La mirada resultadista

En nuestro país los humedales –también conocidos popularmente como “bañados”– ocupan el 12% del territorio nacional, son un recurso estratégico y su protección está consagrada en la normativa y en el Plan Nacional Ambiental, así como también en compromisos internacionales que el país asumió al ratificar la Convención de Diversidad Biológica, la Convención de Cambio Climático y la Convención Ramsar, referida específicamente a los humedales, que entró en vigor en Uruguay el 22 de setiembre de 1984.

Pero esta ratificación se produjo en la misma época que el Estado promovía la ampliación de una obra de desecación en uno de los tres sitios que hoy tiene el país identificados como humedales de importancia regional. Hablamos en concreto de la ampliación del Canal Andreoni en la costa rochense, que también tuvo lugar a mediados de la década del ‘80 del siglo pasado. En el mismo momento en que el país con una mano suscribía la importancia de los bañados, con la otra abría surcos en la tierra para verter miles de litros de agua dulce en el mar, llevándose por delante uno de los puntos turísticos más consolidados de la costa atlántica, como lo era en ese momento –y hasta ese momento– La Coronilla.

¿Qué se ganó? Pues se logró ampliar un poco la superficie de cultivo de arroz en el departamento de Rocha, extendiendo una canalización que originalmente fue de unos 3 kilómetros, y que luego prosiguió en años siguientes, con obras dentro de los predios que llevaron adelante los propietarios de los campos, por fuera de la planificación.
El de Bañados del Este y Franja Costera es justamente uno de los 3 sitios designados por Uruguay como Humedales de Importancia Internacional, o sitios Ramsar, junto a Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay y la Laguna de Rocha, que combinados cubren una superficie de 435.837 hectáreas.

El 2 de febrero se celebra cada año el Día Mundial de los Humedales. El lema elegido para este 2022 es “actuar por los humedales es actuar por la humanidad y la naturaleza: un llamado a la acción de invertir capital financiero, humano y político para salvar los humedales del mundo de la desaparición y restaurar los que hemos degradado”. Los humedales tienen un intrínseco vínculo con la biodiversidad: albergan el 40% de las especies vegetales y animales del planeta.

Las últimas estimaciones muestran que los humedales están desapareciendo tres veces más rápido que los bosques, mientras la biodiversidad está disminuyendo a escala mundial.

La transformación del hábitat es, precisamente, la principal causa de la extinción de especies a nivel mundial. El problema de los humedales es que tradicionalmente se los ha calificado como “tierra improductiva”, o de baja productividad, de ahí quizás la tentación de sacar toda esa agua de encima y tirarla al mar.

Sin embargo hoy se conoce más, pese a que no parecía revestir mayor interés se investigó, y se sabe que esos terrenos improductivos tienen un función, o más de una, y son claves para la vida, para la de un montón de especies, pero también para los humanos. Hoy se reconocen que los humedales son un ecosistema clave.

Entre los múltiples servicios ecosistémicos que prestan, contribuyen con el almacenamiento del 30% del carbono terrestre; son una protección ante eventos de cambio climático; conservan agua y ofician de filtro natural contra el ingreso de contaminantes a las napas subterráneas. Además aportan a la economía y el empleo en un estimado de 47.000 millones de dólares anuales en servicios esenciales a nivel mundial y constituyen un medio de vida para mil millones de personas, aparte de contribuir a alimentar al mundo; al esparcimiento y la recreación.

Sin ir más lejos está el ejemplo de lo que está haciendo en los Esteros de Farrapos, allí se pueden ver buenos ejemplos de uso turístico de los bañados, y que se espera incrementar en la medida que se avance en el proyecto que ha liderado el estadounidense Gilbert Butler.

Pero también, mediante un acuerdo, en la medida que las condiciones lo permitan, los campos anegables son utilizados para pastoreo por parte de pequeños ganaderos del área protegida. Esto le permite a los productores disponer de espacio adecuado para su actividad a un costo razonable, y al área protegida generar recursos que se reinvierten en su propio manejo.

Es decir, que esta visión “resultadista” sobre los humedales, hoy en día no es válida. De forma alguna pueden considerarse terrenos meramente improductivos. Sin embargo es una visión que muchos siguen sosteniendo y reaparece cada vez que se pone encima del tapete la protección de la que, aunque básica, se ha dotado al espacio costero que conocemos como Humedales de La Curtiembre, en el entorno de la desembocadura de ese arroyo. “Nido de ratas” o “refugio de víboras” son expresiones con las que se le suele asociar. Y no se puede negar que muchas especies animales aprovechan los beneficios del lugar, pero es que justamente de ello se trata el concepto de biodiversidad.

Y más allá de estas discusiones que persisten, hoy los sanduceros tenemos claro que es un lugar importante y que a partir de la insistencia de quienes han mostrado su preocupación por preservarlo y que a veces se toman decisiones que no van estrictamente en este sentido, no es poco lo que se ha logrado, y basta para ello acercarse al lugar (preferentemente en bicicleta o a pie) y abrir los ojos y los oídos.