Algo ha cambiado en Chile

(Por Horacio R. Brum)

Se oía un ruido de tanques de guerra de fondo; de pronto, una voz de mujer desesperada rogaba: “¡No se lleven a mi hijo!”, y el locutor advertía que eso podría pasar si el comunismo llegaba al gobierno en Chile. En otra pieza de propaganda, un volante mostraba imágenes de unos fusilamientos en Cuba y la leyenda interpelaba: “¿Es el paredón el futuro que quieres para tu padre, tu hermano, tu amigo?”
Casi sesenta años atrás, esos fueron algunos de los recursos comunicacionales que empleó la derecha chilena para frustrar el penúltimo intento de Salvador Allende para llegar a la presidencia. Con el apoyo sustancial de Estados Unidos, que una investigación del senado de ese país realizada en 1975 estimó en cuatro millones de dólares, el demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva ganó las elecciones de 1964. La Democracia Cristiana (DC) de Chile se ha definido hasta hoy como un partido centrista, pero es de raigambre derechista, porque fue una escisión del Partido Conservador y mantiene lazos con los principales partidos de derecha del mundo, como el Partido Popular español. Con más orientación social que la derecha tradicional el país, y si bien algunos de sus representantes están alineados con la centroizquierda, la DC comparte con ella un anticomunismo visceral. Cuando Allende logró suceder a Frei Montalva, en 1970, la DC exigió que el nuevo presidente firmara un compromiso de garantías constitucionales; más tarde, le retiró todo apoyo, lo que abrió las puertas al golpe militar, respaldado inicialmente por el expresidente Frei.
Con esos antecedentes, no es de extrañar que los fantasmas del comunismo hayan sido resucitados para las elecciones presidenciales de este año. Cuando el candidato derechista José Antonio Kast ganó la primera vuelta, una parte de la “guardia vieja” demócrata cristiana, compuesta por varios exministros de los primeros gobiernos de la democracia, instó a votarlo en la segunda vuelta. Entre otros argumentos, el exintendente de Santiago y exministro de Defensa Jaime Ravinet, dijo que el candidato de la izquierda Gabriel Boric iba a estar controlado por el Partido Comunista: “Va a marcar la pauta… Para mí el peligro de Boric es que no respeten ni la ley, ni la Constitución en los hechos, como sucedió con la Unidad Popular –de Allende–”. Ravinet estuvo en contradicción con la presidenta de su partido, la senadora e hija del antiguo rival de Allende, Carmen Frei, quien respaldó a Boric. Kast, por su parte, multiplicó las acusaciones de comunismo contra el candidato izquierdista y lo mismo repitieron algunos empresarios, así como varios comentaristas de los principales diarios, también afines a la derecha.
El error estratégico de la derecha fue no tomar en cuenta que ya hay dos generaciones que no vivieron en los tiempos de Frei Montalva y Allende, para las cuales el anticomunismo no tiene sentido. Por otra parte, el Partido Comunista no es el de los camaradas barbudos y obsesionados por Marx, sino el de las bonitas diputadas surgidas de los movimientos estudiantiles Camila Vallejo y Karol Cariola, que visten a la última moda, o el de su presidente Guillermo Teiller, con el aspecto de un honorable profesor burgués. Si bien los comunistas chilenos siguen simpatizando con el socialismo fallido de Cuba o Venezuela, no tienen ninguna intención de transformar a este país en “Chilezuela”, como fue otra de las acusaciones propagandísticas de la derecha. En cuanto a las intenciones del presidente electo, más de una vez buscó inspiración en el modelo del Frente Amplio uruguayo, con cuya experiencia tuvo contactos cuando era dirigente universitario. Otro error de José Antonio Kast fue la pretensión de imponer el concepto de familia tradicional, bajo sus convicciones religiosas (es un católico seguidor del movimiento conservador Schönstatt) y para captar el voto de los evangélicos, que buscan activamente influir en la vida pública, como lo tratan de hacer en otros países, incluido Uruguay. Encerrado en su mundo, Kast olvidó que en Chile casi el 30% de los hogares son monoparentales, en su gran mayoría encabezados por mujeres trabajadoras. Además, las cifras del Registro Civil indican que el 76% de los niños nace fuera del matrimonio. Una realidad social alejada de la familia patriarcal, con la mujer “de su casa”, que todavía vive una parte de la clase alta chilena, donde el modelo familiar viene del conservadurismo católico que representan los movimientos Schönstatt o el Opus Dei.
Probablemente, la victoria de Kast en la primera vuelta se debió al candidato alternativo Franco Parisi, un personaje que hizo la campaña con todos los recursos de las comunicaciones electrónicas, porque vive en Estados Unidos. Parisi, que se presentó como una opción alejada de la política tradicional y recogió un voto de protesta, está en juicio en Chile por sospechas de lavado de dinero y por una demanda de pensión alimenticia para dos hijos, por 350.000 dólares, causas por las cuales la justicia dictó hace dos años una medida cautelar bajo la que, si regresaba, no podía volver a salir del país.
Gabriel Boric será el presidente más joven de la historia contemporánea de Chile, elegido con un porcentaje de votos récord; las mujeres menores de 50 años fueron las principales contribuyentes a ese récord, así como los jóvenes en general. “Algunos todavía creen que esto es una estrategia comunista y no que la gente está molesta y que Chile cambió”, fue la reflexión sobre la derrota del senador José Miguel Ossandón, del partido del presidente Sebastián Piñera. La derecha liberal que él representa todavía no ve claro por qué dejó ascender la estrella de José Antonio Kast, quien al comienzo de la campaña electoral ocupaba una posición más que discreta en las encuestas. El problema es que, desde la votación para eliminar la Constitución de 1980, los encuestadores se vienen equivocando constantemente y ni siquiera pudieron prever el margen arrollador de sufragios con el que Boric llegó a la presidencia.
En marzo Chile tendrá su primer presidente verdaderamente izquierdista desde Salvador Allende; aunque los tiempos no están para revoluciones, las expectativas populares para su mandato son enormes. Además, deberá entenderse con una Convención Constituyente en la cual muchos miembros pretenden refundar el país. En el sur, entretanto, continúa la violencia indigenista con el objetivo de crear una suerte de Estado mapuche que nunca existió. Tanto el día de las elecciones como esta semana se produjeron nuevos atentados incendiarios, pese que el gobierno de Piñera prolongó las medidas de seguridad, y los grupos que practican el terrorismo sostienen que el presidente electo es un “pseudo progre”, que mantendrá el “conservadurismo oligarca y el sistema capitalista de formato colonial”.
Cada nuevo gobierno tiene unos cien días de luna de miel con la opinión pública a partir de su asunción. Con el panorama actual de Chile, todo parece indicar que Gabriel Boric deberá pasar esa luna de miel con la suegra vigilándolo.