Milton Wynants: a 20 años de la hazaña de plata en Sydney

Hoy se cumplen 20 años de aquella enorme gesta de Wynants en Australia.

El país se revolucionó como pocas veces. Aquella mañana del 20 de setiembre de 2000 llegaba la noticia desde Sydney: Milton Wynants había logrado la medalla de plata en la prueba por puntos de los Juegos Olímpicos. Han pasado 20 años de la hazaña del pedalista sanducero, que tiene en claro que una vez al año es objeto de felicitaciones y admiración. “Pasa el tiempo. Para todo… No me sucede nada especial cuando llega esta fecha, pero es lindo que te lo recuerde la gente todos los años. Y pasa más hoy, con las redes sociales. Antes se acordaba el que está en esto, pero ahora pasa siempre. Y se siente aquella sensación, se vuelve a recordar aquello que viví”, señala a unas horas de que el calendario marque otro 20 de setiembre.
El “Gorra” levanta la vista y recuerda lo que vivió ese día. “Pensaba qué iba a comer ese día, me fui caminando al comedor de la Villa Olímpica para ver qué podía comer, porque corría a las 19 horas. Ese día salí a pedalear un poquito en la mañana, llegué, almorcé, descansé, y siempre teniendo todo pronto”, repasó.
Lógicamente que llamó por teléfono a Paysandú (“en ese momento no se usaban las redes sociales”, señaló entre risas como para dejar en claro el tiempo que ha pasado), y hablé con Marlene (su esposa) y mi padre”.
“El mensaje siempre fue darle para adelante, con fuerza. Con mi viejo hablamos incluso de la transmisión que iba a usar para la carrera”, repasó. Y confesó que “era hablar para darles tranquilidad, pero también para que me la transmitieran”.
Es que las horas antes de la competencia “fueron momentos de nervios”. Pero como contrapartida, la tranquilidad era enorme porque “no tenía la responsabilidad de ganar, sino de ir a hacer lo que mejor se pudiera”.
El objetivo, la meta, estaba fijada: llegar entre los 10. “Con eso estábamos conformes”, remarcó. ¿Por qué entre los 10? Porque en Atlanta 96, sus primeros Juegos, se vio en el tablero de posiciones en la séptima ubicación, y festejó con un grupo de uruguayos. “Hasta me llevaron en andas”, recordó. Pero cuando llegó a la Villa Olímpica, resultó ser que estaba en el puesto 11º. “¡Y ya habíamos festejado un séptimo puesto!”, dijo. Por eso en Australia se quería dar al menos un paso más, y estar mínimamente entre los 10. “Pero salió mucho mejor”, estampa.
Días antes de la prueba, Wynants había decidido no ser de la partida en la ceremonia inaugural. La decisión fue dura (“me ponía y sacaba el saco”), pero sabía que pese a la satisfacción, estaría muchas horas parado. “En Atlanta fue desde las 15 y hasta la una de la mañana”, repasó. Así que si quería entrenar al día siguiente en condiciones, debía no participar de la ceremonia. Dolió, cenó solo en el comedor de la Villa, y se fue a descansar. Fue, quizás, una premonición.
El día de la carrera, más allá de los nervios, había tranquilidad. Milton habla mucho de sensaciones y, en ese sentido, repasó que tenía “esa sensación de estar bien, por los entrenamientos y las competencias previas, aunque no sabía cómo me iba a ir”.
Eso sí: “los nervios se fueron después de que se largó la carrera, porque había que estar entre los 10”.
Durante la prueba, “vas a tus sensaciones y a buscar las oportunidades dentro de la carrera. Mientras tus sensaciones físicas son buenas para buscar el sprint o buscar alguna vuelta que te lleve a algún corte o solo para sacar vuelta”, dijo explicando la carrera, en la que dejó en claro que hubo lugar para ese sexto sentido que le permitía conocer el momento exacto en el que había que hacer el esfuerzo.
“Cada tanto relojeaba el tablero, e iba 6º, 5º… Miré hasta el cuarto lugar. Fui al último sprint y sumé puntos dobles, ¡y festejé un tercer lugar!”, recordó. Cuando paró, la locura entre la delegación era más grande aun: no era bronce sino de plata la medalla que se colgaría en el cuello.
“En ese momento no reaccioné. Lo tomás como una carrera más. La ficha te cae después”.
Ni siquiera reaccionó cuando Julio César Maglione, presidente del Comité Olímpico Uruguayo, le preguntó si quería que se trajera a su esposa desde Uruguay, lo que finalmente sucedió. “No reaccioné porque quería terminar la carrera y volver. Tenía marcado el vuelo y quería volver”, comentó.
Vinieron luego los festejos, la despedida de los Juegos como abanderado celeste, y la llegada a Uruguay y especialmente a Paysandú.
Pasaron 20 años. Sí, 20. La medalla está guardada en un cajón, el enterito que utilizó cuelga de una percha en el living, y la bici, aunque algo cambiada, en el trailer porque sirve para entrenamiento propio y de algún gurí de los que entrena.
Milton sigue rodeado de su humildad. Casi como sin darse cuenta de lo logrado. Quizás hasta destaca más el doble oro panamericano que sumó en 2003, porque fue confirmar que lo de Sydney no fue casualidad.
Lamenta “haber vendido algunas partes de la bici”, y que “no fui de quedarme con cosas”, al punto que confiesa que “mucho he perdido por no valorar realmente lo que se conseguía”. Pero año a año, el “Gorra” recibe el reconocimiento de la gente común, de los sanduceros que no se olvidan y valoran que sobre dos ruedas, y del otro lado del mundo, fue el encargado de volver a poner a Paysandú en un podio olímpico.