Uruguay hace un balance más que positivo tras lo que fue la experiencia de recibir las finales continentales de los tres torneos de clubes, es decir la Sudamericana, la Libertadores femenina y la Libertadores.
Atlhetico Paranaense, Corinthians y Palmeiras fueron, respectivamente, los que festejaron en un remozado y espectacular Estadio Centenario, cuya reforma es tan solo el puntapié inicial pensando en ese sueño de recibir el Mundial 2030 o al menos un importante festejo por el centenario de la primera Copa del Mundo, disputada en nuestro país.
Más allá de la importancia de los tres torneos, está claro que la gran final de la Copa Libertadores, que ganara 2 a 1 el Palmeiras ante Flamengo, se lleva todas las miradas.
La fiesta fue completa. El Centenario lució espectacular, el circo de la Conmebol funcionó casi a la perfección, y un punto que no es menor, también la seguridad.
Hablar de la cantidad de hinchas brasileños que llegarían al país significaba preguntarse cómo se plantearía ese tema. Y la realidad es que, salvo casos aislados (incluyendo que un hincha del Flamengo recibió un balazo en el barrio Sur), no hubo que lamentar incidentes.
Es más: durante la jornada pudo verse en diferentes puntos de la capital a simpatizantes de ambos equipos compartir espacios y dialogar sin inconvenientes.
Después, la hinchada del Palmeiras dio cátedra en alentar a un equipo, pese a la superioridad en número de los simpatizantes del Flamengo.
Y al término del partido, los hinchas de Flamengo se retiraron sin problemas, mientras los del Palmeiras se quedaban a dar rienda suelta a la locura en el estadio. Pero incluso ayer pudo verse a los brasileños de ambos equipos, siempre cerveza en mano (el negocio de la Copa), departir tranquilamente. Fue quizá uno de los puntos más llamativos de la gran final, que se vivió a pleno en Montevideo, que se vio revolucionada por el arribo masivo de los hinchas, cara clave en esto que se llama fútbol.
