Solicitada

ESPERANDO

Todos esperamos. Esperamos que esta horrible situación, este confinamiento, tenga fin. ¿Qué fin tendrá? Nadie lo puede asegurar, es algo así como un límite indeterminado. Me viene a la mente el dicho de un filósofo existencialista, quien vivió los horrores de la Guerra Mundial: la “absurdidad” de la existencia.
Tal vez lo recuerdo porque ahora estamos viviendo una situación que podría calificarse de absurda: un insignificante virus, que ni siquiera es un ser vivo, que no tiene inteligencia, ha venido para arrasar todas las fronteras, las materiales y las ideológicas, para producir una paura mundial y para hacernos reflexionar.
¿Cuándo esta situación tendrá fin? ¿Y cómo será el fin? Ignorancia total, hasta de los más estudiosos científicos. Solo algunos matemáticos hacen suposiciones basados en cálculos estadísticos; pero son sólo probabilidades, nunca certezas, porque los datos biológicos no se someten fácilmente a los números, y este virus es impredecible hasta el momento.
Me parece muy acertado este enunciado de un periodista: “En la congelación actual del tiempo, en una situación de intervalo y de final absolutamente abierto, no podemos hacer nada más que esperar sin saber muy bien a qué”.
Este virus continúa diciéndonos, con su peligrosidad, que de nada sirven las riquezas, de nada sirve el poder, de nada sirve la soberbia, que somos seres incompletos y nuestros conocimientos científicos y tecnológicos son insuficientes, siempre tendremos algo más para aprender. Siempre sigue vigente el pensamiento de Sócrates, de siglos atrás: “Sólo sé que no sé nada”.
Ignoramos casi todo de todo, y nos damos el lujo de opinar sobre cualquier tema, como si fuéramos eruditos. (En estos momentos, hasta los eruditos están dudando).
Los médicos y todo el personal de la salud están luchando a full y denodadamente para combatir el virus. Pero luchan contra un enemigo invisible, sin referencias anteriores, sin certezas, como quien lucha en la oscuridad para salir de un fangal. Porque esta enfermedad no se parece a ninguna otra. Son muchas las incógnitas a develar. Por ejemplo, las mascarillas, ¿sirven o no?
No existe consenso entre los científicos sobre la utilidad, relativa o efectiva de la mascarilla.
Al principio se decía que eran caras, que algunos las revendían, que debían tener tal o cual condición, que algunas estaban contaminadas, que se pueden volver a usar después de lavarlas, que aumenta el problema de la basura cuando las tiran usadas y ainda mais… Y ahora mucha gente las fabrica en su casa, de cualquier tela y con distintas formas, y salen baratísimas.
Me pregunto: ¿son todas igualmente efectivas? ¿Se puede respirar bien con una mascarilla? Si el virus está en el aire, ¿no puede entrar por alguna ‘ranura’ de la mascarilla? No entiendo.
En cuanto a las vacunas, distintos laboratorios las están produciendo. Pululan noticias, verdaderas y falsas, es difícil distinguir entre el aluvión. Sin ser pesimista, creo que el panorama es realmente apocalíptico.
La desescalada, las fechas para salir del confinamiento, ¿son seguras? Nadie lo sabe. Los datos escapan a los modelos matemáticos. Lo que sí sabemos es que el confinamiento, el miedo, la soledad, pueden producir trastornos mentales que pueden ser tanto o más graves que el virus.
Este virus, que me resisto a nombrar, ha puesto en evidencia la bondad y la solidaridad de muchos, pero también las elevadas dosis de egoísmo, reticencias y –¡horror!– maldad de algunos.
Ha sacado a luz las espantosas circunstancias en que viven millones de personas en el mundo, millones que pasan hambre, virus del que nadie habla.
Muchos quieren retornar al trabajo, otros lo critican desaforadamente, dicen que lo primero es la salud. Es verdad. Pero es muy difícil, si no imposible, poder vivir sin trabajar. Si no se reactiva la economía, todo el país se viene abajo. El dicho de la Biblia “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, sigue teniendo vigencia en todos los tiempos, seamos o no creyentes, es una máxima moral. ¿Y qué sucede con los que han perdido su trabajo a causa de la pandemia? Son millones. ¿Y los que ya no tenían trabajo, por diversos motivos? Es verdad, han aparecido personas y empresas solidarias. Pero ninguna economía puede resistir indefinidamente. No se les puede dar sin término. Además, ¿dónde queda la dignidad de las personas?
Es cierto que el aire es el primer y principal alimento necesario. Pero no se puede vivir sólo del aire. Se necesitan los otros alimentos, para tener buena salud. Para adquirirlos se necesita dinero. Y para tenerlo se necesita trabajar. ¿Y si la gente no tiene trabajo?
Por otra parte, la salud es un estado de bienestar no sólo físico, sino también mental, moral y social. Y en las condiciones actuales, peligra la salud mental de muchos. Ya se ha sabido de horribles sucesos, de la violencia acrecentada.
¿Cómo tener salud mental si no se puede pagar las deudas, si los padres no tienen con qué mantener a su familia?
Conozco un caso, que supongo es de muchos, de un niño de tan sólo cuatro años, quien le dijo a sus padres: -¿Dónde se ha visto que un padre y una madre tengan a su hijo encerrado en su casa todo el día? Esto es una prueba de que a todos los niños les afecta esta situación. En estos momentos tenemos la libertad de movimientos restringida, pero aún tenemos la libertad de expresión y de pensamiento.
Pero hace falta usar el sentido crítico para no aferrarnos a teorías disparatadas y contradictorias. Tenemos que ejercitar la libertad de pensamiento, usar la inteligencia para no dejarnos convencer con dichos y teorías absurdas. Aunque todo parezca absurdo. Sanducera