Hace pocos días, en oportunidad de su visita en la jornada inaugural de la Expo Prado, el presidente Luis Lacalle Pou reconoció que hay un atraso cambiario en Uruguay y que ello afecta fuertemente al agro y los sectores exportadores por la pérdida de competitividad; sobre lo que aseguró que el gobierno está “haciendo todo lo posible” para corregir el desalineamiento del tipo de cambio.
Según el jefe de Estado, la reunión con los directivos de la Asociación Rural del Uruguay (ARU) fue “muy buena, si bien no siempre estuvimos de acuerdo en todo”, y reconoció que el tema dólar fue uno de los temas que se puso sobre la mesa, una cuestión en la que consideró que se debe ver el país integrado, aunque también reconoció que afecta a un sector fundamental. Trajo a colación que ello se suma, además, “a la sequía, a la mala cosecha de soja, precios del ganado que no son los mejores”. Esto “genera un combo de pérdida de competitividad”.
El mandatario sostuvo al respecto que “estamos preocupados por el atraso cambiario, y tomamos las medidas a nuestro alcance”. Agregó que “ojalá que suba el dólar, que esté más cerca de 40 pesos”.
Sus expresiones son de similar tenor a las que tuvo a principios de junio, cuando señaló que el gobierno intentaría apreciar la divisa para que cotice entre 39 o 40 pesos. En ese entonces, la cotización era de 38,743 pesos, mientras que hoy se sitúa apenas sobre los 38 pesos, en tanto registró una excepcional suba en los últimos días que logró situar la moneda por encima de la franja de los 37 pesos, donde estuvo por 23 días consecutivos.
El punto es que Lacalle en este tema se limitó a exponer su inquietud por esta situación, pero a la vez reconoció que el gobierno no tiene muchas herramientas para revertir el atraso cambiario. “Una, es lo que han hecho las empresas públicas en la compra de monedas y lo otro, el Banco Central bajando la tasa de interés”.
Paralelamente, señaló que la baja en la inflación también contribuye a elevar la competitividad, en tanto mejora el poder adquisitivo en todos los sectores.
En ese sentido aseguró que hace 20 años que no se tiene la inflación de hoy, lo que “es una buena noticia para el país”, a la vez que entiende que “hay mucha confianza en el país y eso se traslada a la confianza en el peso uruguayo. No se han visto inversiones que vengan a invertir en especulación y que eso sostenga el precio del dólar. Es por la actividad económica”.
El planteo de los sectores del agro, así como también de la Unión de Exportadores del Uruguay no es nuevo, sino que ya se venía dando incluso mucho antes de asumir el actual gobierno, lo que dio lugar en su momento a la conocida reflexión del expresidente del Banco Central del Uruguay, Ec. Mario Bergara, del símil de los “platitos chinos” que hay que mantener girando en la economía, que incluyen por un lado a la inflación, al tipo de cambio, la competitividad, el nivel salarial, por mencionar algunos de los principales.
La referencia de Lacalle Pou respecto a que tiene “pocas herramientas” para llevar el tipo de cambio a una relación que implique mejores condiciones para los exportadores da la pauta de las dificultades y condicionamientos sobre todo de nuestra economía, donde los “platitos chinos” deben seguir girando en su frágil equilibrio, y apoyar a uno en demasía significa –quiérase o no– comprometer este equilibrio, por lo que hay pocas genialidades posibles en esta ecuación, al punto de que a veces el remedio puede ser peor que la enfermedad.
El dólar “planchado” es por cierto desde hace tiempo una tortura para los exportadores, los que ven afectada su competitividad al pasar las divisas a pesos y tener que hacer frente a los elevados costos internos del Uruguay, muy altos en dólares en la comparativa internacional, y por lo tanto con cotizaciones de su oferta que sufren enormemente la competencia de otros países donde se produce con costos mucho menores.
Este es un solo un platito chino, al fin de cuentas, al que tomándolo aislado se podría hacerlo girar mucho más rápido y fácilmente sostenible en equilibrio, si no fuera que como contrapartida, se encarecerían las importaciones, que también se miden en dólares, y por lo tanto afectando el consumo de productos importados, pero sobre todo porque se reflejaría automáticamente en la inflación, en un país donde hay una dolarización cultural por la que todo se traduce a dólares y además, está el factor sicológico de la devaluación, donde todo el mundo procura cubrirse por las dudas y los que más sufren el impacto negativo son los sectores de ingresos fijos, como bien lo revelan experiencias cercanas.
Es decir, este sería un platito chino destinado a caer si se prioriza el tipo de cambio para favorecer la exportación, y viceversa, sostener el dólar planchado está haciendo tambalear el de la competitividad, y así sucesivamente, lo que indica la fragilidad de los parámetros económicos en un país donde desde hace décadas se sigue utilizando el tipo de cambio como el ancla por excelencia para mantener la inflación dentro de límites controlables, pero nunca tan bajo como para hacer que los costos internos lleguen a un nivel que haga más equilibrada la ecuación en aras de que nuestros bienes y servicios puedan competir más favorablemente en el exterior.
Por algo Montevideo está entre las ciudades más caras del mundo, y los precios uruguayos de los productos de consumo masivo, están a similar nivel que los de Estados Unidos y Europa (salvo los importados, mucho más caros, por los impuestos que se aplican en nuestro país), en claro síntoma de que algo anda mal en nuestra economía, con costos comparables a los del primer mundo, solo que con otra infraestructura, otro Estado, otra productividad, otra eficiencia, otro nivel de ingresos y otro poder adquisitivo.
De ahí la confesión de Lacalle Pou de que el dólar sigue igual pese a que “hacemos todo lo que está a nuestro alcance”, como seguramente también lo hicieron Vázquez, el expresidente José Mujica, Danilo Astori y Mario Bergara, porque la realidad puede más que cualquier voluntarismo.
Es que nadie quiere pagar el precio político de reducir el peso del Estado y otras reformas pendientes que darían soluciones reales para los costos internos, en lugar de seguir penando con la sábana corta en cada gobierno y esperando que las condiciones favorables coyunturales del exterior permitan seguir pateando la pelota hacia adelante. → Leer más