Antes del referéndum

Ya pasó el último fin de semana previo al referéndum que cuestiona 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración. En este último tramo, las plazas, ferias y el puerta a puerta en los barrios o localidades del Interior fueron protagonistas de las campañas por el “Sí” y el “No”.
La intensidad de estos días es el paso previo a la veda que comenzará a las 0.00 del viernes 25 y la dirigencia partidaria y social redobla sus esfuerzos en una carrera de largo aliento que comenzó a finales de 2020, continuó a mediados del año pasado con la confirmación de las firmas alcanzadas para la consulta y que finalizará el próximo domingo.
Más de un año, donde 135 artículos de un total de 476 que conforman la Ley 19.889, han sido motivo de debates entre legisladores, polémicas públicas, cruces de opiniones y materia de conversación de panelistas en programas de televisión. Es una instancia a la que han adjudicado todo tipo de variables de ajustes y decisiones, aunque los 135 artículos cuestionados no tengan esa responsabilidad.

La hipersensibilidad en las redes sociales dieron cabida a desencuentros sin sentido alguno y a una pauperización en las discusiones que perdieron altura, mientras avanzaba la campaña.
Legisladores, legisladoras y dirigentes con cualquier cargo de responsabilidad se han faltado el respeto mutuamente y han obligado –como si fuera un tiro por elevación– a que la ciudadanía descienda a ese nivel.
En nuestro país hubo consultas populares que varias generaciones de uruguayos guardan en su memoria con nostalgia y, sin embargo, también hubo otras que dividieron las aguas. La historia nacional ha sido atravesada por partidos fuertes que dirimían sus diferencias en diversos escenarios, pero los tiempos han cambiado.
La preocupación debería instalarse sobre el lenguaje violento utilizado con frecuencia y el no estar a tiempo para frenarlo. Porque, en definitiva, es posible preguntarnos si a estas alturas o incluso más arriba, llegará la próxima campaña electoral en 2024.

En los últimos días, los votos que en las encuestas figuran como “indecisos”, adquirieron protagonismo en una campaña que puso los ojos en ellos. En ocasiones, suele tomarse a esta población como potenciales votantes “en blanco” o “anulados” y hacia allí fue dirigido el mensaje de la dirigencia que apoya la derogación.
Es que el artículo 15º de la Circular Nº 11.253, del 10 de diciembre de 2021, señala que “los votantes deberán pronunciarse por ‘Sí’ o por ‘No’. Votarán por ‘Sí’, quienes deseen hacer lugar al recurso y por ‘No’ quienes estén en contra de él. El voto en blanco se considerará voto por ‘No’”.
La coalición de gobierno sostuvo que enfocar el argumento basado en que el voto en blanco es un voto al ‘No’, es un hecho “insólito” que apunta a la confusión.
Sin embargo, era absolutamente esperable que existiera un alto porcentaje de esta corriente de opinión, porque la instancia del próximo domingo surgió en plena pandemia, con un sector de la población absolutamente preocupada en otra cosa. Tanto como en recuperar su empleo o salario perdido en una situación de contingencia mundial –no sólo uruguaya– que obligó a barajar, dar de nuevo y jugar de otra manera en un campo laboral para el cual no estaba preparada la mayoría de los uruguayos.

Y, realmente, para eso no hay que ser muy suspicaz. Era un dato de la realidad, también, que las familias estaban –aún están– preocupadas por la educación de sus hijos, porque los vaivenes de los últimos dos años, marcaron un antes y un después en las formas de enseñar y aprender. Y los resultados en el mediano plazo pueden ser preocupantes.
Es posible que esas sean cuestiones que realmente les importen mucho más que la derogación o confirmación de 135 artículos de una LUC, sobre la cual debieron escuchar nuevos términos que no formaban parte del lenguaje diario.
De hecho, hay personas que tienen desconocimiento sobre la obligatoriedad de la concurrencia a votar. A esa población llevan a una instancia electoral, a pesar de que la clase dirigente sabe muy bien que en Uruguay ha descendido la capacidad cívica. Por eso mismo, porque cambiaron las generaciones. Y esto no es bueno ni malo, sino un factor que ha sido transversal en los últimos años a nivel global.

Este escenario, que en algún momento deberá analizarse con mayor detenimiento, estuvo sazonado por falsedades y medias verdades que –tanto de un lado como del otro– intentaron llevarse para sí, a esos ciudadanos.
Si las encuestadoras coinciden en presentar guarismos de “indecisos” en torno al 20 por ciento –e incluso más– es porque algo pasa en un país que no sobrepasaba el 10 o 15 por ciento en relevamientos anteriores. O es desinterés puro y duro, o es el resultado de la confusión de una clase dirigente que se habla entre ellos.
Por eso se enrarece el clima de la campaña y ocurren hechos de violencia. Los referentes –de cualquier lado– deberían poner paños fríos y callarse un poco la boca, al menos en las redes. Porque aventar fantasmas y manifestar opiniones de alto contenido en forma continua no le hace bien a la democracia. Y porque democracia no es decir lo que se quiere y de la forma que se quiere, solamente porque quien protagoniza esos desencuentros ostenta fueros que otros no tienen.

Entonces, así es fácil. Por eso, deberían comenzar a respetar a quienes tiene opiniones diferentes y no participar en tanta gritería. Porque al día siguiente –que será lunes 28– habrá que convivir en el mismo barrio, en la misma ciudad y cada uno continuará con su vida. Y todavía es posible evitar que el clima no se enrarezca aún más de cara a las próximas instancias electorales, porque Uruguay debe continuar siendo el ejemplo cívico en una región complicada.