Condena mundial y repudio ante quienes violentan la democracia

Felizmente la asonada que protagonizaron en Brasil fanáticos seguidores del expresidente Jair Bolsonaro no encontró eco entre la enorme mayoría de sus votantes, y ha triunfado la institucionalidad en el vecino país, a pocos días de la asunción de la presidencia por Lula Da Silva, ganador del balotaje en el vecino país, en elecciones legítimas y que son la expresión de la voluntad popular en la segunda vuelta electoral.
En un acto que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva calificó como “sin precedentes en la historia de Brasil” y que aparece como una copia del intento de la toma del Capitolio por parte de seguidores del expresidente Donald Trump, miles de militantes que adhieren al exmandatario Jair Bolsonaro tomaron por asalto la sede de los tres poderes en la ciudad de Brasilia, la capital del país, para pedir un golpe de Estado con el objetivo de desalojar al líder del Partido de los Trabajadores (PT) de la primera magistratura.
En un discurso transmitido por la cadena nacional de radio y televisión, Lula da Silva, luego de anunciar que decretó la intervención del Distrito Federal, adelantó que los “terroristas” que incurrieron en los actos golpistas “pagarán con toda la fuerza de la ley”. Luego, el presidente en ejercicio de su tercer mandato, responsabilizó a Bolsonaro por los incidentes y lo llamó “genocida que dejó el poder”.
Aunque todavía se están procesando los hechos, lo que se sabe hasta ahora indica que comenzaron cuando los partidarios de Bolsonaro salieron del campamento que mantenían desde hacía varios días frente al Cuartel General del Ejército para dirigirse al Ministerio de Justicia. Luego, un grupo se desvió para invadir parte de la explanada cubierta de césped situada en los exteriores del Parlamento, lo que finalmente derivó en la invasión de las sedes del Congreso, la Presidencia y de Superior Tribunal de Justicia (STJ), situación que obligó a la Policía Militar a reprimir con gases a los golpistas.
Durante su alocución, Lula da Silva señaló que los sediciosos destruyeron los edificios luego del copamiento, y que todas esas personas serán encontradas y castigadas. “No se puede atacar a la libertad democrática, la libre expresión”, afirmó, al tiempo que pidió a las personas “que respeten las instituciones que fueron creadas para mantener el orden”. El mandatario, que tildó a los manifestantes como “fascistas fanáticos”, recordó que la izquierda brasileña ha tenido “gente muerta y desaparecida, pero nunca tomó el poder judicial y el poder legislativo”.
Luego de recuperar el control de la situación, decenas de bolsonaristas fueron arrestados tras la invasión. Grupos de personas, algunas con casacas amarillas de la selección brasileña, con las manos esposadas, escoltadas por policías, dejaron el Palacio del Planalto, al cual invadieron y depredaron durante horas. Otros manifestantes fueron arrestados en el Palacio del Congreso, donde fueron destruidos despachos e incendiados muebles.
Sin dudas, el modus operandi, el protagonismo de los fanáticos, el desconocimiento de las instituciones democráticas, el no atenerse a las reglas de juego, el “justificar” la asonada por el supuesto “robo” en las elecciones a su líder, las teorías conspirativas potenciadas para incitar a la violencia a personas sin convicciones democráticas, fanatizadas como barras bravas de fútbol, responden a populismos del “todo vale” para llegar al poder, a la división entre buenos y malos y la descalificación de quienes piensan distinto, lo que se da tanto en extremistas de derecha como de izquierda, que son “fascismos” de distinto signo pero con gran cantidad de cosas en común, empezando por la ausencia absoluta de convicciones democráticas.
Lamentablemente, según denunció el propio Lula, había efectivos policiales que estaban guiando a los vándalos y no hacían nada para mantener la seguridad. Según la información oficial, el gobierno pidió al STF (Supremo Tribunal Federal) que ordene la detención del recién despedido secretario de Seguridad de Brasilia por haber permitido el ataque. El pedido, hecho por la Abogacía General de la Unión (AGU), incluye también que el STF determine el cese de la ocupación de los manifestantes de la puerta de los cuarteles en los cuales piden al Ejército dar un golpe de estado para reponer a Bolsonaro. A su vez, mandatarios y líderes de todo el mundo condenaron las manifestaciones “golpistas”, y en nuestro país, tanto el gobierno encabezado por Luis Lacalle Pou como todos los partidos políticos, expresaron su condena al intento de golpe de Estado y respaldaron la institucionalidad brasileña, así como la legitimidad del mandato de Lula Da Silva.
Desde Estados Unidos a China, pasando por la Unión Europea y América Latina, numerosos países condenaron el asalto de simpatizantes del expresidente ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro al Congreso.
En nuestro país, todo el espectro político manifestó su rechazo a la intentona golpista. Gobierno y oposición se manifestaron en similares términos, y el Ministerio de Relaciones Exteriores emitió un comunicado al respecto.
El secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) Luis Almagro condenó “el ataque a las instituciones en Brasilia, lo cual constituye una acción repudiable y un atentado directo a la democracia. Estas acciones son inexcusables y de naturaleza fascista”, afirmó en un tuit, en tanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) “repudia los ataques a las instituciones y la violencia en Brasilia” y lo calificó de “ataque a la democracia”, según afirmó en un comunicado en portugués.
En la Unión Europea, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, expresó “apoyo total al presidente Lula da Silva, democráticamente elegido por millones de brasileños tras unas elecciones justas y libres”, mientras el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, el español Josep Borrell, dijo estar “consternado” por esta “violencia extremista”.
Sin dudas, los países democráticos, y algunos que no lo son tanto, han coincidido en condenar abiertamente el intento de golpe de Estado, sin medias tintas, como no debe haberlas cuando de lo que se trata es de rechazar el tratar de imponer a sangre y fuego la voluntad de unos sobre los demás, al margen de las instituciones, con “salvadores” mesiánicos que intentan ponerse por encima del bien y del mal.
Bien que lo sabemos en América Latina, por cierto, donde los mesianismos de derecha y de izquierda han traído solo mucho dolor y ninguna solución, y en cambio, más subdesarrollo y dependencia.
wwEs que las supuestas “puebladas” –muy caras a grupos radicalizados– no son otra cosa que hordas alentadas y dirigidas por oportunistas que solo procuran llevar agua hacia su molino, sin importarles la opinión de la mayoría, y por lo tanto estos hechos deben siempre repudiarse, sin importar el color de la camiseta de quienes pretenden sembrar el caos para pescar en río revuelto.