40 años de la histórica victoria del “NO”

El próximo 30 de noviembre se cumplirá el 40° aniversario del plebiscito en el cual los uruguayos rechazaron el proyecto de reforma constitucional impulsado por el gobierno de facto de esa época. La noticia del fracaso de iniciativa reformista recorrió el mundo y se constituyó en uno de los hitos de la historia política uruguaya del siglo. A nivel nacional la opción por el “NO” alcanzó el 56,83% de los votos contra 42,51% votos por el “SI”; la diferencia entre ambas opciones alcanzó su mayor distancia en Paysandú, donde el 65,1% de los ciudadanos apoyaron el “NO” mientras 34,9% lo hicieron por el “SI”.
El texto constitucional propuesto pretendía perpetuar al gobierno militar de la época a través de diversos mecanismos que aseguraban el poder dictatorial en diversos ámbitos clave del quehacer político, social y económico del país. Como lo ha señalado el politólogo uruguayo Luis E. González, el régimen autoritario uruguayo que gobernó nuestro país entre los años 1973 y 1985 puede ser dividido en tres etapas: la etapa de la “dictadura comisarial” (1973- 1976), la etapa del “ensayo fundacional” (1976-1980) y la etapa de la “transición democrática” (1980-1985). Como ha expresado Gerardo Caetano, “El plebiscito del 1980 fue entonces la segunda gran encrucijada de la dictadura. Destinado por las Fuerzas Armadas a ser el punto culminante de su empeño fundacional a través de la legitimación que aportaría el voto popular, la derrota del 30 de noviembre se convirtió, cual victoria de la oposición, en el momento más decisivo del comienzo de la transición democrática. (…) Fue la civilidad, pacíficamente impuesta desde el plebiscito del 80, la que cobró un protagonismo crecientemente inevitable y la que llevó a los militares a plantearse la estrategia en los tiempos de hallar la ‘mejor salida’…”
Contar con la nueva constitución era una pieza clave del gobierno militar para tratar del legitimar a través de las urnas el gobierno de facto iniciado en el año 1973. Como lo han señalado los docentes universitarios Juan Miguel Busquets y Andrea Delbono, “Hacia 1977, las FFAA anunciaron un ‘plan político’ que había sido aprobado en el ‘Cónclave de Santa Teresa’ (agosto, 1977), y que delineaba un itinerario hacia una ‘prudente apertura’ (en palabras del General Abdón Raimúndez. El mismo preveía la depuración de los partidos tradicionales conforme a estatutos y a carta orgánica; el sometimiento a plebiscito, en noviembre de 1980, de una nueva Constitución que incorporaría los Actos Institucionales decretados y; la convocatoria a elecciones nacionales, en noviembre de 1981, con candidato único de los ‘ya depurados’ partidos tradicionales y sufragio universal. Con este movimiento, el gobierno procuraba legitimar su accionar a través de las urnas. Sin embargo, la ‘nueva democracia’ que se proponía, y que se expresaba claramente en el proyecto de reforma constitucional, era, como señala González cualitativamente distinta a la democracia liberal, y encarnaba, en cambio, una ‘democradura’, con participación y representación restringida, y bajo la tutela de las FFAA”. El proyecto de la nueva constitución fue elaborado por la Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (Comaspo), y aprobado el 31 de octubre de 1980.
Quienes se opusieron a la reforma tuvieron que transitar un duro camino plagado de dificultades y de grandes riesgos. Frente a un aparato publicitario que inundó todos los medios de comunicación y presentaba una falsa dicotomía entre el caos (representado por el “NO”) y el orden (representado por el “SI”), no era descabellado dudar sobre el posible resultado de la votación, especialmente luego de siete años sin que el pueblo fuera convocado a las urnas y con miles de dirigentes políticos proscriptos, presos o exilados. Solamente se permitieron dos actos públicos en Montevideo (Cine Arizona y Cine Cordón) y un debate televisivo en el cual los abogados Enrique Tarigo y Enrique Pons Etcheverry defendieron de la mejor forma la opción por el “NO”. Los semanarios “Opinión” y “La Plaza” fueron sometidos a censura y clausurados en más de una ocasión como forma de tratar de amedrentar a las voces disidentes. A pesar de esas restricciones, el pueblo uruguayo se las ingenió para encontrar las formas de apoyar la opción para el “NO”, ya sea en los lugares de trabajo, en reuniones familiares, en salones parroquiales o en cualquier espacio que pudiera ser utilizado a través de un sistema muy rudimentario que combinaba textos impresos a mimeógrafo, grabaciones en cassette, colocación de autoadhesivos en lugares concurridos y por supuesto el clásico y popular “boca a boca”. Con esfuerzo y no sin temor a las posibles represalias de quienes gobernaban Uruguay en ese momento, miles de mujeres y hombres anónimos fueron construyendo una victoria que recogió las mejores tradiciones democráticas y republicanas de nuestro país. Si una lección debe dejarnos el resultado del 30 de noviembre de 1980 es la capacidad de los uruguayos de unirnos por encima de partidos políticos e ideologías en pos de un objetivo superior como fue en esa instancia la defensa de nuestra democracia. Victoria que es de todos y que no puede ni debe ser un trofeo para ningún partido o dirigente político ya que, por encima de todas las cosas, fue una victoria sin padre, una victoria de “los de a pie”. Cada uno de los votantes y defensores del “NO” hizo lo que pudo desde donde pudo y como pudo y ese es precisamente uno de los valores que los distinguió y enaltece. Con seguridad muchas personas (especialmente los más jóvenes) no conocen o recuerdan esta fecha ni la vital importancia que la misma tiene para nuestro país y es por ese motivo que resulta tan importante que sea recordada y celebrada como lo merece. Todos los esfuerzos por rescatar la importancia y contenido de esta votación histórica deben ser apoyados y difundidos ya que contribuyen a enriquecer y mantener vivo el espíritu democrático y republicano de todos los ciudadanos.
El 23 de noviembre de 1980, una semana antes de la histórica votación, el Dr. Miguel Saralegui escribió en nuestro diario un artículo titulado “Para salir del Pozo” en el cual, como tantas veces lo hizo antes y después de esa fecha, atacaba el proyecto constitucional y dejaba en claro su posición a favor del “NO”. En esa ocasión y con la claridad que lo caracterizaba, Saralegui destacaba lo siguiente: “Con esa tutela del gobierno civil, innecesaria para la auténtica seguridad nacional, no seremos en adelante una de las democracias ejemplares de América. Naturalmente que a los que actualmente están muy cómodos sin Constitución, pero que ahora les ha entrado una fiebre desesperante por tener una Constitución, aunque sea mala y pésima, dirán que no les importa ese prestigio en América. Les ha entrado una comezón tremenda de buscar una salida. Aunque sea una salida apretada, estrecha y asfixiante.”
Afortunadamente los uruguayos –y especialmente los sanduceros– fueron conscientes del legado artiguista en defensa de la democracia y las libertades republicanas y así lo manifestaron pacíficamente ese 30 de noviembre a través del mensaje claro y contundente que solo las urnas saben pronunciar.