Ernesto Kreimerman: Lo urgente es legislar para la transparencia

(Por Ernesto Kreimerman) Esto no tiene (solo) que ver con el gobierno y la oposición, ni con los partidos políticos con y sin representación parlamentaria, ni tan sólo con el poder judicial y la práctica del derecho, con la economía viva, la formal y la informal, ni tan sólo con las organizaciones sociales, sindicales, oenegés. No con cada una de todas las partes que forman el todo, complejo y compuesto, de la realidad uruguaya global y particularmente considerada.

Tiene que ver con el todo, con la cosa integrada. Especialmente, con la cuestión integrada y su falta de ensamblaje. Con que no nos salen las cuentas. Con que no asumimos nuestras cuotas partes, mientras que a los pocos que le va bien con ello son los que se benefician del resultado de esas realidades simuladas.
No se trata, porque sería más de lo mismo y, por tanto, estúpido y tiempo mal gastado, inofensivo para los malos y ofensivo para los buenos ciudadanos, que somos la mayoría, elevar el tono con ceño fruncido y rasgarnos las vestiduras, señalando al cielo con el dedo índice acusador.

Nada de eso ha dado resultado, obviamente. Ni cuando se hacía como una puesta en escena ni cuando ha sido la representación de la impotencia. Tampoco ha dado resultado la presunción del listillo que creyéndose un resucitado general romano, cual novato ignorante de la materia, proclamó frente a su espejo “vini, vidi, vinci”, y no llegó a ningún lado, no vio nada y no venció, sino que fracasó. La expresión “Vine, vi, vencí” es de Julio César tras la batalla de Zela, victorioso frente Farnaces II del Ponto en 47 a.c.; fueron dichas ante el Senado romano tras esa victoria militar. Pero los tiempos eran otros, y las guerras más crueles y directas.

Casi que podríamos decir que ya, como sociedad, lo hemos probado todo, o casi todo. Incluso en dimensiones serias, pero también éstas necesitan tiempo y recursos, económicos y humanos. Y la convicción, radical y absoluta, que las mejores intenciones y planes, con su intención o sin ella, encapsularon el problema, lo redujeron al acto delictivo en sí mismo, priorizando la acción directa, y por tanto, quedando el combate a la inseguridad encorsetado en la cuota parte visible del iceberg de las organizaciones mafiosas, algo así como el 90% de ese entramado, complejo y poderoso económicamente.

Esto tiene que ver con todos. Y lo primero es introducir condiciones objetivas y explícitas de conductas públicas, en todos los niveles que corresponda. Es hora que terminemos, de común acuerdo, a partir de un gran llamado nacional, con la opacidad y la informalidad. Llamémosle código que obligue a procedimientos y responsabilidades. Procedimientos claros y sin excepciones. Responsabilidades que si no se asumen, tengan sanción inmediata.

No se construye mirando hacia atrás. Hay que formular un nuevo funcionamiento del estado en sentido amplio, para alcanzas un ejercicio del poder transparente, obligado a procedimientos y sin opacidad. Que las agendas de los funcionarios de cierto rango, sea de carrera o de responsabilidad política, de los tres poderes del estado y de sus organismos de contralor, sean de acceso público: desde la solicitud de reunión con su exposición de motivos incluyendo quienes asistirán, la respuesta de la Administración, y posteriormente adjuntar una minuta de la propia reunión, concisa, completa y clara.

Existe amplia experiencia en el mundo acerca de esta primera cuestión. Sepamos que nadie tiene la sellada, la mejor, pero de todas ellas se puede aprender para no caer, una vez más, en normas meramente enunciativas, vacías de sentido y propósito. Burlas, sencillamente.
La academia aquí podrá jugar un rol muy importante, tanto expertos internacionales, para que hagan su aporte tanto conceptual como crítico. Es, obvio, que para ello se requieren recursos y deben estar disponibles desde el inicio.