Los mismos resultados (problemas) de siempre

Desde hace años que la preocupación de los uruguayos oscila entre la inseguridad, la economía, el desempleo y los salarios. Antes de la pandemia, la inseguridad y el empleo encabezaban la lista de las consultoras. Posteriormente y con la vuelta a la “normalidad”, los reclamos fueron similares.

El año 2023 transcurre entre las mismas inquietudes y Equipos Consultores brindó la última encuesta, donde surge que los grandes temas no van más allá de esos asuntos.

Es significativo, en tanto, que existe una población que no se siente satisfecha por las medidas adoptadas, así como tampoco se sentía cubierta por los gobiernos anteriores.

En cuanto al empleo, si bien las cifras mejoran de acuerdo al relevamiento efectuado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), no es posible comprender la real dimensión del problema si no se atan a otros aspectos como el salario o la precariedad de la fuente de empleo. Creció en el Interior del país. O mejor dicho, en algunas zonas específicas que ayudaron a mejorar el promedio. Porque en el litoral, las cuentas arrojan resultados complicados. Los departamentos fronterizos con Argentina no pueden revertir la compleja situación y, de hecho, en algunos se incrementa la problemática.

Durante el 2021, el empleo creció en el Interior, pero el año pasado lo hizo en Montevideo y se mantuvo todo el año con tendencia al alza. Por ese efecto, el promedio marchó a la baja del desempleo y de esa forma, pareciera que todo el país atraviesa por la misma circunstancia.

Sin embargo, en Salto está la cifra más alta a nivel nacional, de acuerdo al INE. Con 14,2% supera incluso a los niveles prepandemia. En ocasiones, suele explicarse que es mayor la cantidad de personas que sale a la búsqueda de un empleo y, por esa razón, se incrementa la percepción negativa.

Lo cierto es que el departamento salteño puso de manifiesto su preocupación desde la institucionalidad y una mesa conformada por la Junta Departamental, el Pit Cnt y el Centro Comercial espera la llegada del ministro de Trabajo y Seguridad Social, Pablo Mieres.

El secretario de Estado fue enfático al señalar que estudiarán medidas que contribuyan a atenuar el impacto social, pero no hay soluciones para el efecto de la sequía ni la diferencia cambiaria con Argentina.

Una de las posibilidades es flexibilziar las medidas de paro con los trabajadores que se encuentren en esta situación. En este marco de circunstancia, adquiere especial relevancia la situación de los zafrales del citrus que se enfrentarán a un período más corto y la imposibilidad de acceder al beneficio por menos días contabilizados de jornales.

En general, el agro y la construcción han sido el soporte de la mayor demanda, así como las tecnologías de la información, las actividades profesionales y los servicios financieros. En la otra punta se encuentra la industria manufacturera, con una tendencia a la baja en los últimos diez años y el comercio, que comenzó a enfriarse desde la pandemia y no recuperó su nivel de actividad.

Con este escenario, en departamentos que no han logrado una completa reconversión y la primera fuente de empleo es el comercio y los servicios, como es el caso de Paysandú –entre otros– no obtendrán una recuperación. Y, si se logra, será muy lenta como para mejorar la percepción de la población media.

Entre otros factores, el deterioro de la competitividad también hace su trabajo y vuelve complejo un entorno que se nutre de otras variables, como la negociación salarial y las pautas que –necesariamente– deberán comenzar a regir desde mediados de este año. Porque en el mundo pospandémico, la preocupación está puesta sobre las fuentes de empleo. Y en este contexto, en particular, habrá que separar el sector público del privado porque transitan realidades disímiles.

Mientras la inflación está contenida, los técnicos sugieren apuntar a las subas moderadas de los salarios y abordar una recuperación real. No obstante, si en las negociaciones se apura la mejora salarial, se enfrentará al riesgo de un desmejorado mercado de trabajo.

En este marco, la informalidad también cumple su efecto. Si bien ha bajado en el contexto nacional, sufrió un incremento en algunos departamentos. En Artigas, la informalidad alcanza el 45% pero en Montevideo es el 12,6%. Así como el desempleo, que en el departamento fronterizo con Brasil se elevó al 12,7% o en Paysandú, al 10,5%.
La falta de trabajo sigue perjudicando a la población femenina, se estanca su tasa de actividad y está 1,2% por encima de los hombres. En el universo de desempleados, el 2,5% tiene estudios terciarios completos o de posgrado, el 8,3% estudios secundarios completos o terciarios incompletos, el 10,4% cuenta con ciclo básico o medio superior completo y el 10,3% con ciclo básico incompleto o menos. Es decir que la capacitación y escolaridad marcan una diferencia en el panorama de empleo nacional. Y, por edad, sigue concentrado entre los jóvenes de 14 a 24 años, con un 26,5%.

Al menos por ahora, en Uruguay, seis de cada diez personas desempleadas tiene menos de 30 años, mientras que en el contexto regional, el país presenta una tasa de desempleo más baja. En cualquier caso, los jóvenes no encuentran soluciones en el mercado laboral y llevan la peor parte. Porque ese dato debe atenerse, también, a los niveles de escolaridad.

Uruguay es el país con menor tasa de finalización de la educación secundaria y ese registro agrava el panorama del desempleo juvenil. Porque cuando salen a buscar un empleo, los jóvenes cuentan con su experiencia académica, en vez de su experiencia laboral.

Esas variables parecen incambiadas y así permanecerán por el tiempo que cueste hacer el cambio, la reconversión o la mirada más abarcadora.