Paliativos son bienvenidos, pero en una situación de frontera que espera soluciones

La gran brecha de precios entre nuestro país y la Argentina está generando una profunda distorsión en las ciudades litoraleñas, entre las cuales la que probablemente sea más afectada es Paysandú, a partir de la problemática socioeconómica en el vecino país, donde la inflación de agosto ha superado el 12 por ciento –el doble de la de Uruguay en un año–, pero a la vez la devaluación sistemática de su moneda hace que igualmente los valores de bienes y servicios sean por lo menos un 50 por ciento más baratos que de este lado del río Uruguay.

Un escenario que con altibajos se ha venido dando a lo largo de los últimos años, y por ende castigado al comercio y empresariado en general de Paysandú, pero también en coyunturas como las actuales, con tan abismal diferencia de precios y costos, afectando asimismo a otros sectores de actividad, y prácticamente no hay sector que no sufra las consecuencias directas o indirectas de esta situación.

El punto es que hasta ahora no se han encontrado respuestas efectivas a esta problemática, pese a medidas que han incluido la rebaja o derogación del Imesi en los combustibles de frontera, para desestimular el cruce ante el atractivo de llenar el tanque, agregado al ya existente beneficio en impuestos para refrescos, y alguna otra cosa más que se ha puesto en marcha para tratar de favorecer el consumo dentro de fronteras con participación directa del Estado, sin olvidar períodos puntuales en que se ha tratado de aplicar el cero kilo, con suerte diversa, límites en el volumen de mercadería por persona, con el agregado más reciente de la declaración jurada cada quince días hábiles; todo lo que han sido paliativos de resultado mínimo, a juzgar por el volumen del trasiego que se sigue dando en el cruce. Ello surge nítidamente de las largas colas que se forman durante gran parte del día y la noche para el cruce del puente General Artigas, que se multiplica los fines de semana y feriados largos, tanto para las compras como el consumo en sectores como la gastronomía, y hotelería, en detrimento de esas actividades de este lado del río, con la consecuencia de que dejan de circular en nuestro medio gran cantidad de recursos que se van hacia Colón y ciudades vecinas, sin que se reciclen donde se originan y por lo tanto contribuyendo al empobrecimiento general, a la caída de actividad y al consecuente desempleo.

Otra medida que se ha implementado más recientemente, a partir del planteo de autoridades departamentales y con el apoyo del Centro Comercial e Industrial de Paysandú proviene del Banco de la República, el que ha incorporado planes especiales de descuentos a través de la tarjeta Recompensa, con rebajas puntuales de hasta el 30 por ciento dos días a la semana para las compras en Paysandú y otras ciudades litoraleñas, lo que por cierto es un atractivo nada despreciable para que no se agrave la problemática del comercio local y actividad en general.

Sin embargo pese al esfuerzo de la entidad estatal –la rebaja es a su exclusivo costo– la incidencia de este beneficio como factor de desestímulo para el cruce no deja de ser muy marginal, si tenemos en cuenta que si bien se ha incrementado prácticamente en un 30 por ciento el número de tarjetas de este tipo que se utilizan en nuestro departamento, su difusión dista de ser masiva, y se cuentan con sólo unos 8.000 usuarios en Paysandú para una población que es doce veces mayor.

Por lo tanto, debe ser catalogado como un paliativo más que suma, plausible pero que ante la brutal diferencia de precios entre un lado y otro de la frontera, en los hechos es algo que ni siquiera logra conquistar a los sanduceros. Esto demuestra que cualquier medida fiscal que se tome puede ser una ayuda pero aún quitando todas las cargas y tributos a buena parte de la mercadería que se vende en los comercios de Paysandú, seguirán estando fuera de competencia con respecto a Colón.

Esto ocurre porque el problema lo sufrimos de este lado pero se genera del otro, con una economía argentina completamente distorsionada que ha llevado al vecino país a la pobreza y la miseria, donde uno de cada 10 argentinos está en la indigencia y casi la mitad de la población está por debajo de la línea de pobreza. Por cierto ese no es el caso de Colón y su zona de influencia, que vive un momento de auge económico gracias a los millones de dólares que le inyecta Paysandú mensualmente.

Es así que como bien señalara recientemente el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Dr. Pablo Mieres, los sanduceros y los uruguayos en general nos “estamos pegando un tiro en el pie”, con las compras masivas en la vecina orilla, y existe una fiebre consumidora muchas veces inexplicable si se analiza con la dosis de sentido común con que se deben evaluar las cosas, por cuanto en su fuero íntimo todos sabemos que lo que hoy nos beneficia coyunturalmente en cuanto al consumo, termina afectándonos duramente en el mediano plazo, desde que el debilitamiento de las empresas, de la rentabilidad, de la circulación de dinero, termina haciendo que miles de sanduceros pierdan su empleo, debiliten sus ingresos en el caso de los cuentapropistas y pequeños empresarios, como así también profesionales de todas las actividades.

Porque mal que nos pese, por regla general no se trata solo de personas de escasos ingresos que quieren hacer rendir más su dinero –los hay, pero son una minoría– sino de grupos que tienen al menos cierto poder adquisitivo que cruzan a hacer sus gastos y cubrir algunas necesidades en la vecina orilla, y no solo de compras en supermercados, gastronomía, paseos, etcétera, sino también para hacer uso de servicios médicos –odontología y oftalmología, fundamentalmente–, de talleres de reparación de automóviles, casas de repuestos, farmacias, perfumería, en una lista de nunca acabar, con el agregado de que muchos integrantes de los propios sectores directamente perjudicados también hacen lo propio con sus cruces por el puente.

De hecho los que menos tienen son los más perjudicados en este perverso sistema, porque el que realmente está necesitado no tiene un auto o camioneta para cruzar el puente y traerse el surtido, así que termina consumiendo en Paysandú no por decisión propia sino obligado por las circunstancias. Para peor, estos son en general quienes primero terminan perdiendo su precario empleo cuando la crisis comienza a golpear en Paysandú. Esa gente que realmente la está pasando mal hoy ni siquiera tiene la opción del ómnibus local de cabecera a cabecera del puente, como sí existió en la crisis de 2002, o el cruce a pie para hacerse del surtido.

Lo peor que es que no hay en el horizonte posibles respuestas de fondo para enmendar esta brecha, sino alguna que otra medida para atenuar los efectos, porque estamos ante problemas estructurales, aunque por lo menos de este lado se debería tener el sentido común de no dejar caer a sectores clave, para lo que si no se piensa en cambiar la pisada para evitar el trasiego de mercadería será necesario seguir ensayando respuestas que lamentablemente deberán ser a medida y por ahora solo paliativos, como todo lo que se ha intentado hasta ahora.