La economía que viene, con los problemas ya de la prepandemia

En la lenta –pero esperemos que sostenida– salida de la pandemia, también en el ámbito de nuestro país como a nivel global, todavía se dista de llegar a los niveles inmediatos de la prepandemia, pero más aún, hay interrogantes agregados a los ya acostumbrados altibajos de la economía mundial que solo podrán ser disipados, aunque más no sea parcialmente, cuando se retome el rumbo con cierta firmeza.

Es así que un año y medio después de la irrupción del COVID-19 en el Uruguay, la economía de nuestro país se va recuperando en forma relativa, es decir si tomamos en cuenta el piso al que se llegó en el peor momento de la pandemia, aún haciendo la salvedad de que al no ingresar en cuarentena obligatoria y acentuada como se hizo en la Argentina –con un resultado desastroso, como es sabido– la caída no fue tan estrepitosa.
Si bien la COVID-19 impactó fuertemente en el Producto Bruto Interno (PBI) en 2020, cuando cayó un 5,9 por ciento, con duras consecuencias sobre el tramado socioeconómico, ya en este ingreso hacia el cuarto trimestre de 2021 las expectativas se presentan un poco más alentadoras.

En este sentido, la ministra de Economía y Finanzas, Ec. Azucena Arbeleche, estima que el PBI mejorará un 3,5 por ciento, mientras que el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) prevé cifras similares de crecimiento en este año y por lo tanto cuando culmine 2021 estará en un nivel similar al de diciembre de 2019.
Pero también ese nivel era un pobre desempeño, desde que sobre todo el quinquenio anterior la economía estaba estancada y en retroceso, con fuerte incremento del desempleo, problemas de competitividad y caída de actividad y de la rentabilidad de las empresas.

Al analizar el escenario, el director ejecutivo del CED, Agustín Iturralde, señaló que los problemas económicos del país “van a ser básicamente los mismos”, dado que si bien la pandemia agudizó y aceleró las dificultades preexistentes, no hay nada novedoso en los desafíos que tiene que enfrentar el gobierno.
Quiere decir, en buen romance, que en el mejor de los casos, lo que ha hecho la pandemia ha sido diferir o congelar el escenario de diciembre 2019, desde el punto de vista de la economía, aunque debe tenerse presente que como consecuencia de la aguda crisis por la COVID-19, todavía no se han recuperado miles de empleos. Es que si bien se ha retomado la dinámica de la economía en buena medida, las empresas aun se muestran reticentes a la contratación de empleos hasta no tener un panorama claro de como se presentará la mano en el futuro inmediato.

Ocurre que por lo tanto se ha perdido un año en cuanto a la instrumentación del grueso de la propuesta electoral del gobierno, desde el punto de vista práctico, lo que no es poca cosa, cuando urgen las necesidades del ciudadano común, por más comprensivo que se sea respecto a tener en cuenta el fuerte impacto negativo del coronavirus.
En lo relativo al escenario internacional, vital para la economía de un país pequeño como el Uruguay, con mínima economía de escala y un mercado interno muy reducido, el mercado externo presenta algunos elementos favorables para nuestros productos de exportación, básicamente materias primas, pero contando con la misma infraestructura que la que teníamos en diciembre de 2019.

Se mantiene por ahora un aumento en los valores de las materias primas, en tanto las tasas de interés siguen históricamente bajas y gradualmente los países que empujan la economía mundial van mejorando su performance.
El director ejecutivo del CED considera que esta coyuntura favorable debe ser aprovechada por nuestro país, pero precisamente por tratarse de una coyuntura, la interrogante que queda planteada es hasta cuándo cabe esperar que se den estos precios atractivos para nuestros productos de base agropecuaria, esencialmente.
Según da cuenta El País, Iturralde analiza que el contexto internacional “luce razonablemente estable pero no podemos soñar con un contexto de 10 o 12 años de buenos precios de los commodities. Hay que ser más pesimistas al respecto y hay señales de que esto no dura para siempre”.

Es decir, de lo que se trata fundamentalmente de tener presente es que no hay repetir lo que se hizo en los 15 años anteiores: asumir, alegremente, que la bonanza de los precios internacionales podría seguir indefinidamente, por lo que se incrementó el gasto estatal como si fuera a contarse para siempre con estos ingresos excepcionales. Cuando la cosa cambió, nos quedamos sin ingresos adicionales, pero con la deuda y los costos de un presupuesto público inflado solo posible de más o menos financiarse en los tiempos de vacas gordas.
Ergo, en los hechos recién en la línea de arranque, el gobierno tiene planteados desafíos impostergables para tratar de generar sustentabilidad en la economía, más allá de vivir el momento en base a los avatares de las coyunturas, que son la mejora de la competitividad, bajar la inflación, recuperar el empleo y lograr una consolidación fiscal, como señala el director del CED.

No se trata además de componentes aislados, sino que están concatenados entre sí, en gran medida, y asociados con otros factores que inciden en la ecuación y que se enmarcan en la representación de “platitos chinos” que deben mantenerse girando al mismo tiempo, como señalara en su momento el expresidente del Banco Central del Uruguay, Ec. Mario Bergara.
Lo que es ratificado por la asesora económica de la Cámara de Comercio y Servicios, Ana Laura Fernández, quien evaluó que aunque algunos desafíos se han exacerbado por la pandemia, “las barreras de competitividad y productividad” que enfrentan las empresas uruguayas siguen siendo las mismas que tenían previo al COVID-19.

Y aunque como bien analizan los economistas, en el sentido de que el país va a salir de la pandemia “sin daño económico permanente”, la realidad indica que la recomposición de la economía recién empieza, en el mejor de los casos, para tratar de hacer lo que tenía que hacerse hace ya más de un año y medio, cuando además sin dudas la pandemia proyecta una larga sombra de inestabilidad social, que hará que el desafío sea aún más exigente, pero insoslayable, si es que se pretende que la recuperación sea sustentable y no prendida con alfileres.