Sin cargas no hay puerto ni existe empleo

En los últimos días EL TELEGRAFO ha dado difusión a las reivindicaciones formuladas por los trabajadores de la estiba en el puerto de Paysandú por la falta de trabajo de los aproximadamente 30 trabajadores portuarios. La caída en la actividad de la terminal fluvial sanducera ha sido el motivo desencadenante de estos reclamos que demuestran la cara de una realidad dura de aceptar pero que constituye “la crónica de una muerte anunciada” al decir del escritor colombiano Gabriel García Márquez: el puerto de Paysandú no logra desarrollar una actividad sostenible y significativa a lo largo del año.

Durante décadas los diversos intendentes que ha tenido nuestro departamento –de distintos partidos y corrientes ideológicas– han tratado, con mayor o menor suerte y con más o menor habilidad, de reactivar el puerto sanducero para que se constituya en un punto de conexión con la región y con el mundo, generador de empleo y de toda el desarrollo económico y social que supone dicha actividad. También es cierto que la reactivación del puerto de Paysandú necesita de poder generar operaciones que justifiquen una plantilla de trabajadores como aquella por la cual hoy se reclama y ello solo puede lograrse a través de las operaciones de empresas privadas. El dirigente portuario Aníbal Silva declaró a nuestro diario que “han dejado a la deriva a los 33 trabajadores que estamos en la bolsa de la estiba del puerto de Paysandú y hasta ahora no hemos tenido trabajo en forma continua. Solamente alguna carga una vez por mes de azúcar que hacían dos días pocos trabajadores. O el portacontenedores una vez o dos por semana y ahora, desde hace dos meses que está amarrado en el puerto, sin miras de cargas ni descarga. Y tampoco ingresaron granos”. Tal como lo señala Silva, el problema es nada más y nada menos que la falta de operaciones portuarias, actividades en cuya creación y permanencia en el tiempo los actores privados tienen un papel fundamental. Precisamente ahí está una de las bases fundamentales de esta problemática: lo que se necesita es empleo, pero para ello es necesario que las empresas privadas tomen la decisión de operar en el puerto y con ello llegue esa inversión llegue el crecimiento y el bienestar social. Como bien lo señalara el entonces presidente Tabaré Vázquez en el año 2015 “generar puestos de trabajo decente para la gente es la mejor política social que se puede llevar adelante”.

La decisión de las autoridades Administración Nacional de Puertos (ANP) de solicitar a los estibadores sanduceros su inscripción como monotributistas para realizar tareas de mantenimiento de los espacios verdes del ente constituye un intento que refleja con claridad cómo muchas veces no se quiere enfrentar los problemas del fondo (la falta de cargas) y el costo político de las medidas que requieren los mismos. No importa qué razones puedan invocarse para el casi nulo funcionamiento del puerto de Paysandú o cuáles sean las soluciones mágicas que se propongan: el problema central es la falta de cargas y ello responde a múltiples factores (ubicación, profundidad de las aguas, etcétera) que dificultan la salida o llegada de mercaderías. Junto a esto, existe otro problema igualmente grave: tras décadas de promesas, fotos en la prensa y cintas cortadas inaugurando obras que claramente no han dado resultado, los actores del ambiente político sanducero han quedado atapados en sus propios discursos y ninguno de ellos (salvo alguna excepción aislada) tiene el valor para decirle a la población lo que nadie quiere escuchar: que el puerto de Paysandú no es capaz de captar las cargas que le permitan operar normalmente.

La idea de realizar tareas de mantenimiento en los espacios verdes a cargo de la ANP resulta un parche que carece de sustento porque no sería posible generar jornales para todos los días del mes teniendo en cuenta el número de trabajadores involucrados y el espacio que se debería atender. La preocupación de las autoridades locales y nacionales debe estar centrada en cómo conseguir esa carga que resulta tan esquiva y que lo será mucho más después de que el puerto de Concepción del Uruguay concrete y desarrolle los avances en los cuales está trabajando desde hace años y que incluyen un acuerdo para desarrollar una línea de transporte fluvial para unir el puerto de esa ciudad con el puerto de La Plata, permitiendo un acceso más directo y barato de sus productos a los exportadores de Entre Ríos, de otras provincias y Paraguay y, lamentablemente, borrando del mapa logístico al puerto sanducero. ¿Con esa opción dentro de su propio territorio nacional, qué empresario argentino utilizaría el puerto de Paysandú?

Para finalizar esta amarga reflexión sobre el puerto sanducero, no resulta redundante detenernos en una no menos amarga paradoja: en un mundo en el cual crece la economía basada en los servicios y dentro de los cuales la logística ocupa un lugar más que destacado, Paysandú es incapaz de captar cargas para su adormecido puerto. Ni el notable empuje que la logística ha tenido a nivel nacional, transformándose en una verdadera política de Estado desde el retorno de la democracia en 1985, ha derramado sus virtuosos efectos en nuestras costas. Con tantos antecedentes, tanto esfuerzo realizado y tanta inversión cabe preguntarse hasta dónde se puede seguir soñando con un puerto regional de grandilocuentes aspiraciones de captar cargas de toda la región e incluso desde el Este y norte del país, que deberían viajar cientos de kilómetros para embarcarse en un buque feeder hasta Montevideo. Hasta ahora la dura realidad ha demostrado que los privados ven más sencillo, barato y seguro operar directamente con Montevideo, evitando así costos logísticos insalvables por distancias y manipulación de las cargas; y nada de eso se soluciona elevando los cables de alta tensión que cruzan el río al sur del puerto local, ni dragando la canal a 23 pies o construyendo una vía de ferrocarril que atraviese toda la ciudad hasta la terminal portuaria, todas obras millonarias que están en la agenda.

Concepción del Uruguay está apenas unos 20 kilómetros de Paysandú, mucho mejor posicionado para captar las cargas de Paraguay y la región porque el mayor volumen al que se puede aspirar está del otro lado del río y por lo tanto, no necesita pasar otra frontera y además ya está funcionando a pleno. Tanto que hoy tiene el problema que, al estar dentro de la ciudad, genera serios desafíos urbanísticos, un problema que acá no se tuvo en cuenta cuando se decidió invertir decenas de millones de dólares en resucitar el puerto sanducero en lugar de apostar por uno nuevo en Casa Blanca; que no necesita dragar porque ya está a 23 pies no tampoco tiene cables de alta tensión que molesten a potenciales barcos ultramarinos, llegado el caso.
Es cierto que coyunturalmente hay menor movimiento en el puerto sanducero y que seguramente volverá a operar el portacontenedores, generando trabajo nuevamente. Pero en todos estos años los trabajadores de la estiba de Paysandú ni siquiera han logrado la suficiente continuidad operativa para contar con un seguro genuino. Entonces la solución no pasa por cortar el pasto o mantener limpias las instalaciones portuarias sino abrir los ojos a la realidad, por dura que esta sea.