El lento pero necesario regreso del turismo

La última gran pandemia, antes de la actual, por supuesto, se produjo a fines de la segunda década del siglo XX. La conocida como Gripe Española, que azotó en realidad a toda Europa, terminó con la vida de entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo en solo un año. Por aquel entonces Europa era además escenario de la conocida hoy como Primera Guerra Mundial, en fin, que no estaban como para preocuparse por “gripezinhas”, y salvo en España el tema no ocupó los primeros planos en la prensa, de allí le quedó el nombre.
En ese mundo, anterior a los locos años 20, el turismo era una actividad todavía incipiente y reservada para los sectores de mayor poder adquisitivo de la sociedad, aunque ya se estaba viendo su potencial en las economías. No hacía tanto que por estos lares Francisco Piria –a quien se considera un adelantado–, fundaba Piriápolis en 1893, con la idea de que fuese un destino turístico.

El asunto es que, más allá de las características de cada uno de los virus, comparando la pandemia actual y la de hace una centuria, la diferencia es la movilidad de la población. En el siglo XXI el turismo no solamente es una de las actividades más extendidas a nivel de la población mundial, sino que incluso se lo ha reconocido como un derecho humano reconocido así en nuestro país (la Ley Nº 19.253). El gran dispersor de la Gripe Española por Europa fue la guerra, en el caso de la COVID-19, fue el turismo.
Pero el regreso del turismo al mundo, aun sin que estén cerca de terminar de apagarse los incendios de la COVID-19, obedece mucho más a razones económicas que a esta condición de derecho humano, que de hecho en América Latina solamente está reconocida en nuestro país.

En el mes de mayo se llevó a cabo en Punta Cana, República Dominicana una “Reunión Extraordinaria de Ministros de Turismo” de las Américas, en la que se dieron cita ministros y subsecretarios de Turismo del continente. En ese ámbito, el secretario general de la Organización Mundial de Turismo (OMT), Zurab Pololikashvili, enfatizó en que “el restablecimiento de la confianza en los viajes es un primer y esencial paso para reanudar el turismo, llevar la esperanza a millones de personas en las Américas e impulsar la recuperación en general”.

A su vez los referentes en turismo de los gobiernos de las Américas se comprometieron “a reactivar el turismo de manera conjunta, haciendo del sector una prioridad general y adoptando protocolos internacionales”, lo que quedó plasmado en la “Declaración de Punta Cana”.
En los Considerandos de este documento se reconoce que el turismo “es una actividad prioritaria que contribuye al desarrollo socioeconómico y cultural de los países, a la generación de empleos y de divisas, a la atracción de inversión extranjera, a la reducción de la pobreza, y al empoderamiento de los jóvenes, mujeres y grupos vulnerables”, así como los efectos devastadores que la pandemia ha provocado en la “economía turística”, con efecto en el empleo y las empresas.
El documento recoge también la necesidad de adoptar medidas urgentes “para restablecer la confianza de los viajeros y del entorno empresarial, estimular la demanda y acelerar la recuperación del turismo”.

También se enuncia que la OMT está colaborando en la elaboración de recomendaciones regionales “para apoyar la armonización de los protocolos de bioseguridad de América Latina y el Caribe, focalizados en los subsectores de alojamiento, restauración, transporte local y en los espacios de aeropuertos, playas y puertos”.
La declaración hace hincapié en el apoyo firme y decidido al sector turístico “priorizando la adopción y difusión de protocolos internacionales unificados de bioseguridad y facilitación de viajes para el reinicio del turismo de forma segura, expedita y con altos niveles de calidad”.
No obstante cabe destacar otro de los puntos de la parte declarativa del documento en el que el énfasis está puesto en “orientar la reactivación del turismo hacia un sector responsable y sostenible, que promueva la inclusión, la igualdad de género y la accesibilidad para todos, en línea con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Se busca comprender la reactivación del turismo “como una oportunidad de transformar el sector a partir de una visión de largo plazo, que ubique la conservación, preservación y protección de la diversidad biológica en el centro de las estrategias del turismo y aporte a la solución de las grandes problemáticas mundiales asociadas al cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la degradación de los suelos”.

Es decir, que hay un reconocimiento de que el turismo es necesario, sino imprescindible, para que el mundo y la economía mundial puedan recuperar lo más posible su dinámica prepandémica, sin embargo no será (no debería ser) cualquier clase de turismo, sino uno que esté alineado con objetivos superiores que se resumen en la última frase del documento, en la que asumen su compromiso “de trabajar unidos en la reactivación del sector turístico mediante medidas concretas e integrales que contribuyan al crecimiento económico sostenible del turismo y a la satisfacción simultánea de aspectos ambientales, sociales y culturales”.