Tambos con robots: ¿serán el futuro de la lechería?

En la zona de Lincoln, al oeste de la provincia de Buenos Aires, un tambo familiar se animó a sumar robots y sueña con vacas de 75 litros por día. Se trata de la familia Llorente, propietaria de la empresa Mitikile, que invirtieron en tecnología de punta que les permite imaginar un futuro de máxima productividad y eficiencia.
En un galpón de 120 por 52 metros, Mitikile tiene 230 vacas en ordeñe. Además de la cama fría, que ocupa la mayor parte del espacio, a un costado hay una calle con piso de cemento por la que pasa el mixer dejando la comida. En la zona del comedero hay aspersores y ventiladores que se encienden automáticamente cuando la temperatura supera los 24 grados, y un robot circular pasa cada tanto arrimando la comida para evitar desperdicios y que el consumo sea parejo. En un extremo del galpón están los cuatro flamantes robots de ordeñe a los que las vacas se acercan cuando sienten la necesidad, a cualquier hora del día, sin intervención humana.

De acuerdo a un informe elaborado por diario Clarín de Argentina, cada vaca tiene un collar con un chip que los robots leen cuando el animal ingresa, el compartimento se adapta según su tamaño –small, medium o large–, un brazo se posiciona y coloca las pezoneras en las ubres.
Mientras las vacas disfrutan de una ración especial de comida que baja desde una tolva, los robots lavan los pezones, los estimulan y extraen pequeñas muestras de leche para analizar. Si identifican un color extraño, presencia de sangre o exceso de células somáticas dan aviso al sistema de que hay que revisar a esa vaca y descartan la leche de ese ordeñe. Durante el ordeñe, el sistema muestra en tiempo real la cantidad de leche que está saliendo de cada cuarto, entre otros datos que ayudan a realizar un manejo exhaustivo de la sanidad y la nutrición, y al final de la sesión realiza el sellado de los pezones.

Las vacas van a los robots de forma voluntaria dos, tres o hasta cinco veces por día, pero con menos de cuatro horas de diferencia no tienen permiso para ordeñarse. Si aparece una pícara buscando una ración extra de comida especial cuando no le corresponde, el robot gentilmente le abre la puerta para que siga de largo. Además, cuando las vacas ya dieron el 80 por ciento de su leche, los robots no les dan más balanceado, y si hay una vaca que precisa tratamiento especial se la aparta automáticamente en un corral específico.

En el tambo nuevo, el promedio de producción es de 37 litros por vaca y hay vacas que en su pico alcanzan los 63 litros diarios.
Los collares, además de ser la llave de ingreso al sector de ordeñe, miden las horas de comida, rumia y actividad de las vacas y arrojan múltiples indicadores de salud y celo, facilitando y haciendo más preciso el manejo.
“Una pauta que nos planteamos fue que sea todo lo más automatizado posible, así se reduce al mínimo la posibilidad de error. Se logra un cambio muy importante en el bienestar de la vaca, y la eficiencia viene del confort”, sintetiza Álvaro Llorente, y aclara: “La robotización no es un fin, es un medio”.

LLEGAR A LOS 75 POR DÍA

Lo que impulsa la movida de la familia Llorente, es un horizonte que ya se puede vislumbrar en los tambos de punta de los Estados Unidos, el de vacas que, con la misma genética que se usa en Argentina, alcanzan promedios de 75 litros de leche por día. Hacía ahí quieren ir en Mitikile, y saben que la única manera de mantener el confort de esas vacas, que necesitan muchos ordeñes por día, es robotizando la tarea y asegurando la perfección de una rutina durante 365 días al año, sin descuidos, feriados ni emociones que puedan causar un error.
El futuro, en este tambo, ya llegó. La pregunta que surge inevitable es: ¿Va a seguir generando empleo y arraigo en el campo o los robots reemplazarán al factor humano? “El tambo, aunque sea automatizado, tiene sus rutinas y sigue necesitando la misma cantidad de empleados. Hay que limpiar el lente de las cámaras que usan los robots, hay que enseñarles a las vacas a entrar a los robots. Eso sí, ahora el tambero tiene el desafío de manejar mucha más información”, concluye Llorente.

INNOVACIÓN CONSTANTE

Al encarar su nueva aventura los Llorente se pusieron la premisa de que todo sea lo más automático posible. Mientras los robots de ordeñe hacen lo suyo y Álvaro recibe toda la data de cada vaca en tiempo real en su celular, se puede ver un robot arrimador que pasa por la calle varias veces por día acercándoles la comida a las vacas para que hagan un consumo parejo y evitar desperdicios, y al finalizar su tarea se estaciona solo y se enchufa al cargador de energía. La climatización también se activa sola, y la limpieza de todo el tambo también. A las 5 de la mañana, cuando menos vacas deciden ordeñarse, se activa uno de los tres lavados diarios del sistema. Las calles y el comedero se limpian cada 4-5 horas por flushing, y esa agua va a parar a unas piletas de decantación para luego volver a circular.

Todo cierra, pero todavía queda camino por recorrer. “Un beneficio del robot es la modularidad. El plan maestro de Mitikile es ir agregando los robots de a cuatro hasta tener cuatro galpones iguales, uno al lado del otro, para reemplazar a los tambos viejos”, dice Llorente.
De esa forma, con el tiempo estará logrado el objetivo de centralizar el ordeñe de 1.200 vacas, con mayor productividad y eficiencia. Y mientras tanto hay otras tecnologías para ir sumando.

En uno de los tambos tradicionales, que siguen funcionando, incorporaron un apartador automático que les ahorra unas cuantas corridas a los tamberos. Al costado del galpón de maternidad ya está listo el terreno para la construcción de una sala de partos y calostrado, y a pocos metros de ahí proyectan una nueva guachera colectiva con amamantador automático. Al fondo se ven los silos, el mixer preparando las raciones para cada categoría, los silobolsas con reservas, las vaquillonas en recría, lotes de maíz que pronto será picado… Hoy Mitikile entrega 30.000 litros de leche por día, y con innovación organizacional y tecnológica sueña con multiplicar su producción y seguir dándole vida a este rincón de la pampa húmeda.

CAMA FRÍA

Desde la empresa analizaron varias alternativas para el lugar en donde permanece el ganado que está estabulado y entendieron que la mejor opción para ellos era tener lo que se llama una cama fría, que en comparación con las camas de compost necesita menos mantenimiento. Las vacas duermen directamente sobre tierra y dos veces por día se pasa un cincel para descomponer la bosta y emparejar el terreno.
Es más simple pero se necesitan más metros por animal, mientras que los galpones con cama de compost calculan 12 metros cuadrados por cabeza, en la cama fría son 18.
El galpón de maternidad lo levantaron hace ya tres años con postes de madera y techo de lona de plástico, fue el primer pequeño paso en pos del confort animal. Después vino el gran salto. A partir de un plan de financiamiento muy conveniente que les ofreció un distribuidor de una firma global de tecnología, que les permite ir pagando la inversión con litros de leche durante cinco años, se animaron a armar un cuarto tambo totalmente robotizado que a un año de empezar a funcionar ya arroja promedios diarios de 10 litros de leche más por vaca.