Lo que se viene

Si “Indecisos” fuera un partido político, seguramente representaría a “sus votantes” en ambas cámaras del Parlamento uruguayo. Si bien es cierto que en el último momento se definen posiciones y al final del período mejora la imagen del titular del Poder Ejecutivo, con Tabaré Vázquez parece ocurrir lo opuesto.
Solo el 28% de la población aprueba su gestión, el 24% estima que es “buena” y el 41% opina que es mala o muy mala, según Opción Consultores. Es interesante conocer la visión del 23% que ni aprueba ni desaprueba. Lo cierto es que la tendencia a la mirada negativa crece con el paso de los meses, a pesar del comienzo de la campaña electoral. El tema es que hay cuatro precandidatos que hasta el 30 de junio tienen tiempo para defender una gestión, con la cual existen puntos de desencuentro. Paralelamente –y al menos tres de ellos– tuvieron responsabilidades ejecutivas, dos a nivel nacional y uno de carácter municipal, que también deberán defender con argumentaciones válidas que hasta ahora escasean.
Porque la economía, el empleo, la seguridad, la ineficiencia de algunos servicios públicos y el acomodo en el Estado, pesan sobre la imagen del gobierno. En cuanto al primero de ellos –también de acuerdo a Opción– el 70% de los consultados estima que los resultados económicos han sido malos o muy malos. Como sea, y a pesar de las críticas, José Mujica en 2014 tenía mejores índices de aprobación con 46% contra 28 de Vázquez.
En otras tiendas, se nota el esfuerzo por intentar mover la aguja de la apatía y poca movilización popular. Pero los resultados son cortos y alcanza con observar que la paridad entre el primero y el segundo se mantienen como una constante. En cualquier caso, ya avanzado el último año de gobierno, no alcanzó que la figura presidencial mostrara su rendición de cuentas en un Antel Arena, con similitudes de gran comité de base e imagen de acto partidario –porque político lo era– para intentar ayudar a un marcador que avanza poco.
El problema es que la oposición, completamente desunida y discutidora, cree que con el manejo de los costos excesivos del Estado, el déficit fiscal, el aumento de la criminalidad, la falta de empleo o los bajos resultados en la educación, alcanzan como argumentos para ganar elecciones. Y allí se quedan.
Porque si es real que la próxima administración no tendrá mayorías parlamentarias, en caso de llegar la oposición, entonces deberá tejer alianzas –en forma de coalición– para una buena gobernanza y lograr la gobernabilidad, en tanto esta última es imprescindible para la primera. La falta de un claro liderazgo, permitió el incremento de las opciones partidarias y la aparición de nuevos dirigentes que, seguramente, ejercerán su rol para negociar, favorecer o complicar al nuevo gobierno.
En lo inmediato, se nota el desgaste. En referencia al rojo de las cuentas públicas, el ministro de Economía, Danilo Astori, reconoció en marzo que “hasta ahora no hemos logrado alcanzar la trayectoria descendente del déficit fiscal, que nos habíamos propuesto lograr hace un par de años”, en tanto el gasto público “tiene un escaso margen discrecional, porque Uruguay tiene un elevado gasto endógeno”.
O la afirmación del director nacional de Policía, Mario Layera, ayer en El País: “Es difícil que podamos revertir la criminalidad” porque la “distribución de la riqueza no logró disminuir el delito”. O, incluso, más allá de la Ley Orgánica Policial: “No nos pueden obligar a que un policía actúe las 24 horas” porque “así nos están esclavizando”. Con esas declaraciones, solo faltan que den un paso al costado, o en el caso de la verticalidad del Ministerio del Interior, parece que el jerarca espera una reprimenda o destitución, dada su ubicación en la escala de mando. Porque con estas declaraciones, demuestra que ya ganó la delincuencia. Y si esto es lo que tiene para decir un representante del gobierno al frente del país por quince años, con mayorías parlamentarias y que pretende ir por otro período, ni pensar lo que pueda ocurrir con otro sin mayorías y que deba tejer su gobernabilidad a diario. Porque habría que cuestionarse cuáles son los retrocesos existentes en la región bajo otros gobiernos –que tanto critican en la campaña– para ver si Uruguay no estará inmerso en ese mismo panorama.
Con el regreso de los debates que, bien instrumentados, son una herramienta fundamental de la democracia, se observa la confrontación de los programas partidarios y la necesidad de captación de sus votantes, en tanto ocurren en la previa de las elecciones internas. Y se transformaron en una novedad, porque 25 años después, se plantea una forma diferente de hacer campaña para una generación que representa al 10% del electorado, si se tiene en cuenta que unas 250.000 personas votarán por primera vez.
Lo que faltan son discusiones programáticas para que se noten los problemas que realmente afectan a los uruguayos. Y si el encuentro Talvi-Andrade fue un debate de “guante blanco”, ya poco importa si se tiene en cuenta que uno no competía con el otro. Solo hay que esperar a los próximos, o al más cercano el próximo 25, entre Jorge Larrañaga y Carolina Cosse.
Como sea, las internas son importantes en tanto definen los nombres de la próxima contienda electoral, pero resuelven las bases partidarias para el próximo quinquenio, su incidencia en las internas propias de los partidos y aprontarán el escenario para las próximas municipales en 2020, cuando se elijan a intendentes y alcaldes.
Hoy el escenario no está claro para ninguno y están en juego los liderazgos partidarios. Quizás esto ocurre porque no se tuvo en cuenta que el perfil del votante actual se encuentra en una transformación continua y resuelve su voto, ya no por simpatía, sino por efectividad. Y resuelve esto por la sencilla razón que lo atraviesan problemas no resueltos en los últimos años o profundizados, en algunos casos. Pero, como señalábamos más arriba, el “indeciso” puede jugar su propio partido, al tiempo que el “voto en blanco” aparece con un inusual crecimiento. Y eso no significa otra cosa que una visión crítica al sistema, con un ejercicio de la democracia que pasa solo por el obtener un certificado que no lo complique en otros trámites.
El electorado será crítico con su voto y probablemente sea un escenario a tener en cuenta para las dos fuerzas principales que van cabeza a cabeza.