
Me uno a la reflexión que el CEP de Paysandú me invitó a realizar con motivo de sus 20 años de vida y que implica una publicación que llegará a buena parte de la región del Litoral. Es que me resulta de particular importancia poder presentar nuestras ideas en el marco general que nos ofrece el CEP, marcado por el intercambio de ideas abierto, tolerante y fructífero, ese que es tan necesario es para enriquecer la visión ciudadana y fortalecer nuestra democracia.
Ya que estamos frente a una iniciativa regional quiero desarrollar dos ideas centrales que serán un norte claro para nuestra tarea política por delante: en primer lugar, la importancia de generar planes de desarrollos locales; en segundo lugar, la importancia de establecer precios de frontera como una política de Estado, de manera de contemplar la particularidad propia de esta zona de nuestro país.
En primer lugar, hay que tener muy claro que el desarrollo de nuestra sociedad parte de lo local. Y esto no puede ser una frase vacía que quede en la nada, sino que la actividad política debe ser consciente de que es mucho más inteligente y eficiente tomar la iniciativa de avanzar desde la definición local de lo que se precisa tener como herramientas que potencien el crecimiento para alcanzar la prosperidad y el bienestar, que hacer el camino inverso.
Ese camino inverso lo conocemos bien en nuestra historia. Se trata de una acumulación de burocracia alejada, casi siempre centralizada en la zona metropolitana sur del país, y que casi siempre (y a pesar de su muy buena intención) decide rumbos de desarrollo sin escuchar lo que efectivamente precisa la gente que conoce su localidad, sus necesidades y sus potencialidades. Desde esa posición equivocada, el desarrollo está concebido como una especie de línea que baja desde lo nacional hacia lo local, y pretende que las realidades concretas locales y regionales se adapten a la definición tomada desde lejanos centros de poder.
Yo estoy convencida de que nuestra visión tiene que ser completamente diferente a ese error que tanto hemos sufrido en el pasado. En efecto, el desarrollo nacional tiene que venir de sumar desarrollos locales, es decir, de reunir y coordinar con inteligencia y respetando las distintas particularidades de unos y otros, todos los aportes que se agreguen y que claramente son los que mejor conocen las situaciones concretas que se están viviendo en las distintas localidades.
En segundo lugar, hay una aplicación práctica de este desarrollo local que creo debemos promover. Se trata, en efecto, de la importancia de establecer precios de frontera como una política de Estado teniendo en cuenta la particularidad propia que está atravesando toda la región que limita sobre todo con la República Argentina.
No es a Paysandú, a Salto o a Río Negro que les voy a explicar lo que ellos ya bien conocen y que refiere a los vaivenes de la economía argentina en todo el entramado productivo y comercial de nuestros pueblos y villas del Litoral. A veces en la historia, la Argentina ha contribuido con nuestra riqueza y bonanza, y otras veces, como es el caso infelizmente hoy en día, la situación de nuestros hermanos y vecinos es de una gravedad tal que hace que sea prácticamente imposible competir con sus sumergidos precios.
Una política de precios de frontera entendida como política de Estado requiere de acuerdos que vayan más allá de tal o cual administración concreta. Precisa que los distintos partidos nos pongamos de acuerdo en que estamos frente a un problema que termina siendo de dimensión nacional. Desde lo local, justamente, esa ha sido una de las enseñanzas que me han dado los distintos actores con los que he conversado sobre estos temas, y que naturalmente están preocupados por el futuro de su economía y de sus familias, frente a esta especie de éxodo que ya estamos viviendo de uruguayos que deciden irse a radicar a las ciudades argentinas vecinas por causa de la circunstancia económica tan particular que sobre todo se sufre en nuestro Litoral.
Pero además de ese acuerdo interpartidario, para el cual desde ya dejo aquí mi mano tendida ya que los problemas de la gente en el desarrollo local deben estar por encima de disputas partidarias menores, se precisa un enorme realismo político. Primero, porque quienes estamos vinculados con el Litoral de toda la vida bien sabemos que estas circunstancias están llamadas a ser pasajeras, y que en algún momento la situación actual se revertirá por la propia evolución interna de Argentina. Y segundo, porque la fijación de precios de frontera son un paliativo que efectivamente debemos procurar, pero que de ninguna manera alcanza para lograr una situación de equilibrio económico tal que haga que nuestros productores y comerciantes puedan competir en igualdad de condiciones con relación a sus pares argentinos del otro lado del río.
Hay mucho por hacer. El desarrollo local es la base de nuestra prosperidad y bienestar. Precisamos estar a la escucha de la gente y tomar medidas de acuerdo a lo que ella nos señala, a la vez que prestar atención a una situación que exige de nosotros ser francos y sinceros a la hora de enfrentar la realidad.