Carlos Sanin y una vida de trabajo

Carlos Sanin, durante su última visita a Paysandú, en diálogo con Pasividades.

Carlos Esteban Sanin Skorina (85), nació en San Javier el 12 de marzo de 1937, pero desde los 10 años se radicó junto a su familia en Paysandú, y con apenas 10 años ya repartía diarios, trabajo al que le seguirían muchos más durante su adolescencia hasta ingresar a la fábrica Azucarlito con 17 años y donde permanecería durante más de 45 años, una etapa de la que mantiene muy lindos recuerdos.
En una charla que mantuvo con Pasividades, contó que sus abuelos y padres migraron a Uruguay desde Rusia en 1913, país al que sus abuelos y algunos tíos retornaron en 1953, y sus progenitores y sus hermanos en 1959, mientras que él se quedó en Paysandú. Lamentablemente, “lo triste es que ya no los volvería a ver”, mientras que, con los hermanos se volvió a reencontrar después de 40 años. La comunicación fue por correspondencia. “LLegaban muchas cartas, y en la época de dictadura llegaban abiertas porque venían de Rusia”, comentó.

De sus recuerdos de la niñez, aseguró que “mi infancia fue muy movida. A los 5 años nos radicamos en una estancia de los hermanos Britos, donde estuvimos 2 años; mi padre llevó las colmenas y en esos dos años plantamos la tierra. No había escuela, recién en el año ´45 se creó la primera escuela de Colonia Las Delicias. Mi primera maestra fue Elvira Máscolo”, recordó.
Luego, “mi padre trabajó en un almacén de ramos generales y en una camioneta Ford repartía víveres en la zona. En el ´47 nos mudamos para Paysandú”, agregó.

LA ESCUELA Y LUEGO A REPARTIR DIARIOS

Ya radicado en nuestra ciudad, con 10 años “fui a la Escuela 2, y cuando salía de la clase repartía diarios y revistas para el Salón Renacimiento de José ‘Pepe’ Lombardi. Después fui a la Escuela Industrial para hacer el curso que se llamaba Mecánico Ajustador de banco; lima, cortafierro y martillo eran las únicas herramientas y, también había en la clase unos tornos del año 1905, una fresa, un cepillo, y alguna otra cosa”, comenta.
Entre tanto, ya siendo adolescente dejó la venta de diarios y empezó a trabajar en una panadería, cuando aún asistía a Secundaria. “Aprendí a hacer cosas en la panadería y cuando terminaba me llenaban un canasto de roscas, bollos –el bollo grande salía 2 centésimos– y salía a repartir. Ya tenía toda la clientela porque todo el mundo me conocía. Volvía con todo el dinero que sacaba de propina y lo que cobraba por los productos, lo volcaba en la mesa de la pandería, el panadero se cobraba la mercadería y el resto era para mí, y me daban un kilo de pan. Con eso prácticamente vivíamos”, señaló.

LA FÁBRICA

En su juventud, Sanín se desempeñó laboralmente en muchos lugares, citando entre ellos que “trabajé en el astillero de Lorenzo Marsenaro, trabajé con Schipilov –que hizo el techo del Estadio Cerrado–, y cuando ingresé a la fábrica aún no había cumplido la mayoría, salía de ahí y hacía otras cosas”.
“En Azucarlito entré como peón a coser bolsas de pulpa, porque en aquel entonces la pulpa se secaba y se embolsaba. Eran bolsas más altas que yo; cada 15 minutos se llenaba una bolsa, después se subía y se tiraba en una banda y ahí se desviaba e iba a una pila inmensa”, explicó.
“Estuve 45 años y 5 meses, terminé siendo encargado y me faltó un escalón para ser jefe de planta”, dijo orgulloso. Y a propósito de esos años, Sanin hizo algunos apuntes en los que detalló que “en el año ´74 se llegó al récord, se cultivaron 9.400 hectáreas, 890 plantadores, y con esa gente vivía todo el comercio de Paysandú, 37 toneladas de remolacha por ha, 40 mil toneladas de azúcar, 10 toneladas de melaza, la compañía Fleischmann se llevaba toda la levadura, 16 toneladas de pellets que se embarcaban en el puerto de Paysandú; rumbo a Japón para alimento de los cerdos; en promedio 400 toneladas diarias, algunos días se llegó a 450, 9.000 bolsas de 50 kilos por día. La cola de camiones llegaba por avenida Salto hasta la vía. En el año ´92 fue la última zafra, por decadencia en el cultivo de la remolacha quedaban tan solo 50 plantadores, de los 890. Después se pasó a refinería”.

Además, “también trabajé en Azucitrus, no en forma permanente sino cuando me llamaban. Coloqué todas las bombas del sistema de riego que hay en los tajamares de Azucitrus; el más grande tiene 140 ha, ahí están los pozos y ahí están las bombas”, comentó.
Entre sus anécdotas, contó que “allá por el año ´83, un ingeniero tucumano de apellido Torres que vino a Azucarlito, me invitó –y acepté– para ir a la localidad de Victoria, en Entre Ríos, donde pusimos un ingenio parecido al de Azucarlito”.
“Trabajé hasta el 2002 en Azucarlito”, momento en el que “me jubilé, a los 65 años”, precisó.
A lo largo de la charla surgieron numerosas anécdotas y comentarios de sus cuatro décadas y media en Azucarlito y que se hacen imposibles de transcribir por su extensión, pero que dan cuenta del cariño que siente aún hoy por esta fábrica. “Me gustó trabajar ahí, empezando por el hecho de que la remolacha era de la tierra y era un cultivo que se hacía en familia”, destacó.

UNA VIDA FELIZ

Carlos Sanin asegura que durante su vida “ he sido muy feliz”, destacando la hermosa familia que formó con Olga Tejeira, con quien contrajo matrimonio el 4 de mayo de 1961, estando casados 59 años. Tuvieron dos hijos Julio (fallecido) –quien trabajó también en Azucarlito durante 25 años– y Elena –maestra y profesora de Música–, que a la vez le darían 4 nietos, Julio y Tania Sanin Lancieri y Valentina y Alessandro Malan Sanin. Hoy reside junto a su hija en Colonia Valdense, pero se mantiene en permanente contacto con nuestra ciudad, a la que viaja periódicamente para visitar familiares. Su hija, que lo acompañó durante toda la entrevista, nos comentaba orgullosa los valores que, tanto su padre como su madre les transmitieron desde pequeños, tales como la responsabilidad, recordando que “mi papá nunca faltó al trabajo y hasta el día de hoy yo no falto nunca”, así como la solidaridad, “el estar ayudando al más necesitado hasta el día de hoy”.