Hablan nuestros mayores: Gilberto Cantero, una “enorme familia” y la música lo acompañan en su vida

Gilberto María Cantero es un sanducero que, como tantos, debió salir desde muy temprana edad a colaborar con el sustento de un humilde hogar, pero la vida lo premiaría luego con la hermosa familia que formó junto a Cristina y la oportunidad de pisar diversos escenarios locales y de la región donde lleva desde hace ya varios años su música, ahora con la banda Cielo.
En un clima más que festivo, porque una de sus pequeñas nietas, Candelaria, celebraba su primer añito, Gilberto atendió a Pasividades para contarnos acerca de una vida de sacrificio y lucha, pero también de superación, manteniendo un espíritu jovial y alegre, como lo pudimos percibir durante la amena charla.
Nació en Paysandú, en uno de los tradicionales barrios de nuestra ciudad, en un hogar de 16 hermanos. “Mi madre, Mirta Isabel, compró un rancho cuando yo tenía 6 años, en el barrio El Espejo; me crié en este barrio y hasta el día de hoy vivo ahí, a unas dos cuadras de la casa materna. Fui a la escuela 42, pero la terminé recién hace 3 o 4 años, cuando tuve la oportunidad, en el Liceo 6”.

Sobre el hecho de no haber podido terminar la primaria siendo niño, recuerda que “fueron años duros, porque antes si no había aportes no se pagaba la asignación, no es como ahora que hay muchos beneficios aunque la gente igual se queja. Entonces, cuando mi padre Carlos María agarraba trabajos, yo tenía que ayudarlo, y como yo, cantidad de niños más”. Años más tarde, “ya cuando mocito empecé a trabajar en la remolacha”, contó, citando que “antes en Paysandú había mucho trabajo”. Entre las muchas tareas que desempeñó, recordó que “trabajé en los montes, se destroncaba de raíz con un pico, también carpía, hice todos esos trabajos rústicos y ya cuando era más grande descolaba remolacha, cargábamos camiones, trabajé en la azucarera, algunos años en Paycueros, trabajé en la construcción, trabajé mucho por mi cuenta siempre de peón. Nunca tuve trabajo fijo, si conseguía algún trabajo mejor dejaba lo que estaba haciendo y cambiaba; no era fácil la vida. En la remolacha se ganaba más que en Paycueros. Yo tuve que hacer de todo, incluso anduve de bagayero y así conocí a Cristina Ayres, en el ‘84, porque ella también era vendedora ambulante”.

“UNA FAMILIA ENORME”

“Formamos una familia enorme, tuvimos 12 hijos, 5 varones y 7 mujeres; lamentablemente uno de ellos falleció”, señaló nuestro entrevistado, reconociendo con mucho orgullo que “yo he hecho de todo para criar mis hijos”. Gerardo, Gigliana, Genaro, Giovana, Gigliola, Georgina, Gabriela, Heidi, Guzmán, Gianina y Guillermo se llaman sus hijos, quienes les obsequiaron dieciséis nietos: Danny, Fiamma, Belén, Lucas, Luis, Facundo, Celeste, Ángel, Bautista, Luana, Ambar, Francisco, Bastian, Amelie, Candelaria y Luz.

LA MÚSICA EN SU VIDA

Su vocación artística siempre estuvo presente en su vida. “Yo siempre canté como aficionado”, refirió, hasta que incentivado por su esposa Cristina, se presentó a un “concurso de cantantes de la Semana de la Cerveza y gané. Fue el único año que se hizo en 18 de Julio y había gente anotada de todo el país, había como 7 jurados”.

De ahí integró “una banda de Paysandú, ‘Tropical Afro’, que era una de las mejores orquestas del momento, y a partir de ahí ya comienzo como profesional pago. Empecé a aprender, yo tocaba la guitarra y con esa banda estuve 10 años. Luego seguí como solista, hasta que armé un dúo con mi hija Gigliana, que estudiaba música. Formamos el dúo Renacer y recorrimos varios lugares de todo el país, estuvimos en Artigas, en Argentina, en Rio Grande do Sul; yo tenía una camioneta vieja y viajábamos en ella. Atilio Martínez nos ayudó muchísimo y nos contrataban mucho”, aseguró.

Actualmente, “tengo mi banda ‘Cielo’; si entran a la página de Facebook nos pueden ver y también hay canciones en YouTube. En este momento hago cumbia santafesina, temas de Leo Mattioli, le vengo dando una vuelta a lo que tiene que ver con la música tropical”.
“Si bien hago los clásicos, pienso que los mayores no podemos estar toda la vida escuchando clásicos, no nos vamos a quedar en el tiempo. Hay otras cosas lindas para escuchar y para hacer, porque nos queda poco tiempo de vida y no quiero ser un viejo viejo, quiero ser un viejo joven”, reflexiona. “El hacer este cambio, me ha abierto más fuentes de trabajo y empezamos a llevar más gente joven a la sala bailable donde tocamos”, aseguró, reafirmando que “yo he cambiado muchísimo el repertorio y en mi caso me ha dado resultado, si bien seguimos haciendo algunos clásicos, como temas del Chacho y de Lucas Sugo. Trabajo tanto en Argentina como acá, aunque ahora nos está perjudicando un poco el tipo de cambio, pero la vamos peleando”.

En su visión y, de acuerdo a su propia experiencia, para el artista local en nuestro medio no hay muchas oportunidades ni espacio para su crecimiento y en ese sentido entiende que “Paysandú es muy solidario, pero muy frío para el músico”. En otros sitios del país, se vive otra realidad, como por ejemplo “en Artigas está la fiesta del pueblo en Baltasar Brum, que es chiquito, y en el escenario mayor están los músicos locales. Entonces el turista va y ve al artista que hay en el pueblo; acá no es así. Yo me acostumbré a eso y por esa razón trabajo en otros lados los fines de semana, en otros departamentos. Hace varios fines de semana que tocamos en Young, en bailes, boliches, pizzerías, restaurantes, cumpleaños, casamientos, lo que surja”, comentó.

Al término de la charla, confesó ser muy creyente en Dios y estar mucho más que conforme y orgulloso por la preciosa familia que formó, las satisfacciones que ha tenido con sus hijos. Al mirar atrás, aunque “tuve que trabajar mucho para criarlos, vale la pena hacer el sacrificio. Son cosas lindas de la vida, el matrimonio, nosotros criamos a once”, concluyó sonriente y con la sabiduría de quien ha atravesado seguramente muchos sinsabores, pero que entiende que también ha sido y es muy afortunado.