentro”, puntualizó. (…) El experto catalogó como un “error político grave” el hecho de que varios actores importantes del gobierno –ministros, el canciller Nin Novoa y la vicepresidenta Lucía Topolansky–, expresaran públicamente que no querían que el brasileño llegara al poder. “Bolsonaro leyó esa prédica”, indicó.
Con su cantinela anti Bolsonaro, el Canciller Nin Novoa y las restantes figuras del Frente Amplio, han colocado a Uruguay en un delicado posicionamiento en la cual estamos sufriendo las consecuencias de no tener una línea directa de diálogo fluido con las autoridades brasileras. Todo esto adquiere mayor importancia si tenemos en cuenta no sólo que Brasil es el tercer destino de nuestras exportaciones con una participación del 12% en las mismas, sino de que sectores estratégicos de la industria nacional se encuentran en manos de capitales brasileros, fruto de un proceso de extranjerización de las riquezas nacionales que quienes se autoproclaman como defensores del “país productivo” y de la clase obrera no solo han permitido, sino que en muchos casos lo han facilitado y hasta promovido. Lejos quedaron los planteos del Frente Amplio cuyas bases programáticas en el año 1971 señalaban “cuatro medidas fundamentales a adoptar, como pilares del proceso transformador: a) Reforma Agraria; b) Nacionalización de la banca privada; c) Nacionalización de los principales rubros del comercio exterior y d) Enérgica acción industrial del Estado, incluyendo la nacionalización de la industria frigorífica”. Casi cuarenta años después la realidad actual dista mucho de que soñaron Liber Seregni, Juan Pablo Terra, Alba Roballo, Juan José Crottogini o Rodney Arismendi: en la actualidad los sectores más importantes de la economía uruguaya están en manos total o parcialmente de capitales brasileros (frigoríficos, banca, estaciones de servicio, curtiembres, arroz, gas por cañería, industria química, etcétera). Ante ello, la actitud asumida por Nin Novoa, María Julia Muñoz, Lucía Topolansky y el resto del Frente Amplio resulta tan incomprensible como irresponsable. En un momento en que una empresa como la curtiembre Zenda ha resuelto cesar casi totalmente su actividad den Uruguay, lo que implicaría el despido de 370 trabajadores (problemática análoga a las planteadas en Petrobras o Montevideo Gas), algunas de estas figuras políticas frenteamplistas debería asumir su responsabilidad ya que gracias a sus actitudes Uruguay no puede contar con un diálogo político que permita que estos sectores se mantengan plenamente activos.
A la luz de todos estos acontecimientos, queda clara la importancia de que la actividad diplomática de nuestro país esté conducida por la defensa de los intereses nacionales y el trabajo decente de sus mujeres y hombres y no por la “solidaridad compañera” con los gobiernos de turno que se traducen en episodios tales como el malogrado “Tren de los Pueblos Libres”, la polémica planta regasificadora, el ingreso sin control de valijas de dudoso contenido o los polémicos negocios con Venezuela. La verdadera defensa de los habitantes de este país requiere, inevitablemente, de una diplomacia con grandes dosis de pragmatismo, tal como el que reclamara el entonces máximo líder de la República Popular de China, Deng Xiaoping, cuando expresó que “no importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”.