La calle se llama “Manuela Marote de Raña”

No es raro que cada muchos (unos cuantos) años se le cambie el nombre a una calle, obedeciendo a factores a veces de justicia, a veces de temporalidad, a veces de capricho, a veces por política, y alguna otra razón más, valedera o no. Pasa en las mejores familias.
Menos raro es que se le asigne nombre a una calle que no lo tiene. A pesar de que parece simple y de perogrullo, ese sencillo trámite administrativo puede llevar mucho tiempo, cuando se mete de por medio la política entreverada con la justicia histórica.
Ha pasado en muchas ciudades y por supuesto en Paysandú también y así la pobre calle anónima permanece bastante tiempo con el número y ubicación que le asignó el ingeniero agrimensor, esperando se pongan de acuerdo los que se tienen que poner de acuerdo, generalmente los curules.
Pero lo que sí es raro –pero sucede y aquí en Paysandú, más de una vez– es que se le anden cambiando los nombres a las calles, porque sí nomás, o porque alguien se equivocó una vez y después todos le siguen, o por simple ignorancia no corregida a tiempo.
La intención de corregir a tiempo un error (y esperemos que para siempre) es lo que motiva la siguiente nota.
Ya habíamos intentado corregir el error casi eterno de calle “Monte Caseros” (debe ser así, separado) y que vaya uno a saber por que economía de escritura o pronunciación se le había cambiado en algún momento no determinado y quién por “Montecaseros” (todo junto).
Ahora vamos con la señora Manuela Marote de Raña.

DESDE EL PRINCIPIO
La calle número “34 Sur” era una de las tantas sin nombre que se originaron y/o reordenaron en el Plan Regulador que en 1947 encargó el intendente ingeniero José Acquistapace al prestigioso arquitecto Julio Vilamajó, quien falleciera en abril del año siguiente.
El recordado arquitecto sanducero Oscar Vignola (que había participado del proyecto) le dio continuidad a las diferentes etapas previstas del Plan.
En 1951 (segundo gobierno de José Acquistapace) se formó una Comisión especial de Nomenclátor en el legislativo departamental, y con más pausa que prisa se fueron dando las discusiones y argumentaciones, pero no se llegó a nada concreto.
Se había abierto la participación a profesores e historiadores para tener una base más sólida en las decisiones a tomar.
Uno de los asesores en aspectos históricos fue el más que autorizado profesor Augusto Isidoro Schulkin y entre varios nombres que sugirió en abril de 1952 estaba el de “Manuela Marote de Raña”.
En apretadas líneas, transcribimos su argumentación para la propuesta:
“Benefactora de pobres y desvalidos.
Primera presidente de la Sociedad Filantrópica de Señoras, fundada en 1858, benemérita asociación que mantuvo el Hospital Pinilla hasta el año 1911.
Gobernadora sin títulos de la villa entre 1846 y 1863. La historia de sus días se confunde a grandes trazos con la ciudad de sus amores.
Fue madrina en la solemne colocación de la piedra fundamental de la hoy Basílica Menor San Benito, el 25 de Agosto de 1860, tocante ceremonia en que le acompañó el coronel Basilio A. Pinilla.
Era por entonces viuda del coronel federal José María Raña y madre del insigne Emilio Raña, muerto en la Defensa de Paysandú de 1864”.
Tiene muchas virtudes más la insigne sanducera, que le dió a Schulkin para llenar merecidamente ocho páginas de su libro sobre biografías, editado en 1958.
La falta de unanimidad o acuerdos en las decisiones de la Comisión (que se reunía esporádicamente) hicieron que mucho tiempo después se disolviera, dejando como resultado un buen número de nombres sugeridos, para que resolvieran otros. Las circunstancias políticas imponían otros temas en la agenda de los gobernantes.

CONTINUIDAD
En el gobierno del arquitecto Oscar Garrasino, Vignola terminó de ejecutar las directivas del Plan. En lo que se refiere al plano de la ciudad y el nomenclátor, quedaron todas las calles ordenadas por número y orientación cardinal.
Se conservaron todos los nombres de calles y las que no lo tenían se identificaron con número y punto cardinal.
Como decíamos al principio, cuando se mezcla la política con lo técnico hay cosas que se demoran más de lo que deberían, pero hay veces que es inevitable y eso pasó.

SE DECIDEN LOS NOMBRES
Durante el gobierno del arquitecto Oscar Garrasino, durante 1972, se volvió a formar una Comisión de Nomenclátor.
Fue presidida por el edil democristiano “Bachán” Elizeire y a finales de año estaban decididos y aprobados la mayoría de los nombres, entre ellos el de Manuela Marote de Raña, que era uno de los que había sugerido Schulkin en 1952.
Surgieron de allí los nombres de las calles al Norte de Avenida Salto, al Este de Bulevar Artigas, y al Sur de Avenida Soriano, que sólo tenían número.
También se sustituyeron algunos ya existentes y así aparecieron –por ejemplo– Dr. Verocay, Carlos Gardel, Lucas Píriz, Dr. Florentino Felippone, y otros.

VOLVIENDO A DOÑA MANUELA
Hoy la particular calle 34S, (que corre en el sentido Oeste – Este en tres tramos interrumpidos), es llamada de varias maneras equivocadas, donde lo único correcto y que no cambia es el nombre de pila.
Por apellido encontramos: “Marota”, “Marotte” y “Marotta”; y por apellido de su esposo se alternan “Graña” o “Braña”, a gusto del consumidor.
Es “Marote” porque era hija del hacendado español Pedro Marote y Juana Paula Lator.
Nació en 1809 en Curuzú-Cuatiá (Corrientes). En 1817 la familia emigró a la Provincia Oriental.
Se casó el 6 de agosto de 1827 con el militar José María Raña, quien falleció a sus 28 años en la Batalla de Cagancha, el 29 de diciembre de 1839.
Viuda, apaciguado el país, Manuela vivió en su propiedad, una chacra grande un par de leguas al Norte de Paysandú.
En las prolegómenos de la Guerra Grande, se instaló en el pueblo, pensando estaría más protegida que en el campo.
La sorprendió el sitio de Rivera y los vascos de 1846.
Su casa fue un improvisado hospital y la defendió ante el abuso y el pillaje, todo lo que dieron sus fuerzas.
Su influencia en la sociedad era bien marcada. Le llamaban “la Gobernadora” o “Misia Salvarreos” por los derroches de humanidad a favor de los presos humildes, reclusos por delitos de menor cuantía.
Al fundarse en 1858 la Sociedad Filantrópica de Señoras, colaboró con dinero y un terreno que le había regalado su hermano Domingo Marote.
Durante el sitio y bombardeo de 1864 le correspondió colaborar en el cuidado de las mujeres, niños y ancianos en la isla, mientras su hijo, el bravo Emilio Raña, moría en la plaza.
Se refugió unos días en Concepción del Uruguay y no quiso volver a su ciudad mientras ésta estuviera ocupada por quienes la habían atacado. Vivió en Buenos Aires, Salto y Montevideo, donde falleció el 3 de julio de 1867.
Manuela Marote de Raña, no “Marotte de Graña”, como figura desde por lo menos 1995 en los planos oficiales, es un nombre de calle más que justificado, en honor a una heroína de este solar y que merece escribamos bien su nombre. Andrés G. Oberti Rual