Por la sequía en Uruguay “Es imperiosa la necesidad de un acuerdo nacional entre estado, productores, técnicos y sociedad”, dijo Giménez

Cultivo de soja con y sin riego. La diferencia de la utilización del agua es notoria.

Las sequías agropecuarias son fenómenos climáticos que en esta región han ocurrido históricamente y seguramente continuarán ocurriendo en el futuro. Las estimaciones realizadas por los expertos indican que el cambio climático global, para esta región, se expresará con el incremento de eventos extremos.

Por otra parte, importa tomar conciencia que en nuestro país, “las deficiencias hídricas en los cultivos y pasturas en primavera y verano suceden en 8 cada 10 años con diferente intensidad y ubicadas en distintas etapas, pero son una constante”, señaló a EL TELEGRAFO el ingeniero agrónomo Luis Giménez. “Las deficiencias no solo ocurren en los años de sequías extremas, sino que la falta de agua en relación a las necesidades de los cultivos y pasturas, suceden en la mayoría de los años agrícolas”, explicó el director de la Estación Experimental Dr. Mario A. Cassinoni (Eemac) de Facultad de Agronomía, y experto en riego.

Sostiene que la producción de alimentos “depende básicamente del proceso de fotosíntesis y para que este ocurra en forma adecuada se requiere principalmente: energía lumínica, dióxido de carbono, temperatura y agua. En nuestras condiciones de producción, los tres primeros factores mencionados están relativamente bien cubiertos, en cambio, la disponibilidad de agua es variable y en primavera-verano, en general, deficitaria”.

La producción agropecuaria en el país presenta cinco limitantes estructurales en relación a la disponibilidad hídrica. Giménez menciona “la baja capacidad de almacenamiento de agua de los suelos; la variabilidad de las precipitaciones, las mismas muestran un volumen promedio de 1.200 milímetros por año pero muy mal distribuidos; la topografía de los campos agrícolas presenta mayoritariamente pendientes, esto provoca que una parte significativa de las precipitaciones escurra hacia los cursos superficiales; las precipitaciones poseen eventos en que la intensidad supera ampliamente a la tasa de infiltración de los suelos. Por lo tanto, una fracción del agua no es absorbida por los cultivos y las pasturas, ni almacenada en el suelo, escurre; y las demandas atmosféricas en primavera-verano son elevadas y en general superan al volumen de las precipitaciones”.

Estas cinco características no modificables por el manejo y por tanto estructurales en la producción agropecuaria estival, “provocan que la disponibilidad hídrica sea la limitante ambiental principal de la agricultura y de las pasturas de verano, en el país”.

Por lo tanto, el profesional entiende que cabe la pregunta, ¿qué estamos esperando para tomar las medidas definitivas que permitan mitigar las sequías extremas y por otra parte mejorar las deficiencias hídricas casi permanentes, en un país netamente productor de alimentos y de productos agropecuarios?”

Agrega que “hasta cuándo las sequías de pocos meses, van a continuar provocando emergencias agropecuarias debido a los perjuicios que causan para el país, por sus efectos sociales y económicos negativos. Además, estos eventos causan deterioro en el medio ambiente, se habla muy poco de esto, pero las sequías no solo matan al ganado por la falta de forrajes y agua, seguramente la falta de agua genera disminuciones en la biodiversidad por desaparición de especies vegetales y animales de nuestro ecosistema”.

Efectos drásticos

Luis Giménez explica que los efectos en la economía nacional que provocan las sequías “son drásticos”, aclarando que “en este momento no vale la pena estimar las pérdidas por la sequía actual, debido a que la misma se encuentra en curso y cada día que pasa provoca el incremento de las pérdidas físicas y económicas”.

No obstante, la Facultad de Agronomía, en la Eemac, “ha estudiado desde hace más de una década cuánto se pierde en los cultivos de verano por deficiencias hídricas en las diferentes etapas de desarrollo, los datos están disponibles y son contundentes”.

La disminución de la producción agropecuaria por las deficiencias hídricas “reduce las exportaciones y por tanto el Estado recauda menos y con ello seguramente se vean afectadas las inversiones en políticas públicas principales, léase: salud, vivienda y educación. Las deficiencias hídricas generan la disminución de las producciones hortícolas, frutícolas, lecheras y cárnicas, por tanto, se incrementan los precios de los alimentos provenientes del agro. En resumen, disminuye las inversiones sociales y baja el poder adquisitivo de los consumidores y esto claramente afecta más a los que tienen menos”, expresa el profesional.

Sequías afectan a todos

Por otra parte, las emergencias agropecuarias que se decretan debido a las sequías “implican destinar recursos de todos los uruguayos para intentar ayudar a los productores que atraviesan situaciones complejas por la falta de agua a través de subsidios en la compra de forrajes, raciones, limpieza de tajamares, postergación de pago de impuestos, etc”. En síntesis, enfatiza que “las sequías no solo afectan a los productores agropecuarios, ya sea en forma directa o indirecta, afectan al conjunto de la sociedad, aunque masivamente no se tenga conciencia de ello, el impacto es mucho más amplio que el que ocurre en el agro y seguramente no se detecte en forma simultánea a los eventos de sequía, pero los efectos negativos llegan a todos los consumidores”.

No obstante, el sector agropecuario “es directamente afectado por las deficiencias hídricas, en algunos casos por no llegar al potencial productivo de los cultivos y las pasturas que permiten el resto de las condiciones ambientales. La falta de agua impide cumplir con el paradigma de la intensificación sostenible, es decir, incrementar la productividad de los cultivos y pasturas y por ende mejorar los beneficios económicos y generar más trabajo de calidad y a su vez realizar un celoso cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales. Si falta el agua en el agro, esto se transforma en un mero discurso que es imposible de cumplir. No es viable cuidar el medio ambiente, incrementar los beneficios económicos, generar más trabajo y en definitiva mejorar la calidad de vida, si falta el agua”, señaló Giménez.

¿Qué sucede en Uruguay?

Estos aspectos en varios países del mundo están claros y las políticas públicas de largo plazo tienen como prioridad asegurar el abastecimiento hídrico para la población, para las producciones agropecuarias principales y para el cuidado del medio ambiente.

“¿Qué sucede en Uruguay que no lo podemos resolver o al menos iniciar el camino para la resolución definitiva?”, se pregunta el profesional. “El agua y la producción de alimentos es un problema de todos y requiere imperiosamente que nos pongamos de acuerdo, el Estado debería protagonizar este acuerdo sin exclusiones. La forma de incrementar y estabilizar la producción agropecuaria es manejar la disponibilidad hídrica en los cultivos y pasturas, para lo cual se debe aplicar la práctica tecnológica probada a nivel nacional e internacional que es el riego suplementario”, sostiene.

“En nuestro humilde entender”, explica, “no se requiere armar más grupos, se necesita estudiar la información científica que se ha generado a nivel nacional, se necesita recopilar la información generada por los grupos técnicos de riego anteriores como el GDR, se necesita intercambiar con la gente que riega y continuará regando en la producción agropecuaria, es decir los productores regantes, los técnicos asesores y la academia. Y a partir de esto, se requiere la decisión para generar políticas públicas de apoyo al riego, considerando las diferentes situaciones productivas, sociales y económicas del sector agropecuario. La rueda ya está inventada, hay que ponerla a rodar”.

Las limitantes

Giménez vuelve a preguntarse “¿cuáles son las limitantes, por qué no hemos resuelto o al menos comenzado a resolver en forma significativa el riego en el país?”

Expresa que el cambio principalmente necesario “es cultural. En general, se habla de riego masivamente durante el transcurso de las sequías, luego de que llueven 50 mm, y hasta la próxima sequía, el tema vuelve a quedar estancado. Sin embargo, para solucionar el problema se debe hablar de riego cuando llueve, se debe planificar cuando sobra el agua y ejecutar cuando ocurren las deficiencias hídricas”.

El riego suplementario de cultivos y pasturas, “es una medida tecnológica compleja que en el país requiere levantar varias limitantes, pero los daños que generan las deficiencias hídricas son de relevancia nacional, por tanto, debe llegar la hora que nos pongamos a generar un acuerdo para resolver este problema de la producción agropecuaria que afecta directa e indirectamente a la sociedad en su conjunto”.

Para Giménez en la solución de este problema “hay responsabilidades diferentes, involucra en primer término a los que deciden las políticas públicas, es decir, al sistema político en su conjunto, pero también es necesario cambiar la cultura en los productores agropecuarios y en los técnicos vinculados al sector, no se puede continuar esperando el agua solo de la lluvia. Las pérdidas que generan las sequías y las deficiencias hídricas año tras año son demasiado importantes para un país productor de alimentos, no deberíamos continuar acumulando resultados negativos cuando la solución se conoce, está probada en términos científicos y validada por los productores regantes. Se requiere inteligencia, coraje y cambio cultural para abordar la solución”, finalizó el experto uruguayo en riego.