Javier Milei no nació de un repollo

Javier Milei es el nuevo fenómeno mediático no solo argentino sino también global. En las crónicas publicadas en todos los medios no faltan las comparaciones con Jair Bolsonaro (Brasil), Donald Trump (Estados Unidos), Giorgia Meloni (Italia) o José Antonio Katz (Chile), representantes todos de una derecha demagógica y populista que avanza a paso triunfal arrollando todo a su paso, especialmente aquellos que no piensen como ellos.
En nuestro editorial del pasado 15 de agosto expresábamos lo siguiente sobre este político argentino: “Javier Milei, identificado con ideas de extrema derecha liberal, es un candidato mediático, particularmente drástico en sus apreciaciones –muchas salidas de tono y a veces hasta payasescas– muy a tono con la política argentina asimilada a la farándula de este país, y por lo tanto no es fácil de analizar desde países que como el nuestro, tienen otra manera de ser y actuar en el ruedo político – electoral, aún cuando lenta pero inexorablemente nos vamos ‘argentinizando’ también en lo que respecta a la política. El ‘programa’ enumerado por Milei se enmarca en un plan que promete transformar el país en tres etapas que abarcarían 35 años. La plataforma electoral nacional de su partido, –donde formaliza su programa de gobierno– señala que en una primera instancia se trabajaría en un recorte significativo del gasto público y una reforma para reducir impuestos, con una flexibilización en los ámbitos laboral, comercial y financiero. Las medidas de segunda generación incluirían una reforma para recortar los fondos que se destinan a jubilaciones y pensiones, una reducción del número de ministerios a ocho y disminución paulatina de los planes sociales. Y para concluir con el plan se prevé la ‘liquidación’ del Banco Central y reformas de los sistemas de salud, educación y seguridad. Otras propuestas polémicas, como la dolarización de la economía, convierten a Milei en la gran novedad de la política argentina en las elecciones de octubre de 2023”.
Según Celia Kleiman, directora de Polldata y especialista en analizar el conurbano bonaerense, “El éxito de Milei se hizo más fuerte entre los jóvenes, en particular de segmentos socioeconómicos bajos y medios-bajos. En el conurbano la gente está harta. El temporal y las inundaciones de esta semana fueron un buen ejemplo. A pesar de casi 20 años de kirchnerismo, mucha gente sigue viviendo en calles de tierra, donde no hay policía y la delincuencia enfrenta a gente del mismo barrio entre sí. A esa gente no le pueden hablar de sacarle derechos, porque ya no los tienen. No los asusta que alguien les advierta que van a perder el acceso a la salud y la educación públicas, porque entre las huelgas y la mala atención, ya lo perdieron hace rato”, explicó”.
De acuerdo con José Natanson, autor de “Por qué. La rápida agonía de la Argentina kirchnerista”, “Este resultado puede ser leído además como una ruptura del histórico quiebre entre peronismo y antiperonismo. El candidato más votado este domingo presenta una propuesta que va en contra de ‘la casta política’; es decir, de todos. Hay una ruptura de la configuración política polarizada que no es más kirchnerismo – macrismo. Ahora es el sistema político tradicional ante un intento de crear una nueva polarización. (…) En el voto a Milei hay voto bronca, de rechazo e indignación. Pero también hay un candidato que pudo sintonizar con el deseo de shock, de reseteo profundo”.
Lo cierto es que, con un discurso vehemente y sin concesiones, Milei ha captado la atención de millones de votantes hartos de los manejos políticos en un país donde la siguiente crisis será peor que la anterior y donde la pobreza está presente en todas las provincias con niveles que se acercan (e incluso superan) a los países más rezagados del mundo en términos económicos y de desarrollo humano. Al igual que sucedió con varios países latinoamericanos (Brasil, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Paraguay), Argentina sufrió años de populismo cargado de demagogia, gobernantes corruptos y planes sociales que fueron usados como moneda de cambio para conseguir el voto de poblaciones vulnerables, sacando provecho de la miseria que dichos gobernantes les causaron. Como es conocido por todos, Uruguay no escapo a ese triste listado populista.
Por todo ello, resulta importante recordar que como expresa el conocido refrán, “nada nace de un repollo” y que un personaje como Milei es la consecuencia de años en los cuales Néstor Kirchner primero, y su esposa después, gobernaron Argentina como verdaderos monarcas de supuesto origen divino, eliminando cualquier vestigio de opiniones diferentes mediante el uso mismo del Estado, tal como sucedía con las autoridades tributarias cuyas inspecciones estaban aseguradas si un medio de prensa o una empresa no se alineaba a los mandatos oficiales de turno. A modo de ejemplo podemos recordar cuando en el año 2010 el entonces Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, amenazo al directorio de Papel Prensa irrumpiendo en una asamblea de esa empresa con guantes de boxeo y gritando: “¿Casco o guantes? Tengo casco y tengo guantes. ¿Qué quieren? Casco o guantes hay para elegir porque el juez dijo que nos tenemos que portar bien”. Ese era estilo prepotente y mafioso con el cual se manejaba el kirchnerismo y que se tornó peor cuando la conducción del país fue asumida por Cristina Fernández de Kirchner. Tanto fue la ferocidad de la presidente que hasta el propio expresidente uruguayo José Mujica, amigo, aliado incondicional y defensor del sistema kirchnerista expresó: “la Vieja es peor que el Tuerto”.
Así las cosas, queda claro que “Milei no nació de un repollo” y que su aparición y crecimiento en la escena política argentina es fruto del hartazgo de millones de personas que han visto pasar gobernantes que manejaron ese país como si fuera un coto de caza donde todo estaba permitido y que aquellos que no se sumaban a “la fiesta peronista” o denunciaban sus sórdidos pormenores terminaban perseguidos, en la ruina o “suicidado” como le paso al fiscal Alberto Nisman. En el universo del populismo latinoamericano todo vale y todo se perdona o bien se ignora, se tapa, se silencia, se archiva, se olvida o se entierra. No importa cuán mal huela lo que pase. No importan tampoco las consecuencias ni los damnificados. Se trata de mantener el poder a cualquier precio.
La votación de Milei debería servir como espejo para los políticos uruguayos, quienes repiten un día y sí y otro también que “eso sería imposible en Uruguay” mientras llamativamente día a día vemos avanzar la delincuencia y el narcotráfico, al tiempo que los privilegiados de siempre se mantienen flotando en un mundo irreal que se aleja de la realidad del pueblo. Por todo ello la totalidad del espectro político (y en especial los fanáticos del esquema de “ellos” versus “nosotros” y de todo aquello que ayude a crear o ensanchar la grieta) debe mirar con atención lo que pasa en Argentina porque también en Uruguay, donde la gente está cansada de promesas incumplidas y privilegios de la casta política y sindical, puede aparecer alguien que saque provecho de ese justificado y antiguo descontento. La mejor forma de prevenir la aparición de figuras como Milei es que los ciudadanos recuperen la confianza en la democracia y en sus instituciones. Ese es un deber ineludible para los políticos uruguayos. Ahora es cuando.