Empuje del agro es tabla de salvación, pero las estructuras condicionan

Datos actualizados al mes pasado indican que las solicitudes de exportación de bienes registraron un incremento de 50,9% en julio respecto a igual mes del año pasado, según indica la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU) en base a los Documentos Únicos de Aduanas (DUA).
En julio las solicitudes alcanzaron los U$S 924 millones y acumularon U$S 5.295 millones en los primeros siete meses del año, lo que significó un aumento de 37,6% respecto a igual período de 2020, mientras que en los 12 meses finalizados en julio, las ventas se incrementaron 19,6% en comparación con el mismo período cerrado en julio del año pasado. Por lo tanto, los aumentos de lo que va de 2021 superaron las caídas registradas de agosto a noviembre (en diciembre no hubo variación) de 2020 debido a la pandemia global.
Este parámetro es un indicador alentador en cuanto a la tendencia, pero debe tenerse presente que se parte de un piso muy bajo, debido a la caída estrepitosa de las actividades y comercio regional y global, por lo que en el mejor de los casos, se está recién retomando el hilo prepandemia, con una pérdida significativa de ingresos que se registró durante varios meses y consecuente incidencia en la economía.
Desde el punto de vista de los destinos, los principales tres registraron aumentos relevantes en lo que va del año. China lideró el ranking con una duplicación de las colocaciones (97,93%), con una suba generalizada de los productos exportados (carne, madera, soja y lácteos, entre otros). Brasil quedó segundo, con una suba de 82,92%, principalmente por plásticos, lácteos y vehículos.
Por su parte, desde el punto de vista de los productos exportados, la medición en dólares muestra que la totalidad de los 10 principales rubros registraron aumentos, lo que pone de relieve que hay un mercado más demandante y ello se refleja en los valores internacionales que se pagan.
Afortunadamente para nuestro país la principal fuente de riqueza con la que contamos, el agro, no conoce de pandemias y es así que en este período han seguido cumpliéndose los ciclos biológicos para la producción de carne, lanas, granos y madera, entre otros rubros. Gracias a esto el punto de partida en este período pospandemia no está tan cercano al piso. Como consecuencia la calidad de vida de los uruguayos no ha caído tan drásticamente como pudo haber sido.
Desde el punto de vista laboral, por ejemplo, tenemos que en el Interior y sobre todo en el ámbito rural, se ha seguido trabajando para acompañar y acompasar los ciclos productivos que nos han sostenido hasta ahora.
Mientras tanto, en otros ámbitos de trabajo, como en el caso de los funcionarios del Estado, la afectación laboral prácticamente no ha existido, por cuanto es un costo del que se ha hecho cargo exclusivamente el sector privado, donde se genera la riqueza que luego se redistribuye, mal o bien, a todos los demás sectores del tramado socioeconómico.
Nuevamente el agro se ha erigido como la reserva de riqueza en tiempos de crisis, y más allá de las buenas performances de la carne y los granos, tenemos a un sector forestal que se ha sostenido y mejorado su comportamiento, tanto en producción para la venta al exterior como generador de empleos directos e indirectos.
De acuerdo con el instituto Uruguay XXI, el fuerte desarrollo silvícola (gestión de bosques o montes de épocas anteriores), se encuentra actualmente en turnos de cosecha y habilitará un volumen muy importante de materia prima disponible, pero se requiere atraer nuevas empresas que trabajen en la promoción y el desarrollo de esta actividad.
Según datos del Banco Central del Uruguay (BCU), el sector forestal es uno de los más dinámicos en la economía nacional del presente siglo, ya que presenta una tasa anual de crecimiento del 7,7 por ciento en la última década, lo que es determinante para que el sector represente alrededor del 3 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), mientras que las exportaciones del complejo forestal, que incluye a la madera, celulosa y papel, representan casi una quinta parte del total de las exportaciones de bienes del país.
En lo que tiene que ver con el mercado laboral, el sector emplea directamente cerca de 17.000 personas sin contar por lo tanto los empleos indirectos que también genera el sector en infraestructura de apoyo. Como dato complementario, tenemos que el 15 por ciento de la población del país vive en los departamentos con mayor cantidad de hectáreas forestadas, lo que confirma la incidencia de esta actividad en territorios que no tienen otras opciones laborales, en el interior profundo sobre todo.
A su vez, el tejido empresarial presenta unas 1.700 empresas en el entorno de la actividad forestal, directamente vinculadas al rubro. Las empresas nacionales son en gran medida de pequeña escala, de los cuales unos ochenta aserraderos en todo el país.
Estas empresas son significativas fuentes de empleo y en algunas regiones son pequeños polos de desarrollo que han contribuido a retener la población en el medio rural, y por lo tanto su proyección real es mucho mayor que una fuente de actividad aislada.
Ahora, con el agro nuevamente como el sector que responde con creces a la apuesta de sacarnos de la coyuntura adversa, el punto es que quedamos igualmente con los problemas estructurales de siempre, disimulados y postergados por la urgencia y precios favorables.
Nuestro país sigue siendo caro para producir, y la mejora que hemos tenido en este período precisamente se da fundamentalmente en los commodities, porque pese a los costos se siguen dando las ventajas comparativas del país. Pero cuando se trata de agregar valor a la materia prima, ahí surgen nítidamente los costos desmesurados y las graves dificultades para crear y/o mantener empleos de calidad.
Es pertinente en la pospandemia la búsqueda de potenciar la dotación de valor agregado a la materia prima, procurando por ejemplo canales efectivos para superar el cuello de botella para obtener el mejor aprovechamiento de la riqueza forestal en el Uruguay, como así también en otras áreas productivas y de servicios, generando condiciones para lograr inversiones significativas que permitan revertir un escenario que ha permanecido incambiado durante décadas.
Es que si seguimos en la misma, será muy difícil lograr resultados diferentes por encima de coyunturas, y la incertidumbre y los avatares seguirán primando por sobre la estabilidad y la certeza que son la consecuencia de superar los problemas estructurales.