El tono del debate político

Las acciones de algunos referentes políticos no son inocentes. Y, aunque no lo tomen como un objetivo en sí mismo, acaban por incidir y torcer las agendas políticas.
Hace unas semanas, el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, convocó a los líderes partidarios a una reunión para intercambiar sobre transparencia y convivencia democrática. Al encuentro asistieron Julio María Sanguinetti, Pablo Iturralde, Pablo Mieres y Guillermo Domenech, con el fin de evitar mayores “crispaciones” que no le hacen bien a la democracia.

En realidad, algunas de esas figuras son consulares, otros integran el Poder Ejecutivo y otros el Legislativo. Es decir, son espacios absolutamente diferentes entre sí y con dispares niveles de discusión.
Estos primeros escarceos han provocado reacciones. Porque las discusiones más febriles se dan en las bases, entre militantes y, aunque no lo admitan, en las redes sociales.

Hay legisladores con una intensa actividad en las comunidades virtuales que responden a todo con elevado perfil y es probable que no les llegue el llamado a la concordia. Porque aún se pueden leer sus cruces ácidos. Incluso entre votantes de un mismo partido, tal como ocurrió en la interna nacionalista con el senador Sebastián Da Silva y el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín. Ambos discutieron sobre la pertinencia o no, de lanzar una posible postulación del secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, hacia las elecciones de 2024.
Y tan agitada resultó que el propio Delgado trató de zanjar esa discusión pública, que provocó el enojo del presidente de la República, Luis Lacalle Pou, quien también llamó al orden.

Pero los políticos discuten todo el tiempo de política, el problema es la elección de los ámbitos de discusión. Si el planteo era la utilización de los medios de comunicación para eso, entonces habrá que explicar que todo tiene un doble filo.
Tal como ocurre en la interna frenteamplista, donde se dividen entre pragmáticos u ortodoxos y reivindican cada uno por su lado a históricas figuras de la izquierda. El Partido Socialista aún no digiere aquella reunión del Frente Amplio con integrantes de la coalición de gobierno. Es, además, el único que ha planteado su rechazo a la reforma de la seguridad social, a pesar del silencio frenteamplista sobre el anteproyecto del Poder Ejecutivo, hasta que se vuelva una iniciativa parlamentaria.

Es raro, pero ocurre. En ocasiones, no medir el alcance de lo que hay enfrente implica atenerse a las reacciones o resistencias. Tanto de propios como de ajenos. Y en esas discusiones bizantinas permanece el sistema político que no abandonó los agravios. Por lo demás, las organizaciones de la sociedad civil nucleadas en la Intersocial observan atentamente el panorama y aguardan el sentido de la oportunidad. O los sindicatos de distintos ámbitos, que han tomado la posta de las protestas, como consecuencia del debate político y han bajado en reiterados momentos al campo personal.

Desmarcarse hoy de un camino recorrido no tiene mayor sentido, en tanto es clave recordar lo ocurrido durante la campaña por el referéndum sobre 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, las agresiones entre una clase política que siempre sostiene la necesidad de bajar los niveles de violencia en la sociedad. O los caceroleos al comienzo de la pandemia, o la repetición de videos que alertaban sobre la imposibilidad de atender a los usuarios en los servicios de salud que iban a colapsar.

Es decir, en lo más duro de la emergencia sanitaria, se sembró más miedo del que ya había en una población que desconocía los alcances de dicha contingencia. Porque los referentes comunitarios, sociales y sanitarios se ven como tales en las situaciones más complejas, cuando llevan ánimo a las comunidades a pesar de las dificultades. Y para que eso ocurra, hacen falta liderazgos visibles.
Entre políticos, el ámbito natural de diálogo es el Parlamento a través de sus dos cámaras. Así como las juntas departamentales. Y allí, tampoco se han encontrado los espacios para el intercambio respetuoso.

Por el momento, surgen diversas propuestas como el llamado a una concertación nacional o un eventual consejo nacional de economía o un órgano de similares características entre los socios de la coalición de gobierno, con el fin de coordinar y llamar a acuerdos. Es que, luego de la Rendición de Cuentas, resta un tiempo de mayores definiciones sobre la Transformación Educativa que comenzará a regir desde 2023, a pesar del rechazo de los sindicatos docentes y no docentes. O la reforma jubilatoria, sobre la que el gobierno apura su tratamiento y resolución, que no se logrará en el corto tiempo que queda hasta fines de este año.
El tono del debate lo dará la oposición y el gobierno explicará lo que quiere hacer en los próximos dos años. Porque hasta ahora, hubo solo una experiencia ocurrida durante la primera presidencia de Tabaré Vázquez de convocar a un Consejo Nacional de Economía, prevista en el artículo 206 de la Constitución de la República y creada durante la dictadura de Gabriel Terra que, en realidad, no funcionó.

La cuestión de los liderazgos por el momento está difusa. Y a diferencia de otras épocas, donde se encontraban bastante más marcados, hoy tratan de posicionarse desde donde pueden. Algunos, como el caso de Delgado, los vincularán con el Poder Ejecutivo que aún tiene asuntos pendientes por resolver, como el empleo y salario en la pospandemia. Y tendrá que lidiar con la interna de su propio partido antes que con la oposición.
O Pereira, quien dio el salto difícil de pasar de la dirigencia sindical en el Pit Cnt, a la presidencia del Frente Amplio. Una decisión que aún le cobran algunos dirigentes oficialistas.

O en el Partido Colorado, donde el presidente del Codicen, Robert Silva, es vinculado continuamente por los sindicatos a una candidatura presidencial por presentar la reforma educativa.
En realidad, la definición de “un nuevo marco curricular” que “incluya la educación por competencias”, junto a la “modificación de la gobernanza de ANEP” y la reforma de “la formación docente, avanzando a un modelo con diversidad de instituciones formadoras”, se encontraba –y aún se puede leer– en el programa de gobierno del entonces candidato Luis Lacalle Pou. Cabildo Abierto, por su parte, tiene más marcado su perfil y no está en discusión quien lo orienta.
Por ahora, parece difícil competir con el reduccionismo y la mediocridad de un debate que viene desde diversos lugares y no aporta. En vez de discutir sobre lo que hay acuerdo. Así, no es posible creer en los consensos. Por eso, hay reacciones que no son inocentes.