El robo de una bicicleta que tuvo final feliz

Teresita Fernández, la ciclista del Barrio Olímpico.

Si usted ve a un ciclista pedaleando “a toda uva”, haga lugar… porque a Teresita Fernández no la frena nadie. Hace unos días, las redes sociales –que con su inmediatez ayudan siempre a la viralización de las noticias– se llenaron de fotos con el pedido de colaboración a fin de recuperar una bicicleta que había sido robada en la madrugada. La imagen además permitía ver a una señora con prendas de vestir de ciclista que sonreía feliz junto a su bicicleta. Ella era Teresita Fernández, una vecina del Barrio Olímpico, que a sus 78 años recorre kilómetros de ruta como forma de vida y para mantener su salud de la mejor manera posible.
En la mañana del pasado miércoles, cuando la señora se levantó para darle de comer a sus perritos, se dirigió al galpón de su casa y notó el candado dañado. Al abrir la puerta, vio que faltaba su bicicleta Kioto, rodado 26, con la que sale a hacer ruta en compañía de su hijas.

“El robo fue como a las 00.30 porque después un vecino que se enteró nos dijo que había visto salir a un muchacho en mi bici, que agarró como para calle Río Negro, pero que no pensó nunca que fuera un robo, porque yo tengo muchos hijos y nietos que entran y salen. Tengo dos perritos que siempre los suelto y esa noche no lo había hecho. Como a esa hora sentí que ellos ladraron, me asomé por la ventana y como no vi nada los hice callar, porque siempre están ladrando si pasa alguien por la calle, los reto y se callan. Pero nunca imaginé que era porque andaba uno en casa, sin hacer ruido ni nada”, relató a EL TELEGRAFO. “Cuando de mañana fui a darle de comer a los perros miré para el galpón, lo vi abierto me y acerqué, porque siempre le pongo candado y cadena, y vi que faltaba mi bici, justo había otras de mis nietos pero se ve que sacó la que estaba más a mano. Enseguida le dije a mi hija que me la habían robado, que es lo que más adoro, y fuimos a hacer la denuncia a Las Palmas (Comisaría Tercera)”, dijo.

CICLISMO EN LAS VENAS

Teresita es una apasionada del pedal y eso la llevó a cambiar la bicicleta que tenía desde hacía varios años. “Tenía otra viejita y mis hijos me insistieron en que comprara otra y ahí fui por esa (la Kioto). Cuando puedo salgo a andar, me hago unos kilómetros, siempre acompañada por alguna de mis hijas. Mis hijos me decían a veces que hacía muchos kilómetros para mi edad, pero yo les contesto que no, que el médico me había dejado”.
“Tuve un ACV hace unos años que por suerte me agarró suave. En ese momento me dejó sin estabilidad y me embromó la vista. Pero después haciendo ejercicio y todo me mejoré. Cuando consulté con el cardiológo le pregunté si podía seguir haciendo bicicleta y me dijo que sí”, detalló.
Entonces “cada dos o tres días salgo, me voy hasta Esperanza, a veces un poquito más adelante. Antes del ACV me iba sola, ya después empecé a salir acompañada por alguna de mis hijas. A mí me encanta, siempre me gustó. Tengo dos hijos ciclistas y un nieto también, a todos en la familia nos gusta”, dijo la vecina.
Cuando me casé de joven y vivía afuera, cerca de La Lata, venía a la ciudad en bicicleta. Entonces siempre pedaleé sin problema y me encanta. Incluso ese repecho de La Virgen me lo subía como si fuera un ciclista más. Después tuve muchos niños y la familia hay que atenderla, y ya no pude andar en bicicleta más que para ir a trabajar para darle de comer a ellos. Ya cuando dejé de trabajar y tuve un accidente con la moto volví a mi pasión de forma recreativa. Siempre me hizo bien porque tenía artrosis, entonces había noches en que no podía dormir y salía en bicicleta y quedaba como nueva, que ya no me dolía nada. Mis gurisas me dicen a veces ‘mami vamos despacio, porque no estamos físicamente como usted que nos lleva rápido’”, contó entre risas.
Como fanática, Teresita no es una improvisada. “Cuando vinieron mis hijos que viven en Italia, que uno de ellos es ciclista, me trajeron un equipo de calza y remera con la inscripción Team Teresita y completo con casco, guantes, todo”, contó.

Una hora después de la charla, casi en la noche del miércoles, la alegría volvía a apoderarse del rostro de Teresita, ya que el ladrón fue y le devolvió la bicicleta. “Sentí un ruido, me asomé y vi mi bici recostada a la reja del lado de afuera de la vereda. Tengo una emoción tremenda de haberla recuperado”, dijo más tarde a este cronista.