Elecciones, pandemia y algo más

La convocatoria a elecciones departamentales de hoy se presenta con características inéditas desde que se pusiera en vigencia la reforma constitucional de 1996 que en el área electoral, entre otros aspectos, incorporara la separación en el tiempo de las elecciones departamentales de las nacionales, así como una serie de eventos electorales que comienza con las elecciones internas en las que cada partido define candidaturas y su aspirante a la Presidencia de la República con un candidato único.
En esta oportunidad la serie de convocatorias comenzó en junio de 2019 con las elecciones internas, la elección nacional de octubre y la segunda vuelta de noviembre, para culminar el calendario en mayo de este año con los comicios departamentales, pospuestas para hoy ante la pandemia de COVID-19.
Este domingo 27 de setiembre precisamente se celebran las elecciones para elegir las autoridades del segundo nivel de gobierno: los 19 intendentes departamentales y los 31 ediles de cada Junta Departamental, así como los representantes del tercer nivel de gobierno. Se trata en este último caso de los alcaldes y concejales de cada municipio. Los gobiernos municipales están integrados por cinco concejales, y el más votado del lema más votado dentro del municipio es denominado alcalde o alcaldesa, y preside ese nivel de gobierno.
A su vez, como es sabido, será proclamado intendente departamental el candidato más votado del lema más votado para ese cargo, el que se asegurará por lo menos una mayoría de 16 ediles en 31 de la Junta Departamental, lo que puede ampliarse si obtiene una diferencia considerablemente holgada.
Así, expuesto el escenario en grandes líneas, tenemos que en este 2020 el convidado de piedra que ha sido a nivel global la pandemia, ha incidido en el calendario de las elecciones departamentales en la expectativa de que en los meses siguientes desapareciera o se atenuara la amenaza del coronavirus, cosa que ha ocurrido parcialmente, aunque con un panorama algo más despejado que la incertidumbre general sobre la posible evolución de los contagios en el inicio de las medidas de contención.
Hay reflexiones a compartir en esta conjunción de hechos y circunstancias que se dan en este último domingo de setiembre: primero, la reafirmación de la democracia y el orden institucional en el país, en el que hubo acuerdo del sistema político, de todos los partidos, para postergar lo necesario la convocatoria a los comicios departamentales, lo que no es simplemente el inconveniente del traslado de fecha, sino que obligó a los gobiernos locales sobre todo a exprimir los presupuestos para cumplir con compromisos prácticamente “con la toma de aire” en el entendido del bien supremo a preservar, y sin que en esta oportunidad hubiera cuestionamientos ni teorías conspirativas desde uno y otro lado.
Y es que si bien hay reservas sobre la conveniencia de la maratón o continuidad de las sucesivas convocatorias a las urnas, que en muchos casos pueden resultar extenuantes para los ciudadanos y los propios partidos, no es menos cierto que se ha ganado en democracia y participación ciudadana. Aunque naturalmente siempre el mecanismo electoral es perfectible y hay luces y sombras por defectos en el sistema, pero en la mayoría de las veces por la incidencia del factor humano antes que del mecanismo en sí.
De lo que no hay ninguna duda es de que la separación en el tiempo ha resultado fundamental para que el elector gane en libertad e incida decisivamente el factor local, en lugar del anterior “arrastre” tradicional del voto de la elección nacional sobre la departamental, que era un elemento clave y tendía a dejar por el camino las reales preferencias del elector en uno y otro ámbito.
Es que en la elección simultánea ni siquiera se habilitaba el voto cruzado, y es así que en el sobre el elector depositaba todo el “paquete” de listas de un solo partido, pues en caso contrario se anulaba el voto y, a lo sumo, el ciudadano podía optar por emitir el voto solo en lo nacional o en lo departamental, si su preferencia electoral era “cruzada” y no quería anular el sufragio.
La elección departamental separada, aún con reparos, permite esta expresión local y no perder el voto, sobre todo en la postura de elegir al mejor ciudadano para intendente y alcaldes sin que necesariamente sea del partido que ha votado en la elección nacional, lo que da la pauta de que se ha ganado en democracia y en libertad electoral, aunque todavía se debe necesariamente votar por el mismo partido a la Intendencia y las alcaldías, por lo que subsiste aún un corsé para el elector del interior departamental.
También es un aspecto a corregir el correspondiente a la gestión financiera de los municipios, los que dependen del talante del gobierno departamental para la disponibilidad en tiempo y forma de los recursos que necesitan en su gestión, y el conflicto se exacerba sin dudas cuando el gobierno departamental es de un partido y el municipal de otro, con el habitante del interior departamental como rehén de intereses político partidarios ajenos al interés general.
Es decir que más allá de luces y sombras, de sus grises, las elecciones departamentales son un avance para el ciudadano del Interior, el eterno postergado por la concentración del poder construido históricamente sobre la base de una realidad montevideana que ha chocado con las reales aspiraciones y necesidades del ciudadano del Interior.
Por lo tanto, la participación ciudadana en esta consulta popular es doblemente importante, como baño de democracia y acto que apunta a generar una mayor igualdad para los 18 departamentos del norte del Santa Lucía.