Un mar de plásticos

Desde hace tiempo sabemos que los océanos se han convertido en grandes basureros del mundo y actualmente atraviesan una situación crítica. La contaminación por plásticos está haciendo estragos no solo en la fauna de nuestros mares sino que también ha comenzado a afectar la alimentación humana debido a la presencia de microplásticos en el organismo de peces y otros seres vivos marinos.
Como es sabido, los restos de plástico en el agua no solo contaminan sino que perjudican a animales tan variados como moluscos, peces, tortugas marinas, mamíferos y aves, quienes confunden esta basura con alimentos o simplemente los comen de forma accidental, en tanto que el microplástico afecta a los invertebrados. Se trata de pequeñas partículas de plástico –no mayores de 5 milímetros, actualmente detectadas incluso en la zona antártica– que se generan fundamentalmente a partir de bolsas de plástico, bandejas y cubiertos de plástico descartables, vasos y cubiertos de un solo uso, entre otros objetos de uso cotidiano y ampliamente extendido.
No se trata del único problema generado por el plástico que inunda los mares, sino que a bordo del plástico flotante se trasladan por todo el globo especies exóticas invasoras, que impactan de forma negativa en los ecosistemas donde desembarcan.
En Uruguay, una investigación pionera en el estudio de la presencia de plásticos en la comunidad de peces de arroyos, divulgada el año pasado por La Diaria, señala además que los microplásticos son aún más abundantes en los peces de arroyos de cuencas urbanas que en los que atraviesan predios ganaderos.
Por otra parte, recientemente un biólogo uruguayo encontró en una playa de Rocha un pejerrey que creció con una tapa de cinta de teflón en medio del cuerpo, lastimándose a medida que aumentaba de tamaño. Asimismo, es frecuente en nuestras costas la muerte o lesiones en tortugas marinas que ingieren productos plástico existentes en el agua.
En tierra firme el problema también adquiere proporciones importantes que cada uno puede apreciar desechos plásticos y bolsas de nailon en diferentes lugares en los que transita diariamente en distintos lugares de la ciudad, a los costados de las rutas o caminos vecinales.
Debido a su bajo peso, las bolsas mal desechadas tienen una muy alta y fácil dispersión, afectando el paisaje tanto urbano como rural y generando obstrucciones en los desagües y sistemas de drenaje pluvial. Se trata de un aspecto de la realidad fácilmente observable en cualquier lugar del país así como de un factor de contaminación visual y ambiental de relevancia.
Cabe señalar al respecto que los desechos plásticos como las bolsas de nailon tienen gran impacto ambiental debido a su uso indiscriminado y amenazan los ecosistemas porque contaminan en todo su ciclo de vida, desde la etapa de fabricación hasta su eliminación inadecuada.
Uruguay ha ido avanzando en legislación en protección del ambiente en relación a este problema, introduciendo por ejemplo la prohibición de uso de sorbitos y la sustitución de bolsas de nailon por biodegradables. Asimismo, se cuenta con normativa sobre el uso de envases no retornables y en los últimos años se aprobó la Ley de Manejo Integral de Residuos que entre sus objetivos procura prevenir y reducir los impactos negativos del manejo de residuos en todas las etapas.
No obstante, queda mucho por hacer todavía y, como señaló recientemente el ministro de Ambiente, Adrián Peña, las soluciones en relación a los residuos plásticos deben basarse en un “enfoque intersectorial y holístico y abordar todo el ciclo de vida de los productos plásticos y sus alternativas”.
En ese sentido, sostuvo que es “fundamental explorar nuevas oportunidades para comprometerse con organizaciones académicas, del sector privado y de la sociedad civil para avanzar en este tema” ya que “la basura plástica es una de las mayores amenazas ambientales para nuestro planeta”.
Es importante contar con sensibilidad e iniciativa desde la esfera gubernamental con estos temas, destacándose en el caso de nuestro país los compromisos internacionales asumidos con un foco especial en el manejo de los residuos plásticos.
Varios países latinoamericanos, entre ellos Uruguay, defendieron en marzo pasado en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en Nairobi, la resolución de crear un un comité intergubernamental con el mandato para negociar el primer tratado global legalmente vinculante, con un enfoque integral que abarque desde la producción, el consumo y el diseño hasta la prevención, gestión y tratamiento de residuos plásticos como forma de combatir la contaminación por plástico en el planeta. Se trata de una iniciativa que busca un acuerdo con metas, plazos, compromisos y mecanismos de cooperación, entre otros requisitos, y que podría adoptarse en dos años.
A fin de año Uruguay será sede de la Cumbre de Plásticos, la que tendrá como objetivo avanzar en la construcción de un instrumento internacional para “lograr la reducción y eliminación progresiva de los vertidos de plásticos al ambiente”.
Evidentemente, es necesario un mayor compromiso de los gobiernos del mundo en cuanto a considerar la problemática ambiental generada por el uso intensivo de los plásticos en diversos sectores de la economía y comprometer a los generadores en la búsqueda de soluciones, más allá de la necesidad de disminuir la oferta para un mundo acostumbrado a usar y tirar.
No obstante, el cuidado de los microespacios se vuelve fundamental y también es necesario actuar a nivel local, dado que el compromiso con la salud del planeta en que vivimos también debería ser, en primera instancia, personal.
No se trata de “eco-fobizar” con este tema, sino de sopesarlo en su justa medida, educar y comenzar a observar nuestros propios hábitos, asumiendo la responsabilidad de eliminar elementos superfluos que utilizamos en lo cotidiano, como una forma de ayudar a no seguir contaminando.
La vida actual nos lleva al consumo rápido y generalmente poco amigable con el medio ambiente, donde los productos plásticos, en especial los utilizados en envases y objetos de un solo uso se descartan rápidamente sin que nos preguntemos a menudo dónde van a parar o si estamos contribuyendo con una huella ambiental que podría llegar a ser imborrable dado los grandes esfuerzos económicos, tecnológicos y humanos que podrían llegar a necesitarse en el futuro para que el que mundo de nuestros hijos y nietos sea tan solo un poco más saludable de lo que se perfila que será de continuar en ascenso las actuales tendencias.