Bien ladeados

Hay cosas con las que no se puede tranzar o mostrar simpatía. Las dictaduras, del color que sea, son un mal en sí mismo y aquí en nuestro continente tenemos ejemplos latentes. Por lo tanto, hay que denunciarlas, combatirlas y, siempre, hacerles saber que se está en contra de ese régimen. Nunca ser cómplice o demostrar algún tipo de amistad hacia gobiernos que excluyen a su pueblo.
Por lo tanto, ha sido correcta la decisión del gobierno entrante uruguayo de excluir en la ceremonia de investidura de Luis Lacalle Pou, el próximo domingo 1º de marzo, a los representantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Esta decisión, según dijo a la prensa días atrás el canciller designado, Ernesto Talvi, obedece a que estos países son “regímenes autoritarios plenos”.
El presidente electo incluso lo elevó a categoría personal y, en una entrevista con una radio, declaró: “No estoy dispuesto a que en nuestra asunción esté el dictador Maduro. Es una decisión personal, de la cual me hago cargo. Esto no es Cancillería, esto no es protocolo, esta es mi persona que tomó esta decisión”.
En un momento en el que parece naturalizarse ciertos regímenes, porque la visión de izquierda a veces predomina y esas dictaduras pertenecen a ese signo, son valerosas estas actitudes y marcan una pauta y un antecedente. Frente al caso venezolano, en el que el gobierno saliente de Tabaré Vázquez se mostró muy cercano y defendiendo lo indefendible, se toma un rumbo necesario y ojalá que sirva para esclarecer los vínculos entre ambas administraciones, con sospechas de negocios malhabidos y de amiguismos.
En una entrevista con la agencia Efe, el investigador y politólogo Alfonso Lessa dijo que “no sorprende” la decisión sobre Venezuela, ya que “todos los sectores” de la coalición encabezada por Lacalle Pou han sido “muy duros” con el gobierno de Nicolás Maduro.
Sin embargo, respecto a Cuba expresó que “llama la atención” la no invitación, ya que estos dos países han tenido una “buena relación histórica” desde el gobierno del que fuera dos veces presidente Julio Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), quien para su investidura invitó al entonces líder cubano Fidel Castro. “Sanguinetti era de la idea de que había que incluir a Cuba y no dejarla afuera. Me parece que en esta oportunidad la decisión de no invitar a Cuba tiene que ver más con su relación con Venezuela”, apuntó.
De cualquier modo, desde hace más de 50 años que en la isla caribeña existe una dictadura, de las duras, de las que tienen presos políticos, en la que no existen los partidos políticos, en la que se carece de muchas libertades como la de expresión. Ya va siendo hora de que los países de la región sean más duros con el gobierno cubano y se exija terminar con ese suplicio de medio siglo.
La dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua es menos conocida por estos lares. Este régimen dictatorial ha dejado ver corrupción y una forma de manejarse autocrática. Impertérrito ante las condenas de organismos internacionales como Naciones Unidas, la UE o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de gobiernos democráticos y organizaciones de defensa de la libertad de expresión, como el Comité para la Protección de los Periodistas, Ortega sigue sin mostrar el menor asomo de rectificación, ni intención de abrirse al diálogo.
Claro está, la exclusión de estos tres países de la investidura del nuevo gobierno uruguayo, generó reacciones en la izquierda vernácula y así lo ha expresado el Frente Amplio, tan admirador del régimen cubano y tan amigo del chavismo venezolano.
El Frente Amplio emitió un comunicado en el que “deplora y rechaza” la exclusión de estos tres países de los actos protocolares. “Contradice la no ideologización de las relaciones diplomáticas entre los Estados asumida como compromiso de gobierno en política exterior por el Dr. Luis Lacalle Pou durante la pasada campaña electoral”, destacó el documento.
Además, el FA subrayó que este hecho “sienta un pernicioso precedente en lo que refiere al respeto a la soberanía de las naciones”, que “expone a Uruguay a eventuales consecuencias en las distintas dimensiones” en su relación con estos países. En fin, un escándalo farisaico.
También habló, porque de eso se ha dedicado mucho, el expresidente José Mujica, quien criticó la decisión y la calificó de “discriminación ideológica”. “Venezuela no iba a venir ni en pedo, porque no va a ningún lado de eso, Nicaragua no sé. Con Cuba es un error muy fuerte porque están cayendo en lo que nos criticaban a nosotros, están haciendo discriminación ideológica”, dijo muy a su estilo alguien que, diga lo que diga, enuncie el disparate que enuncie, no pasará nada y toda su tribuna lo aplaudirá.
Uruguay, con su tradición democrática y republicana, debe ser un adalid de la democracia en la región, también en estas cuestiones diplomáticas en las que muchas veces se toma el camino de la conveniencia y del acomodo, del mirar para otro lado cuando hay millones de personas sufriendo dictaduras.