Dueño, tutor, mamá y papá

El fin de semana anterior se celebró el Día de la Madre, clásico festejo que no deja de ser controversial para algunos sectores de la sociedad, por motivos que ya todos conocen y no me corresponde ni es el lugar donde reflexionar al respecto ahora. Sin embargo, me hizo pensar en cuántas veces, sobre todo en el mundo moderno, se tilda de madres no solo a las que tienen hijos humanos.

Aquí mismo, desde hace años hablamos de nuestros perrhijos, porque somos humanomadres y humanopadres. Este vocabulario jocoso se convierte en una realidad cuando en la vida diaria las mascotas son casi verdaderos vástagos para muchas personas que, por elección o consecuencia, proyectan en los animales sus sentimientos parentales.

Y la pregunta es inevitable: ¿qué somos para nuestros peros?, ¿cómo se definiría cada uno de ustedes?
¿Somos dueños, tutores, cuidadores, padres, familia?

Mientras lo piensan, déjenme decirles que en mi caso afortunadamente la vida me otorgó el beneficio-responsabilidad de un hijo humano, pero antes y después de su llegada fui adoptando animales a los que he considerado casi hijos, por elección personal (salvo hace un mes, cuando cierta criatura decidió por sí sola pasar a formar parte de nuestra familia).

Y si bien hay muchos lectores en este momento en la misma situación, seguramente otros pensarán que estamos locos, que no se puede comparar la crianza de un perro con la de un hijo, y varios etcéteras que no necesito resaltar.

¿EN QUÉ CATEGORÍA?

Sin embargo, vale la pena analizar esta cuestión a fin de entender un poco más nuestras conductas en el marco de la familia multiespecie.
Si lo vemos por parte, en primer lugar se es dueño de la mascota. Por una razón de propiedad, porque nuestras leyes consideran al perro como un objeto de propiedad, por el que nos hacemos responsables. Es decir, si soy dueña de mi perro es como decir que soy dueña de mi computadora, de mi bicicleta, de mi mate. Por ende, soy responsable de mantenerlo pero también puedo hacer lo que quiera con él. Visto así es… ¡terrible! Pero “técnicamente” es correcto.

Para seguir, desde otro punto de vista –y es algo en lo que muchos de ustedes coincidirán– mis perros son parte importante de mi familia. Pero… ¿los amo igual que a mi hijo? Claramente, no están en la misma “categoría”.

Pero en cierta forma también los amo, vale decir que me desvelo por ellos, por su salud, por su bienestar emocional, por su comodidad, por enriquecer su vida de las formas más esmeradas posibles. Y porque me pierdo en sus ojos como en los del bebé que supe cargar, porque puedo comunicarme con ellos de una forma especial, porque llegar a casa al final de cada jornada y disfrutar su recibimiento como que hubieran pasado años sin verme no tiene comparación. Y podría seguir escribiendo toneladas pero sí, como ustedes a los suyos, los amo. Sin embargo, no son mis hijos.

También podemos decir que somos tutores de nuestros perros. Pero esa palabra tan poco usada en nuestro país –muy usual en otras tierras donde la relación con los animales está mucho más clara y existen normas específicas al respecto– en realidad no expresa claramente nuestro vínculo. Tutor no implica el sentimiento que existe en nuestras familias combinadas, pues un tutor es alguien que decide por otra persona en materias legales o se ocupa de su cuidado de alguna forma, sin que eso signifique una relación emocionalmente significativa.

Entonces, ante la pregunta, puedo decir que soy dueña, tutora y madre adoptiva de mis perros, pero no por eso he de amarlos más que a mis humanos, sino que para ellos guardo un amor especial, diferente pero también pleno en dosis de oxitocina.

Apuesto a que ustedes también tienen algo que decir al respecto, porque así como cada perro es especial, cada familia multiespecie lo es, y ninguna –¡ninguna!– funciona igual que otra, se los puedo asegurar. ¡Los leo! Como siempre, pueden enviar sus comentarios y consultas al WhatsApp del diario: 099334433.

EL DIVÁN DE ERAGON

¡Hola, humanoamigos! Qué tema el de hoy, ¿eh? Bueno, digan lo que digan ustedes, muchos de nosotros los consideramos nuestros humanopadres ¡y listo! No voy a analizar esto ni ahora ni nunca. ¡Además, estoy muy ocupado porque hoy mi diván se llenó de invitados! Y precisamente se trata de una familia multiespecie bastante numerosa (los caninos superan a los humanos en número) y que demuestra que con amor y dedicación es posible una convivencia armoniosa. Como la que tienen en su hogar Naithan, Zoe, Raisa, Selva, Cielo, Gloria y Junior. Sí, siete adorables criaturas –Naithan y Zoe son los padres de los demás– a los que Susana y Mario están criando de una forma admirable, y no son precisamente de peluche.

Más allá de que sean los ahijados de mi Huma –lo cual me pone un poco celoso de a ratos– debo reconocer que se portan súper bien, porque sus humanopadres les dedican tiempo y son conscientes de que los perros no hablamos español y nos hacemos entender de otras maneras. Y saben que basta estar atentos a nuestras señales para captar lo que nos pasa, de manera que en esta gran familia no suele haber inconvenientes, salvo algún entredicho que se soluciona enseguida pues los perros no guardamos rencor.

Muchas personas pensarán que es una locura vivir con siete ejemplares de Ovejero Alemán. Es cierto, es de las mejores locuras que se les pueden ocurrir a los humanos. ¡Palabra de perro! Ojalá muchas más familias fueran tan locas como esta (y como la nuestra). Y ahora debo dejarlos porque mis amigos me reclaman, y hoy son muchos con los cuales divertirme. Los espero, como siempre, en mi Diván, a través del WhatsApp del diario (099334433)