
La apuesta del Uruguay al cambio de la matriz energética con la mira puesta en la incorporación creciente de fuentes renovables es sin dudas revulsiva para un país que históricamente ha sido altamente dependiente y vulnerable al importar el cien por ciento del petróleo que consume.
Pero en los últimos años ha tenido un cambio estructural en el uso de fuentes renovables, y ya en 2019, la Agencia Internacional de Energía (AIE) calificó a Uruguay como líder de América Latina en producción de energía y cuarto en el mundo en cuanto a niveles de generación eléctrica con fuentes eólica y solar, a lo que se agrega que nuestro país se prepara para producir hidrógeno verde, una industria incipiente que no está exenta de interrogantes.
La última conferencia internacional de energías renovables, tuvo entre sus invitados especiales a Uruguay, el segundo país del mundo con mayor participación de energías renovables variables (como solar y eólica) en la generación de electricidad.
Un acuerdo multipartidario alcanzado en 2010 adoptó como política de Estado la transición energética hacia las fuentes autóctonas y renovables, garantizando su ejecución y continuidad, lo que ha permitido ir avanzando en una transformación radical en la generación de electricidad, al reemplazar el uso de combustibles fósiles importados por una combinación de agua, sol y viento. Ello ha incluido la instalación de aerogeneradores, distribuidos en 41 parques eólicos, públicos y privados, con una capacidad total de generación de 1.500 megavatios que cubren más del 30% de la demanda eléctrica local.
“A nivel mundial, Uruguay está en segundo lugar después de Dinamarca en penetración de energía solar y eólica”, destaca en este contexto Marcelo Mula, de la Asociación Uruguaya de Energías Renovables. En un año de lluvias normales, el 97% de la demanda eléctrica nacional es cubierta por energías renovables, mediante una combinación de eólica (32%), combustión de biomasa (17%), solar (3%), además de la tradicional hidroeléctrica (45%), según explica. El porcentaje restante corresponde a la electricidad generada por las centrales térmicas con combustibles fósiles, cuyo uso se incrementa cuando el clima afecta el funcionamiento de las otras fuentes limpias, como ha ocurrido debido a la “excepcional” sequía que ha azotado al país y que se iniciara ya en 2020.
De acuerdo a la Agencia Internacional de la Energía, a escala global estos números son significativamente distintos: sólo el 24% de la electricidad consumida mundialmente se produce con fuentes renovables, mientras que más del 75% de la electricidad sigue dependiendo del carbón y otros combustibles fósiles.
Pese a que el giro de los últimos años en el sector eléctrico ha contribuido significativamente a descarbonizar la economía, hay todavía muchas actividades que se basan en el uso de combustibles fósiles contaminantes. Sin embargo Raúl Viñas, del Movimiento por un Uruguay Sustentable, recuerda que el 40% de toda la energía que consume el país proviene del petróleo. Y explica que la mitad de las emisiones de CO2 tienen su origen en la quema de gasoil, utilizado en la industria y en la movilidad, como camiones de carga y autobuses.
En esta etapa, la apuesta del gobierno dirigida hacia ese sector altamente contaminante se enmarca en una segunda transformación energética, con una hoja de ruta hacia 2040 que propone la producción local de hidrógeno verde, un vector energético generado a partir de la electrólisis del agua mediante fuentes renovables, que se presenta como una alternativa no contaminante al uso de combustibles fósiles.
Según el ministro de Industria, Omar Paganini, “Uruguay está convencido de que tiene condiciones para formar parte de la economía del hidrógeno, con el objetivo de descarbonizar la producción de aquí a 2050”.
Indicó que el Gobierno uruguayo está evaluando una serie de propuestas para desarrollar proyectos piloto de pequeña escala, orientados a las aplicaciones de hidrógeno verde y derivados, dirigidas al mercado interno, como el transporte de carga.
Asimismo, el secretario de Estado consideró que existe interés de inversores internacionales en llevar a cabo proyectos de mayor escala para la exportación, focalizados en la producción de combustibles alternativos derivados del hidrógeno, como el metanol verde o el combustible de aviación sustentable, lo que coincide con la idea del Gobierno de buscar inversiones privadas con capitales de riesgo. Estos riesgos precisamente están asociados a los elevados costos de la tecnología para la producción de hidrógeno verde y a la todavía lenta adopción de este producto por industrias y países. Más allá de la problemática de generación y origen de la energía en nuestro país, es pertinente traer a colación que de acuerdo a la información disponible, entre 2004 y 2022 se observa una expansión del 30 por ciento en el consumo residencial de energía, lo que indica una tasa anual promedio de crecimiento del orden del 1,5 por ciento.
El último Balance Energético Nacional (BEN), sin embargo, indica que este crecimiento ha quedado atrás del crecimiento global del consumo, al punto que en 2022, el sector representó 17,2 de la balanza energética de Uruguay.
El consumo hogareño había sido el primer demandante de energía hasta 1993, y actualmente es el tercero, por debajo de los sectores transporte e industrial, este último disparado a partir de la entrada en actividad de las plantas de celulosa, al punto de situar al sector en el primer consumidor de energía.
Y en cuanto a las fuentes, la electricidad ha pasado a ser el mayor energético demandado, cuando en 1960 este primer puesto correspondía a la leña, que al mismo tiempo que ha ido perdiendo demanda se ha encarecido, mientras el kerosene cayó radicalmente y se ha incrementado la venta de supergás, hasta estabilizarse en los últimos 20 años, de acuerdo al BEN. Sin dudas que los avances tecnológicos han sido determinantes para que creciera la demanda de electricidad hogareña, con equipos que se han ido integrando al uso diario, como es el caso de los equipos de aire acondicionado, que existen en el 46 por ciento de los hogares uruguayos, cuando en 2008 era del orden de 10 por ciento.
Los pasos más significativos se han dado en cuanto a la eficiencia energética, ya que los equipos de siguen incorporando tecnología encaminada hacia el ahorro energético. En cuanto a precios, en contraposición con la leña, en términos absolutos el costo de la electricidad ha acompañado la evolución del IPC, manteniéndose por debajo a partir de 2015, en tanto el supergás es el que menos aumentó de precios en los últimos 20 años, beneficiado además por un subsidio implícito y el uso masivo en calefacción y la cocción de alimentos.
Pero la interrogante inédita para el futuro inmediato y mediato, más allá del origen de la generación, está dada por la paulatina incorporación de vehículos eléctricos para el transporte, tanto familiar como de pasajeros y cargas. Es en este aspecto donde se generan las mayores dudas y desafíos, con el agregado de que la masificación depende de las condiciones que se generen en lo interno, pero sobre todo de la evolución de costos a nivel global, para hacer más accesible la compra y el mantenimiento, con el agregado de que este proceso sin dudas implicará más presión sobre el abastecimiento de electricidad, y la distribución.