Está que arde

En la página del Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet), el mapa en el que se presenta el riesgo de incendio ha estado completamente rojo desde que empezó el verano, prácticamente y de hecho se han registrado numerosos incendios en diferentes puntos del país. Lógicamente que sobre esta región está puesta una lupa enorme desde el enorme incendio de fines de 2021 y comienzos de 2022, cuando miles de hectáreas fueron arrasadas por las llamas, afortunadamente sin que se registraran personas fallecidas y con daños materiales recuperables. Aquel incendio motivó una serie de acciones preventivas que se han aplicado y que han dado lugar a mejoras en la respuesta, lo que ha evitado que en un gran número de focos que se han producido en el territorio pasaran a mayores.

Hay una fuerte presión que está ejerciendo el clima para que estos incendios se produzca y no es una realidad exclusiva del Uruguay. El tema ha sido objeto incluso de un análisis por parte de las Naciones Unidas a raíz del impacto que estos incendios generan en varios niveles, porque además de las dificultades que se originan en un incendio y el riesgo de pérdida tanto de vidas como materiales, se detectó que su aporte al cambio climático por la generación de gases de efecto invernadero es significativo.

“Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los incendios forestales generan hasta un tercio de las emisiones de carbono de los ecosistemas globales, un fenómeno que exacerba el cambio climático”, señaló Robert Stefanski, jefe de la Comisión de Meteorología Agrícola de la Organización Meteorológica Mundial. Es decir que el fenómeno se retroalimenta: el cambio climático provoca incendios y los incendios favorecen el cambio climático.

Claro, hablamos de fenómenos que en otros países, más grandes que Uruguay, tienen otra escala. En Estados Unidos, a mediados del año pasado (en el verano boreal) varios estados lucharon contra los incendios forestales, entre ellos Alaska, donde a mediados de julio el fuego destruyó más de 1.200.000 hectáreas; eso es más que toda el área forestada para industria en Uruguay. En el estado de California, un incendio cerca de la cordillera de Sierra Nevada quemó más de 6.000 hectáreas y obligó a 3.000 personas a abandonar sus hogares. Según The Guardian, más de 2.200.000 hectáreas de tierra se quemaron en Estados Unidos el año pasado, aproximadamente un 70% más que el promedio de 10 años. En Rusia, más de 6.000 incendios forestales comenzados a fines de junio afectaron más de 809.000 hectáreas de tierra, la mayoría en el extremo Este del país y Siberia. También hubo incendios forestales importantes en toda Europa, pero especialmente en Francia, Portugal, España y Grecia, países que experimentaron temperaturas máximas récord y largas sequías, con decenas de miles de evacuados y cientos de miles de hectáreas destruidas.

Ante esta realidad hay dos tipos de recomendaciones que debemos considerar para tratar de prevenir futuros problemas con los incendios, uno son los cuidados que debemos tomar ahora mismo, en forma práctica, para evitar que nuestras acciones generen problemas. Estas recomendaciones las emitieron el Sistema Nacional de Emergencias y la Dirección Nacional de Bomberos, como todos los años (más allá que también hay campañas que realizan otras entidades, como el Banco de Seguros del Estado).

Explica la comunicación emitida que, además que se incrementan los factores de riesgo a causa de las elevadas temperaturas y la ausencia de humedad, también aumenta en esta temporada el uso recreacional de montes y bosques. “Este año, las perspectivas de temperaturas por encima de lo normal y de déficit hídrico aumentan aún más el riesgo de incendios forestales. Como es sabido, la mayor parte de los incendios forestales y de campo (el 98%) son producto de la acción humana. Generalmente, un descuido, una imprudencia al encender fuego y la imposibilidad de control posterior, suelen ser las causas más habituales”. Muchos de los incendios que se han combatido empezaron con un fueguito para hacer un asado que se salió de control y esta temporada también aparecen como un factor de riesgo muy notorio los vertederos de residuos a cielo abierto, una práctica de gestión cuya eliminación ya está planteada como un objetivo por el Ministerio de Ambiente, pero que sin embargo todavía prevalece y muchas veces, especialmente en el interior del Interior, con pocos controles.
“No encender fuego en lugares no habilitados, hasta finales de abril de cada año”; “No utilizar pirotecnia en zonas donde hay material combustible vegetal, como campos y playas”; “No arrojar colillas encendidas o cualquier otro elemento encendido desde los vehículos”, son las principales recomendaciones.

También se puntualizan recomendaciones para hacer un fogón seguro –solo autorizado para la cocción de alimentos–, que consisten en hacer una limpieza de cualquier material combustible en por lo menos 5 metros a la redonda, “rodear la fogata con piedras en un radio de 1 metro” y, “al retirarse, apagar con agua o tierra y asegurarse que el fuego quede extinguido”.
Siempre, en caso de originarse algún problema, se debe dar aviso inmediato a las autoridades a través del 911 y en lo posible alertar a los vecinos y trabajar en forma conjunta con ellos, así como “limpiar el área de elementos combustibles hasta que llegue la respuesta de bomberos”.

Pero Naciones Unidas, por su parte, prevé que habrá que hacer cambios en la gestión de los bosques para, en el futuro, reducir los problemas.
“Se necesita adaptar los bosques tanto los naturales como los administrados (ya sea por el sector público o privado), lo que exige aprobar medidas de conservación, protección y restauración. En los bosques administrados, las opciones de adaptación incluyen la gestión forestal sostenible, la diversificación y el ajuste de la composición de las especies arbóreas”. También considera que “La restauración de los bosques naturales y de las turberas drenadas (lo que conocemos como bañados, o humedales), así como la mejora de la sostenibilidad de los bosques gestionados, en general, aumenta la resiliencia de las reservas y los sumideros de carbono”.