A los 111 años, con el espíritu del primer día

El 1º de julio de 1910, hace hoy 111 años, salía a la calle el primer ejemplar de EL TELEGRAFO, en una época pletórica de desafíos, que sin embargo solo fueran aliciente para el entusiasmo de una generación de soñadores con la pluma como instrumento para promover el desarrollo del solar y ser portavoz de sus inquietudes, sus esperanzas y necesidades, pero con la decisión de llegar a realizaciones y recoger el sentir de los sanduceros en los albores del Siglo XX.
Fue fruto de la decisión de Miguel A. Baccaro y Angel Carotini el lanzarse a la aventura de contar con un medio para hacer de su pluma un instrumento de lucha por ideales que incluso a más de un siglo siguen vigentes, pese a que en la sociedad hay valores que han cambiado y no necesariamente para bien.
Recién asomaba por lo tanto el nuevo siglo, que fue de grandes transformaciones para la humanidad, y que en nuestro caso nos tuvo como motores y a veces protagonistas de acontecimientos de gran repercusión, y no solo local.

Aquel primer ejemplar apareció en un Paysandú “adolescente”, pero que estuvo desde siempre asomado al río, vía de llegada y salida de la riqueza que se generaba y reciclaba en este lugar.

Sin dudas que el tiempo ha dado la razón con creces a los visionarios que en aquel entonces buscaron su lugar en la lucha por un Paysandú mejor, por su gente, por el desarrollo de emprendimientos que generaran empleo para los sanduceros, pero a la vez para trascender las inquietudes lugareñas hacia una región pujante y de gran proyección por su ubicación estratégica, lo que fue confirmado con el paso de las décadas.

Claro que los tiempos eran muy distintos, había grandes diferencias entre aquel mundo y el de hoy, con un diario que se armaba completamente a mano y salía a conquistar lectores basado solo en la calidad, agudeza y veracidad de su contenido, lo que contribuyó construir una trayectoria respaldada a lo largo de las décadas por los sanduceros que se sintieron representados y se encolumnaron detrás de nuestro diario.

Fueron tiempos turbulentos, signados por avatares y obstáculos que se fueron sorteando, pero también en los que se fueron construyendo los pilares del desarrollo, pese a que hubo diferencias entre orientales que llevaron a guerras fratricidas, con el aporte de nuestro granito de arena a la libertad de expresión en aras de construir la tolerancia y la paz que permitiera asomar al mundo civilizado de aquel entonces.

En este más de un siglo hemos tenido incluso dos guerras mundiales, seguidas al detalle por la población a partir de las páginas de EL TELEGRAFO, como así también la satisfacción y la alegría de anunciar los acuerdos de paz, mientras siguieron llegando a estos lares olas migratorias desde diversos orígenes que se integraron al trabajo, materia prima del crisol de razas, de religiones, de culturas, que en las sucesivas generaciones fueron construyendo el ser sanducero. Contribuyeron a generar el nunca desmerecido espíritu de Paysandú, que hemos tratado de mantener en alto través de nuestra prédica.

Transitando este sendero hemos participado activamente, pecando de inmodestos, en el impulso y florecimiento del Paysandú industrial que se consolidara en la década de 1940 y que se proyectó pujante hacia la segunda mitad del Siglo XX. Época de oro, por cierto, en la que el trabajo del terruño se tradujo en la creación de más fuentes de empleo y la industrialización de materia prima de la zona, en emprendimientos a tono con los tiempos.

Esta pujanza económica a la vez impulsó el florecimiento en obras de construcción, la mejora de calidad de vida, en las letras, en las artes, en las artesanías, que han signado el patrimonio histórico sanducero. Pero a la vez, generando vitalidad en una comunidad que nunca se ha resignado a vivir solo mirando el pasado, por venturoso que fuere, sino forjando su presente y actuando con visión de futuro.

En esta sumatoria de voluntades, haciendo honor al legado del pasado, Paysandú ha contado con el aporte de prohombres que fueron pioneros y que hoy son ejemplo para nuestra comunidad, pero incluso con muchos de sus descendientes actuando en diferentes lugares, embarcados en emprendimientos que si bien no son de la magnitud ni de las características de los de otras épocas, hacen su aporte, como el de miles de sanduceros que diariamente aportan su fuerzo como parte de una comunidad que conserva muchos puntos en común con la de aquella época de oro.

Aunque es un razonamiento muy extendido el dar por un hecho que todo tiempo pasado fue mejor, y así se ha repetido en las sucesivas generaciones, estamos ante apreciaciones subjetivas que son generalmente producto de una valoración personal nostalgiosa las más de las veces, asimilada a sensaciones de días de juventud y con miradas que a veces han quedado refugiadas en un pasado al que se añora y al que no nos resignamos a dejar atrás.

Esta concepción es muy válida para el ser humano, con su mirada personal y emotiva, pero se da de bruces con la realidad histórica de la búsqueda constante del avance y el desarrollo en todos los órdenes de la vida. Es que ni ayer ni hoy las cosas han sido fáciles, y en todos los tiempos han habido cosas mejores y peores, solo que estancarse siempre ha significado retroceder.

Desde su nacimiento, EL TELEGRAFO ha pretendido atenerse a esta última premisa, y es así que hemos avanzado gradualmente desde los años en que todo el proceso en nuestros talleres se hacía en base a plomo fundido, hasta incorporar una moderna planta de impresión como pieza final de un proceso que actualmente es totalmente informatizado, al tiempo que en Internet somos el medio líder del Intterior, pero siempre con el ejercicio del periodismo y el servicio a la comunidad como eje motor de nuestras acciones y desvelos en el diario contacto con nuestros lectores.

Mantener esta línea de acción a lo largo de 111 años de existencia no es poca cosa, pero sin dudas esta celebración más que centenaria solo ha sido posible por el respaldo de nuestros consecuentes lectores, los que nos han acompañado generación tras generación y nos han alentado a seguir adelante.
Son el pilar en que nos apoyamos para seguir en el rumbo que nos hemos trazado. A ellos, a todos los sanduceros, nuestro afectuoso reconocimiento en este festejo tan especial.