El Paraná, una luz roja en el tablero

Como hace algunos meses veíamos de la cuenca alta del río Uruguay, hoy las que nos sorprenden son las imágenes de personas a pie, encima de las rocas donde se suponía que deberían estar pasando millones de litros de agua; donde debería estar el cauce del segundo río más largo del continente y el más importante en cuando a su relevancia en las economías de esta parte del mundo.

El gobierno argentino publicó un informe que permite dimensionar la situación y que a la vez atribuye causas. “La bajante actual del Paraná es la más importante que está ocurriendo en nuestro país en los últimos 77 años. El déficit de precipitaciones en las cuencas brasileñas del río Paraná y del río Iguazú, y la sequía son factores determinantes. Desde 2019 las precipitaciones en la cuenca han estado por debajo de las medias mensuales de los últimos 10 años”, afirman.

La situación es tan dramática que ya se están previendo escenarios de protestas relacionadas con este tema, porque también se sabe que lo peor está por venir.
“La bajante ocasionará afectaciones sobre el abastecimiento y la calidad del agua potable, sobre la navegación y la operatividad de los puertos y ocasionará daños ambientales sobre el ecosistema, la fauna íctica y la generación de energía hidroeléctrica”, advierte el informe, publicado el pasado viernes. La sequía ya impacta en siete provincias argentinas: Formosa, Chaco, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires y Misiones.

El gobierno argentino declaró la situación de emergencia hídrica a través del decreto 428/2021 por 180 días y destinó un fondo de mil millones de pesos de la moneda nacional, que se podría expandir a través de financiamiento externo de fuentes como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

El informe incluye un “mapa dinámico de riesgo” que presenta zonas afectadas de forma “leve” y “moderada”, donde el énfasis está en el “tramo medio” del río, en el cual aparecen las tomas de agua expuestas sobre el nivel del cauce. Nueve ministerios del gobierno argentino están afectados a los planes de contingencia: Seguridad, Economía, Interior, Obras Públicas, Ciencia, Ambiente, Defensa, Transporte y Agricultura, Ganadería y Pesca, aparte de Nucleoeléctrica, empresa que administra la central nuclear de Atucha, que ya dispuso la compra de tres bombas flotantes para asegurar la refrigeración de los sistemas. Sí, también esto.

De acuerdo a una publicación del diario Perfil de esta semana, entre los datos que más preocupan a los gobiernos están los pronósticos del Instituto Nacional del Agua (INA), los que trazan una tendencia descendente del nivel del río “en los próximos tres meses, alcanzando un máximo de bajante desde fines de setiembre hasta mediados de noviembre”. Lo dicho, lo peor está por venir, avisan.

De confirmarse estos avisos, se generarían (o profundizarían) impactos que ya están sintiendo sectores sensibles, como la pesca artesanal, y se pondrían en riesgo derechos básicos como el acceso al agua potable en las poblaciones dependientes de afluentes del Paraná.

Para atender esto es que ya se está empleando parte de ese fondo creado a partir de la declaración de emergencia. Se está trabajando en las tomas de agua para adecuarlas de forma temporaria, así como para atender el acceso al vital elemento en poblaciones más pequeñas y alejadas que están sufriendo escasez de agua por la sequía en arroyos y sistemas hídricos menores, y se piensa en recurrir a las fuerzas armadas para garantizar la logística.

Y esas protestas de las que avisa el informe ya de hecho están comenzando. Hoy mismo está previsto que un grupo de cooperativas de pescadores artesanales lleven a cabo un “pescadazo” frente al Congreso de la Nación, para reclamar ayuda ante la bajante histórica, ofreciendo sus productos a precios populares para visibilizar la grave situación que afrontan.

“Así se podrán comprar pescados de río como sábalo, bagre y dorado a 150 pesos el kilo (menos de 70 pesos uruguayos); boga a 180; y patí a 240; con el fin de dar a conocer la capacidad productiva que tienen los pescadores artesanales”.

Pero, ¿es esto solamente un problema relacionado con la falta de lluvias? Bueno, nada puede analizarse en términos de solamente, está claro. El funcionamiento del ambiente es tan complejo que el hombre no ha logrado desentrañarlo completamente a pesar de todo el desarrollo científico y tecnológicos, sí se sabe que todo está relacionado, y, como dijo Edward Lorenz, el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desencadenar fenómenos extremos en otra parte del mundo. Pero posiblemente acá no haya que ir tan lejos.

También en Brasil hay alertas por problemas hídricos que alcanzan a cinco estados: Minas Geráis, Goiás, Mato Grosso do Sul, São Paulo y Paraná.
La cuenca del Paraná, con afluentes como los ríos Grande, Paranaíba, Tietê, Paranapanema e Iguaçu, comprende, en más de 820.000 kilómetros cuadrados, algunas de las zonas más industrializadas y urbanizadas de Brasil.

En el curso brasileño del río y en sus principales afluentes hay más de 50 represas, –considerando sólo aquellos de una altura de más de 10 metros– que hacen que el río Paraná se haya convertido en los hechos en una sucesión de lagos conexos. Sumémosle a esto los problemas de la deforestación, el avance de la agricultura, los incendios. Para los gobiernos, por supuesto, esto se arregla con lluvia, pero cabe preguntarse si no se le estará pidiendo demasiado a un río.