El desafío de la seguridad y salud en el trabajo

Esta semana la Organización Internacional del Trabajo (OIT) pidió a gobiernos y empresas que, ante el regreso de los trabajadores a sus puestos en diferentes países, se extremen las medidas de prevención sanitaria, ya que de no hacerlo podríamos estar contribuyendo a una segunda ola de COVID-19 en el mundo.
En un comunicado difundido en coincidencia con la conmemoración del Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, el director general de la OIT realizó esa solicitud señalando que solamente mediante la aplicación de medidas de seguridad y salud en el trabajo “podremos garantizar la vida de los trabajadores, de su familia y de las comunidades en su conjunto, y velar por la continuidad del trabajo y la supervivencia en el plano económico”.
Desde 2003 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) empezó a conmemorar el 28 de abril el referido día mundial para hacer énfasis en la prevención de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales. En este sentido, se entiende que cada uno de nosotros es responsable de frenar muertes y lesiones en el trabajo, en tanto que los gobiernos deben proporcionar leyes y servicios que brinden garantías a trabajadores y empresas. Esto requiere de políticas y programas nacionales, normativas, entornos saludables para el desempeño de actividades, además de otras responsabilidades empresariales y la responsabilidad individual de cada trabajador de desempeñar su labor de manera segura, protegerse a sí mismo y no poner en riesgo a otros.
Sin embargo, para millones de trabajadores esto dista mucho de ser una realidad ya que según las estimaciones más recientes de la OIT, cada año se producen 2,78 millones de muertes relacionadas con el trabajo en el mundo, de las cuales 2,4 millones están relacionadas con enfermedades profesionales. “Además del inmenso sufrimiento que esto causa a los trabajadores y sus familias, los costes económicos que ello conlleva son enormes para las empresas, los países y el mundo en general. Las pérdidas relacionadas con las indemnizaciones, las jornadas laborales perdidas, las interrupciones de la producción, la formación y la readaptación profesional, y los costes de la atención sanitaria representan alrededor del 3,94 por ciento del PBI mundial”, según lo difundido por el organismo internacional.
Este año, en un contexto mundial de notoria preocupación por la salud de la población y la actividad laboral, productiva, industrial y de servicios, el tema adquiere especial significación. Actualmente, con diversidad de situaciones de mayor o menor dolor en los países afectados por coronavirus, la actividad laboral ya sea por la necesidad de retomarla o –donde se ha retomado– de desarrollarla en condiciones de seguridad para la salud de los trabajadores y el público se ha convertido en un asunto de primer orden.
Al respecto, la OIT llamó la atención respecto al gran reto que supone para todas las personas en todo el mundo el brote de enfermedades infecciosas en el trabajo y, en particular, combatir la pandemia de COVID-19, señalando también que a medida que los países están relajando las medidas de confinamiento, es necesario invertir en salud y seguridad en los lugares de trabajo, mediante un diálogo activo entre empleados y empleadores.
Las empresas deben adoptar las medidas de prevención necesarias para evitar el riesgo de contagio en los espacios de trabajo. Más que nunca son necesarios protocolos y planes de contingencia que tengan en cuenta las medidas de prevención recomendadas así como indicaciones claras sobre las actividades y acciones a desarrollar teniendo en cuenta que estamos ante un período de convivencia con la enfermedad y cada día se juega un partido en cuanto a no facilitar contagios.
Contar con información clara y oportuna así como con comunicación fluida se vuelven dos objetivos apreciados para desarrollar las actividades que sean necesarias con puntos de referencia claros en relación a la actuación en función de las condiciones sanitarias de las comunidades donde las empresas están insertas. No solo es necesaria información adecuada y suficiente sobre la enfermedad y cómo prevenirla sino que es fundamental que ésta llegue y sea asimilada por todos los trabajadores y aquellos otros actores que están interrelación en el ámbito laboral, como por ejemplo proveedores y clientes.
Los trabajadores, además de informar inmediatamente en casos de padecer síntomas, deben colaborar con el desarrollo de las conductas preventivas básicas como el mantenimiento de la distancia social el lavado de manos, respetar las nuevas formas de funcionamiento que se establezcan.
Si bien lo anteriormente expresado vale para todo tipo de empresas y sus trabajadores, hay otro tipo de realidades laborales donde en tiempos de pandemia sanitaria la precarización y el informalismo se convierten en graves factores de riesgo.
Según la OIT, 2.000 millones de trabajadores y trabajadoras (el 61,2 por ciento de la población mundial en el empleo) trabajan en el sector informal, siendo los que tienen más probabilidades de estar expuestos a riesgos de seguridad y salud al carecer de la protección mínima adecuada, como tapabocas y desinfectante de manos.
En nuestro país, desde el gobierno nacional se han dispuesto una serie de medidas para atender las necesidades de los sectores más desprotegidos y si bien seguramente son insuficientes, también son bienvenidas. Por otra parte, el Consejo Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (Conassat) acordó en forma tripartita el texto de una resolución para adoptar medidas preventivas y de actuación, ante eventuales afectaciones a la salud en el ámbito de trabajo propiciadas por el Coronavirus (Covid-19), la cual fue ampliada posteriormente por el Ministerio de Trabajo.
En la situación actual es fundamental conocer, informar y respetar la instrumentación de dichas medidas en función de las características de cada espacio laboral. El cumplimiento y la práctica de éstas serán las que, sin dudas, marcarán la diferencia entre la existencia de espacios laborales más o menos seguros y el ingreso a la denominada “nueva normalidad” con mayor o menor grado de riesgo. Hoy más que nunca es necesario ser responsables y proactivos, alejarnos de la burocracia, ser ejecutivos y poner el foco en las personas como un activo no financiero fundamental para la salud financiera de las empresas y la economía.