Curitas para un gran problema

En un reciente conversatorio sobre crisis climática realizado en el Palacio Legislativo con participación de autoridades nacionales y representantes de Naciones Unidas, Unicef y organizaciones de la sociedad civil, fue abordado el complejo tema de la calidad de aguas en Uruguay y la doctora en Biología Lorena Rodríguez, docente e investigadora del Centro Regional Este (CURE) de la Universidad de la República, alertó sobre el avance del crecimiento de las floraciones algales en el río Uruguay, que han llegado hasta las costas de Rocha.
En sus expresiones, reproducidas en un artículo publicado por La Diaria, la investigadora señaló que “las medidas paliativas a nivel ambiental son una forma de tratar un daño enorme con curitas y aspirinas” y que se necesitan mayores acciones políticas, como la reserva de áreas que puedan contrarrestar el uso intensivo del territorio.

El tema no es nuevo, pero tampoco por ello menos preocupante y, efectivamente, es totalmente actual.
Hace más de 30 años que se habla de la existencia de cianobacterias en el río Uruguay y sus afluentes, en tanto cada temporada estival asistimos a las alertas por el “verdín” que se aprecia en sus aguas. También hace varios años que, dada la trascendencia del tema y su impacto en la vida de las comunidades costeras, la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) cuenta con un programa de vigilancia de playas que lo incluye como uno de los aspectos sustanciales de su monitoreo conjuntamente con los niveles de coliformes fecales, escherichia coli y enterococos.
Es verdad que las floraciones algales, antes reducidas a los espacios lacustres y cursos de agua dulce están llegando a lugares donde no eran frecuentes, como el Río de la Plata y la costa oceánica. No es menos cierto que desde hace mucho se conoce su origen y tampoco es casual ni fortuito que las cianobacterias responsables de estos eventos se reproduzcan aceleradamente bajo ciertas condiciones que, lamentablemente son cada vez más frecuentes.

En este sentido, constituyen un problema debido a su toxicidad y los potenciales daños para la salud del sistema acuático, los animales y el ser humano.
Cuando un ecosistema presenta un enriquecimiento de nutrientes a un ritmo que no puede compensar mediante sus formas de eliminación natural, comienza un proceso de eutrofización que trae aparejado un crecimiento excesivo de cianobacterias cuyas floraciones es necesario prevenir.
El aumento de nutrientes (fósforo y nitrógeno) en las aguas se asocia con las prácticas agrícolas y los aportes de aguas residuales domésticas, industriales o ganaderas no tratadas, que llegan directa o indirectamente a los sistemas acuáticos.

Deberíamos preguntarnos en este sentido si los niveles de fósforo y nitrógeno que están llegando a cursos de agua dulce fundamentales para nuestro país, como por ejemplo el río Uruguay, atentan contra la sustentabilidad del recurso.
En el litoral, la falta de saneamiento de muchas ciudades, como Paysandú, que continúan vertiendo sus efluentes cloacales sin tratamiento alguno también contribuyen a la creación de un caldo de cultivo al cual se agregan los aportes de la orilla argentina y el Sur de Brasil, por tratarse de un río transfronterizo.

Las autoridades ambientales, especialmente luego de episodios ocurridos hace algún tiempo – como las floraciones de cianobacterias en el río Santa Lucía, principal fuente de agua potable de Montevideo- y en el Río de la Plata, empezaron a tomar mayores cartas en el asunto y a adoptar medidas de mitigación para dicha cuenca. No obstante, en otras las cosas van bastante más lentas, aunque todo avance por pequeño que sea es importante.

En este sentido, recientemente se suscribió un convenio entre el gobierno uruguayo y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) que permitirá –en acuerdo con Brasil– mejorar las condiciones para una gestión binacional ambiental de la cuenca de la laguna Merín, incluidas otras zonas costeras y el río binacional Yaguarón. Es un hecho importante por tratarse de la laguna más grande del país y un gran reservorio de biodiversidad que, además, abastece de agua a 850.000 personas.
Mejorar las herramientas de información y control también es fundamental para el avance de estos procesos siempre complejos y dificultosos. En este sentido, el Ministerio de Ambiente trabaja en la implementación de herramientas de modelación de calidad de agua, con el objetivo de incorporar de manera sistemática la información y datos gestionados por la institución, de manera de analizar y planificar la gestión de las diferentes cuencas hidrográficas, apuntando a la generación de políticas basadas en evidencia.

Para la implementación de estas herramientas es fundamental trabajar y procesar datos e información de distinto tipo, como monitoreos de calidad de agua, estaciones de aforo, condiciones de vertido de fuentes puntuales, modelos digitales de terreno, uso y manejo de suelos, prácticas productivas del sector agropecuario y diferentes registros, entre otros.
Se trata de una tarea fundamental para generar información que permita “analizar y valorar las condiciones de calidad de agua a diferentes escalas, vinculando la cantidad y calidad de agua, y a su vez incorporar el efecto de las presiones que estas cuencas reciben”, como señala la información oficial sobre el tema.

En el plano local, cabe recordar que en marzo pasado OSE adjudicó a una empresa la construcción de la planta de tratamiento de efluentes residuales de Paysandú, cuyo costo estimado es de 14 millones de dólares e incluye la construcción del un pozo de bombeo principal (que recibe todas las aguas residuales de la ciudad), la conexión de éste con la planta y la primera etapa de la planta misma con un emisario importante al río Uruguay.
Contar con esta planta en el mediano plazo sería un avance importante y largamente esperado. El agua es un tema crucial para cualquier país es un tema de soberanía y porque las afectaciones son difícilmente reversibles y, de serlo, requieren grandes inversiones. Por otra parte, la evidencia empírica demuestra que las iniquidades sociales y económicas agravan seriamente los problemas de esta naturaleza, por lo cual los más vulnerables resultan gravemente afectados.

La calidad del agua que se consume en los hogares, que se usa para la elaboración industrial de alimentos y para el sector productivo, se traduce en calidad de vida para la población y, evidentemente, tiene -–a corto o mediano plazo– un impacto directo en la economía del país. Se trata de un asunto para el cual, en cierto punto, las “curitas” no alcanzan y hay que atacar seriamente las causas.