Debates a granel

Escribe: Danilo Arbilla

Parece seguro, sí, que el Presidente Lacalle Pou será quién usará la cadena de radio y TV para hablar en nombre del No. Es lógico, no cabía esperar otra cosa. Es la mejor carta que tiene la coalición, sin dudas. Lo de que esté constitucionalmente impedido es una tontería sobre la cual no vale abundar.

No sé bien cuántos serán los debates. Todos sí serán históricos; es lo que ocurre con los debates, son como las peleas o partidos del siglo. Nada chico.
Habrá que ver si Fernando Pereira encuentra un contendiente a gusto. Primero desafió al presidente y rápidamente se le hizo ver y asumió su desubicación. Lanzó desafíos a granel. No sé en qué estaba al escribir esta columna y si al final se iba a animar a debatir con el ministro Pablo Mieres. Un hueso duro de roer. Con pocos flancos por donde atacarlo. Y menos con respecto a la LUC, la que Pereira ha dejado un poco de lado y se ocupa más de enseñarnos cómo se vota anulado y de usar aquello de que “la gente no tiene plata en los bolsillos”, que tiene su efecto. Siempre tenemos menos de lo que aspiramos: a todo el mundo le gustaría ir a la América que sale dos mil y pico y tiene que resignarse con la Olímpica o la Amsterdam. Y eso hay que explotarlo como enseña Astori. Los frentistas, aún los que son millonarios, están al firme, pero el resto duda: no basta con el tonito humildón, de muchacho trabajador, pero que se las sabe todas. Decía Voltaire, creo, que la humildad es la peor de las vanidades. Y la gente se da cuenta.
Personalmente no me preocuparía: los debates, no le aclaran nada a la gente ni son un aporte imprescindible para el sistema democrático. Pueden incluso ser un factor distorsionante.

Veamos: el puntapié inicial lo dieron hace 60 años Kennedy y Nixon. Fue un debate en el que el primero logro superar a su contrincante porque fue de traje oscuro, camisa celeste y maquillado, mientras Nixon lucia pálido con su traje gris perla y transpirado.

Se asegura que fue decisivo y si así fue y eso ocurrió en la primera potencia democrática, ¿en qué ayuda eso a la democracia? ¿Qué tiene de democrático que un presidente sea elegido por el color de su traje y su corbata?

Los debates se trasformaron en una suerte de enfrentamientos en los que servía más ser un buen histrión, espontáneo y vivo que mostrar que efectivamente estaba preparado para gobernar. Eran un show. Y hasta divertidos.

Pero eso se acabó y ahora los debates son más digitados que una función de títeres. Los contendientes eligen temas, tiempos y sortean cuando le toca a cada uno. No pueden interrumpirse y hasta se limita el manejo de cámaras. Bien aburridos. Se acabó el espectáculo.

Al debate Manini-Andrade, lo vieron 44 mil personas, seguramente con posición ya tomada, de un total de 2.684.131 habilitados y obligados a votar el próximo 27. A Manini le fue mejor: el formato venía al pelo con su estilo y además Andrade se mostró desorbitado. Este estuvo mejor cuando debatió con a Talvi. No creo, empero, que hayan sumado votos para una propuesta o la otra.

En casos puede que un debate ayude a posicionarse y hacerse conocido a algún dirigente, pero de ahí sostener a que una elección es más o menos libre y democrática si hay o no debate, me parece que no cabe.