Atender el Interior profundo, y no solo rasgarse las vestiduras en las sequías

La aguda sequía que agobia la región ya ha adquirido ribetes dramáticos en varias zonas, tanto en nuestro país como en naciones vecinas, desde que la falta de agua se ha agudizado en el presente verano y ya está muriendo ganado en áreas especialmente sensibles, a la vez que todas las implantaciones agrícolas, frutales y hortícolas están sufriendo duramente la problemática.
El azote se da precisamente en una parte del mundo que tiene en los recursos naturales su principal fuente productiva y de generación de riqueza, por lo que a esta altura se puede inferir que las pérdidas por la falta de agua se elevan a centenares de millones de dólares en lo que respecta a la merma en la producción, tanto para el mercado interno como para exportación, por cuanto no hay sector productivo o dependiente del campo que más tarde o más temprano no sufra las consecuencias del déficit hídrico que tiene su explicación en el fenómeno La Niña, como sostienen los expertos.

Incluso la producción de miel pasará a sufrir las consecuencias, por cuanto se estima que las abejas tendrán que consumir parte de su producción para que la colmena sobreviva, y un panorama similar se da en respectivas áreas en las que la capacidad natural de los campos no está en condiciones de dar sustentabilidad adecuada en épocas de desastres naturales como la actual sequía.
Es cierto que nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, como la necesidad de invertir en riego cuando aparece la sequía, o de establecer medidas de contención cuando avanza la inundación, así como la contratar seguros o apelar a medidas de emergencia por el déficit hídrico.

El punto es que las explotaciones agrícola-ganaderas, como todas las del medio rural, son emprendimientos de riesgo, y como tales deben ser considerados, porque a los años buenos les siguen los malos y así sucesivamente, sin solución de continuidad, y por lo tanto es fundamental tratar de generar condiciones para estar a cubierto cuando lamentablemente surjan las adversidades. Es que no se trata solo de factores climáticos, que son muy importantes por cierto, sino que también juegan la oferta y la demanda, los precios internacionales, y ellos hacen que por ejemplo en años buenos, si los precios no son favorables, apenas da para mantenerse, y cuando a la vez los valores son alentadores, una cosecha mala o la falta de disponibilidad ganadera echan por tierra toda expectativa positiva.

Es en estos escenarios complicados cuando debe valorarse más aún la necesidad de prestar atención y atender la problemática del medio rural, lo que está por ejemplo en las antípodas del concepto de la dirigencia sindical de Conaprole cuando trató de “comebostas” a los tamberos que nada más ni nada menos producen con su esfuerzo diario la leche que abastece las usinas de la cooperativa, y que están muy lejos de los sueldos, los beneficios y la cobertura de quienes están sindicalizados, a la vez que hacen posible que tengan trabajo.
A su vez, a menudo, cuando desde el sistema político, sobre todo los dirigentes políticos capitalinos, se habla del Interior, se soslaya el hecho de que éste es mucho más que la división política en departamentos, con zonas que tienen realidades y necesidades diferentes, sino que a la vez en cada departamento, sobre todo al norte del río Negro, existe el Interior más olvidado, el de las zonas rurales que siguen perdiendo población por falta de oportunidades para sus habitantes, y que necesitan motivación para permanecer en la tierra, que es un aspecto fundamental además en un país de base de esencia agropecuaria.

Porque no se trata solo de tener grandes explotaciones para la producción primaria, que evidentemente son muy necesarias y claves para la economía, sino a su vez promover la radicación de polos productivos que generen fuentes de trabajo, que añadan valor a la materia prima y que se emplee la fuerza de trabajo del interior profundo, el olvidado incluso en las estadísticas y por muchos de nuestros gobernantes de todos los partidos, teniendo en cuenta el origen capitalino de la mayoría.

El desafío es construir sistemáticamente con la propuesta y la acción para potenciar la economía, pero sobre todo al tramado social en el campo, que sigue en deterioro más allá de algunos elementos puntuales que se sitúan mucho más en la excepción que en la regla. Se requiere de oportunidades reales por sobre los enunciados, para los jóvenes del medio rural, que tienen muchas inquietudes y que las expresan cuando tienen oportunidad, agrupados en gremiales, en comisiones, en asociaciones productivas, en ligas agrarias, toda vez que pueden, porque son los que recogerán la posta para seguir apostando al país desde el agro.

Surgen en este ámbito precisamente reflexiones de representantes de las diversas entidades de jóvenes que dan la pauta de las áreas de interés del joven rural, que exponen reiteradamente inquietudes que lamentablemente no han sido satisfechas o atendidas en la medida que se necesita a lo largo de los años, tanto en carácter de inquietud personal, sectorial o de carácter general, al plantearse por ejemplo preocupación por el estado de la caminería rural y la necesidad del acceso a la tierra por los jóvenes, inquietudes como la necesidad de la capacitación para los jóvenes, así como dar respuestas a la voluntad de quedarse en el campo y de trabajar que tienen los jóvenes rurales, sin olvidar referencias que subrayan la importancia de las tecnologías que regeneran la tierra y los ecosistemas, de buscar espacios en el medio rural más cercanos a las ciudades para poder generar vínculos y a la vez vender sus productos directamente.

Es preciso crear condiciones para que los jóvenes que quieran vivir en el campo puedan hacerlo, a través del acceso a la tierra, la educación y la recreación, que dignifican la vida en el campo, y es menester contar con políticas públicas que impulsen a las juventudes rurales y de generar los espacios para que los jóvenes permanezcan en el campo, a la vez de contar con apoyo una vez que accedan a la tierra.
Estos aspectos sin dudas son los ejes centrales de las acciones reclamadas a los gobernantes no solo por los jóvenes que viven en el medio rural, sino por actores de todas las edades en los sectores vinculados al agro, y por regla general por quienes desde diferentes ámbitos perciben el país como un todo, en la interacción e interdependencia campo-ciudad y no como una dicotomía, así como su proyección vital sobre la economía del país.

En épocas como las actuales, infortunios coyunturales como la sequía instalada hacen que se vuelque la atención hacia el campo, pero esta atención y la consecuente acción debe ser motivo de desvelo permanente de nuestros gobernantes, de la población y de los actores vinculados con la problemática, organismos y entidades en general, para llevar adelante políticas de Estado y acciones de mediano y largo plazo, que impliquen considerar el país en forma integral, para que el campo, sobre todo el Interior profundo, deje de ser el eterno postergado.