Futuro oscuro

El barrio está convulso y todos lo sabemos. La sensación de que la situación se encuentra complicada y revuelta, se confirma con los datos de perspectivas económicas que acaba de brindar el Fondo Monetario Internacional (FMI) para nuestra región, que este último tiempo ha acumulado momentos de tensión que generan incertidumbre a lo largo y ancho de América Latina. Uruguay, por supuesto, entra en la ecuación, cuando está a punto de cambiar de gobierno.
El reporte del FMI, divulgado el miércoles pasado, es bastante preocupante. En primer lugar, recortó de manera drástica las previsiones económicas de Chile al 0,9 % para este año por las “tensiones sociales”, a la vez que advirtió sobre el “estancamiento” económico regional lastrado por la crisis en Argentina –nuestro vecino que siempre da la nota– y el frenazo en México. El FMI presentó las previsiones actualizadas para el conjunto de la región: con un 0,1 % estimado al cierre de 2019, un 1,6% para 2020 y 2,3% para 2021.
Los datos macroeconómicos agregados ahondan en esta visión pesimista: el PBI real per cápita de la región ha disminuido un 0,6% por año en promedio durante el período 2014-2019, en marcado contraste con el aumento medio anual de 2% durante el período 2000-2013 de auge de las materias primas. “Si bien las causas de las tensiones sociales varían de un país a otro, estas en general reflejan una insatisfacción con ciertos aspectos de los sistemas económicos y políticos”, alertó Alejandro Werner, director del Hemisferio Occidental del FMI en la actualización de las previsiones regionales.
Son palabras para tener en cuenta por supuesto, pero más aún las que comentó a continuación: que los países que han tenido tensiones sociales, como Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador, ha visto “afectada” la actividad económica. En nuestro país, ante la proximidad del comienzo del nuevo gobierno –a partir del 1º de marzo–, que cambia de signo político, ya se han escuchado voces de movilización y resistencia, como si estuviéramos en una especie de dictadura. Ojo con los que atizan protestas, con los que pregonan la confrontación. No solo porque enfrentaría a ciudadanos con otros, sino también porque el efecto en las finanzas es casi inmediato. El caso más evidente es el de Chile, que vive en los últimos tres meses la crisis social más importante desde el retorno a la democracia en 1990, y que sufre el mayor recorte de previsiones para este año del organismo, de 2,1 puntos porcentuales menos que lo previsto en octubre, hasta un 0,9 %; y de 0,5 puntos para 2021, hasta el 2,7 %. Los efectos negativos de la protestas en Colombia han sido más leves.
La crisis política en Bolivia también hará mella en la actividad económica, y se rebajarán las proyecciones, aunque el Fondo no dio cifras al respecto.
¿Y qué pasa en la siempre convulsionada Argentina, donde acaba de asumir el nuevo gobierno de Alberto Fernández? Nuestro vecino enfrenta una complicada reestructuración de su deuda y el FMI espera que se suavice a una contracción desde el 3,1% del pasado al año al 1,3% en 2020, mismas proyecciones que tres meses atrás.
Caso aparte es el de Venezuela, donde el PBI real se ha contraído un 65%, debido al descenso de la producción de petróleo, la hiperinflación, el colapso de los servicios públicos y el desplome del poder adquisitivo y donde incluso la crisis parece haber perdido ímpetu. “Es muy difícil pensar que un país pueda seguir cayendo a tasas anuales del 35%. Los modelos tienden a apuntar hacia la estabilización, pero no a la recuperación”, aseguró Werner.
Las previsiones del FMI de principio de año siempre llegaban con un panorama alentador para América Latina, que prometía un crecimiento más o menos robusto, para luego con el paso de los meses, ese análisis iba perdiendo fuelle y el organismo corregía, casi siempre a la baja. Para esta temporada, el reporte muestra un poco agradable camino por delante ya de entrada.
En los cuatro principales países de la región –Brasil, México, Colombia y Argentina– sus dinámicas políticas continuarán con un potencial de generar tensión en el contexto internacional, bien desde la perspectiva económica y comercial como desde la estrictamente política. El rediseño que ha realizado el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, de la política exterior del país, plenamente alineada con Estados Unidos –algo que Uruguay, con el gobierno de Luis Lacalle Pou, debería acompañar a manos llenas–, contrasta con la actitud del presidente argentino Alberto Fernández, de retraerse al mundo.
“Finalmente, Venezuela va a seguir centrando la atención por sus niveles de deterioro de la vida cotidiana, tanto en lo relativo al desempeño de su economía -como en la dura confrontación política interna.
Todo ello en un clima de frustración por la ausencia de visos de solución. Mientras la nomenclatura conformada por el chavismo y la cúpula militar tiene el control de la vida pública y de la economía, la oposición no logra deshacerse del cerco al que se ve permanentemente sometida”, aseguró un análisis del portal Política Exterior sobre un país que el actual gobierno uruguayo supo, vergonzosamente, defender. Hay que alejarse lo más posible de estos contextos y generar ámbitos de verdadero crecimiento, con más aliento a las empresas e industrias, y menos impuestos. Este es el desafío para hacer menos oscuro el futuro que augura el FMI.