Escribe Ernesto Kreimerman: Isabel, aferrada al pasado, sinónimo de poder

A veces/ abismo
otras/ consecuencia
incluso/ alternativa
Lilian Toledo
(La muerte, quizás)

Como pocas veces, la poesía sintetiza en mínimas palabras, marcando los tiempos, el drama de la vida-muerte, la tragedia de la existencia. Obvio que la poetisa no lo escribió pensando en la reina Isabel, que falleció a la edad de 96 años, después de legitimar un nuevo gobierno conservador.
Su imagen fue el fiel reflejo de una época que hace décadas desapareció, pero a diferencia de otras casas reales logró piadosamente superar las tormentas de un imperio que ya no es tal pero su reino se ha mantenido intacto a los ojos de las revistas del corazón y del turismo, y en ese accionar en “segundo plano”, sobrevivió y hasta logró que su hijo mayor, poco hábil para cualquier tarea que le ordenaran, en ese mismo modo “segundo plano”, heredara y hoy ya mismo, la prensa le llama King Charles III.

Capítulo aparte el comunicado de los médicos emitido unas pocas horas antes del fallecimiento: “Tras una nueva evaluación esta mañana, los médicos de la reina están preocupados por la salud de Su Majestad (textual), y han recomendado que permanezca bajo supervisión médica. La reina sigue cómoda y en Balmoral”. No merece comentarios, salvo que es el reflejo de lo que fue su vida y su reinado. Apenas una hora después, el “Palacio de Buckingham” anunciaba de modo oficial la muerte de Isabel II.

Hay quien podrá concluir que la reina ha muerto en medio de una profunda crisis de UK. Es verdad, y de tan profunda que es, y de tantos asuntos en situación crítica, poco ánimo para además fijarse en este de la monarquía, al que están acostumbrados unos y otros. En sentido estricto, así fue su reinado: los Windsor, de triste historia, intentaban superar la vergonzosa trayectoria de Eduardo VIII. Obviamente que poco tiene que ver la realidad con el relato oficial acerca de su casamiento con una estadounidense divorciada (dos veces divorciada). Hasta Wikipedia “sabe” que Eduardo VIII fue un admirador confeso de Hitler. Para que no quedaran dudas, después de su abdicación, en 1937, recorrió la Alemania nazi. Allí tuvo una activa agenda e incluso “se dejó” fotografiar con la cúpula nazi, y entabló una cierta amistad con Albert Speer, Hermann Goring, Joseph Goebbels y el propio Adolfo Hitler. Después de estos hechos que escandalizaron a Londres, fue destinado a la Misión militar británica en Francia, donde volvió a manifestar sus simpatías pronazis y por ello es “reubicado” en Bahamas, como gobernador. No volvió a tener, después de estos hechos, ningún cargo oficial y pasó el resto de su vida en el exilio.

Jorge VI, padre de Isabel, segundo en la línea de sucesión y relevo de su hermano mayor por sus simpatías nazis, reinó hasta el 6 de febrero de 1952, cuando falleció a causa de una trombosis coronaria. Isabel asumió sus responsabilidades en medio de una incertidumbre política muy importante. Su coronación, en 1953, fue la primera en ser televisada. El imperio inglés se reducía, y aquella inmensa presencia global también. Aun así, su presencia aún está en la Mancomunidad de Naciones, entre las que se cuentan, por ejemplo, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, y otras. También es la gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra.

Así, con su estilo particular y fuera de tiempo, logró sobrellevar situaciones difíciles, las más de las veces escándalos protagonizados por sus propios hijos que la expusieron a las situaciones más incómodas. La más reciente, de este año, cuando su segundo hijo, el príncipe Andrés, supuesto héroe militar de Malvinas, fue involucrado en denuncias de abuso sexual, en el marco de la causa Epstein.

A raíz de estas situaciones, fue despojado de sus títulos militares y “mecenazgos reales”; dicho en sencillo, ya no sería más “su alteza real”. (https://www.nytimes.com/es/2022/01/17/espanol/principe-andres-epstein.html).

Tuvo una larga vida de reina inglesa, encerrada en sus asuntos. Podría si afirmarse que “dio estabilidad a la casa Windsor” y ello solo habla de que ha sabido aferrarse a los beneficios del poder.
Hoy Inglaterra está con problemas más importantes que ocuparse de un Windsor por reinar, aunque se llame Charles. Con el Brexit de telón de fondo, la inestabilidad se ha instalado y profundizado. La inflación en ascenso, hoy en 10,1%, proyectada para diciembre en 13%. Se prevén aumentos en todos los tipos de interés del orden del 1,75%. La Bolsa de Londres se muestra inquieta y sufriendo con el sector energético. Pero la lista de problemas no comienza con este encabezado, sino con otro y mucho más popular: el alza del costo de vida y la crisis del sistema de salud.

Como todo lo que rodea a la realeza, en especial la inglesa, está hecho de opacidad e intriga. Hace dos días, la reina oportunamente le ordenó formar gobierno a Lizz Truss, así se restablecía la conducción del ejecutivo. Hoy ya a Charles le dicen rey. Nadie hará cuestión del asunto, ni de los Windsor, porque lo que está en juego, con sentido responsable, es el Reino Unido.